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                       AILA

Su boca se apoderaba de mía con una intensidad que me hacía delirar en deseo, sus manos recorrían las curvas de mi cintura con lentitud, dejando de vez en cuando alguna leve caricia que me hacía estremecer.

¡Maldición!

Lo deseaba tanto, quería detenerlo, quería decirle que no se atreviera a volver a tocarme nunca más, que estaba mal y que me daba asco su sola presencia, pero no podía, porque realmente no quería que se detuviera, quería que Maxwell me hiciera suya una vez más, quería volver a sentirlo dentro de mí y poder disfrutar de sus expertas caricias que lograban llevarme al nivel más alto de placer al que había llegado alguna vez.

Sus palabras posesivas era hermosas melodías para mis oídos, me encantan los hombres posesivos, siempre lo habían hecho, sin embargo, con Maxwell todo se sentía mucho más intenso de lo que realmente debería ser, y justo allí radicaba el problema. Los recuerdos de la noche anterior recorrían mi mente y no se iban, recordaba a la perfección todo lo ocurrido, sabía que yo había sido la que lo provocó, que lo incitó a pecar y la que rompió la delgada línea que habíamos mantenido hasta ahora, pero es que, ¡no pude evitarlo!, desde que lo conocí hubo una atracción inminente entre nosotros, la tensión sexual emanaba por nuestros poros de manera involuntaria cada vez que nos encontrábamos en un mismo lugar.

Y entonces la recordé: Mi madre. ¡Mierda!, estaría tan decepcionada de mí sí me viera en estos momentos, tan decepcionada y dolida, justo como yo lo estaba de mi misma, era un asco de persona y no tenía perdón de Dios. El golpe de realidad me golpeó de repente y caí en cuenta de la barbaridad que estábamos haciendo. 

¡Joder!

Con un rápido movimiento empujé a Maxwell y me levanté de la cama velozmente, recogí la toalla que estaba en el piso y minutos antes él me había quitado y que yo por supuesto había permitido, cegada por la lujuria y el poder que su mera presencia ocasionaba en mí. Sentía su mirada en mí, analizando cada uno de mis movimientos, y cuando finalmente me atrevía a devolverle la mirada, me derretí, su cabello azabache estaba desordenado y algunos rulos le caían por la frente, sus ojos tenían un brillo mientras me observaba, la lujuria estaba claramente presente en ellos y su torso completamente desnudo, permitiéndome ver sus fuertes músculos.

¡Por qué tenía que ser tan malditamente atractivo!

-¿Qué ocurre? –Preguntó a la vez que ladeaba su rostro a un lado y me observaba fijamente – Aila –me llamó al ver que no respondía -¿Está todo bien?

-No –suspiré frustrada –Nada está bien, Maxwell –negué varias veces -¡Joder!, ¡Qué eres mi maldito padre!

-Pensé que ya habías superado esa fase –bufó molesto.

Lo miré incrédula y sin poder creer lo que decía. ¿Cómo podía estar tan tranquilo?, acaso no tenía remordimientos, aunque bueno, Maxwell era un hombre que engañó a mi madre infinitas veces mientras estaba embarazada de mí e incluso antes, se acostó con la novia de uno de sus mejores amigos, le miente en la cara y le sonríe hipócritamente todos los días como si no estuviera pasando absolutamente nada, y ahora si se le añade el hecho de que se acostó con su propia hija tenemos la bomba de relojería a punto de estallar, por lo que no, me daba cuenta de que Maxwell Jefferson no tenía remordimientos. 

-¿Superado? –Susurré -¿Qué mierda quieres que supere?, ¿El hecho de que acabo de acostarme con mi maldito padre?, ¿Eso quieres que supere, Maxwell? –alcé el tono levemente.

El suspiró y se acostó completamente sobre la cama mientras dirigía su mirada hacia el techo, ignorándome por completo y negándose a mirarme a los ojos.

-¿Por qué tienes que pensar tanto las cosas? –Hizo una pausa –Solo vive el momento y ya

-Claro, para ti es muy fácil decirlo ¿no?, al final de cuentas solo eres un hijo de puta que se dedica hacer lo que le da la regalada gana y al que no le importa si alguien más sale lastimado ¿no? – Me acerqué un poco más a la cama –Lo hiciste con mi madre, se lo haces a Samuell y ahora lo quieres hacer conmigo, ¿acaso no tienes conciencia? 

El rápido movimiento que hizo al levantarse de la cama me tomó tan sorpresa que me hizo dar un paso atrás un poco asustada, pero, definitiva su rostro contraído por el enojo fue lo que logró que mis pelos se pusieran de punta y un pequeño escalofrío desagradable me recorriera la columna.

-¿Quién demonios crees que eres para juzgarme? –Alzó la voz –No eres nadie para hacerme un juicio por mis acciones, que no se te olvide que fuiste tú la que quiso acostarse conmigo anoche, Aila –se acercó a mí -¡Tú te me insinuaste en el maldito Club! ¡Tú abriste la brecha a que pasara algo más entre nosotros! Y ¡Tú fuiste la quiso continuar! –Me señaló con un dedo –Yo te di la opción de arrepentirte y tú no quisiste, así que no te hagas la victima conmigo por algo que disfrutaste demasiado

¡Maldición! 

Sabía que tenía razón, Maxwell había querido detenerme ayer y yo estúpidamente y guiada por el deseo había querido continuar, sin que me importaran las consecuencias había caído en un abismo profundo y lleno de oscuridad, y realmente lo peor de todo era que no sabía si tendría la fuerza de voluntad necesaria para detenerlo del todo, para parar las avalanchas de deseo que me llenaban cada vez que lo tenía cerca, o lo que es peor aún, no sabía si quería detenerlo. 

-No sé por qué demonios me metí contigo –atacó  nuevamente–No eres más que una jovencita inexperta y demasiado caprichosa

Un nudo se formó en mi garganta al oírlo decir eso, sabía muy bien que lo decía para lastimarme por todo lo que yo le había dicho antes, pero joder, aun así me dolía.

-Maxwell, por favor, tienes que entender que no podemos hacerlo más –intenté razonar –Solo terminaríamos por hacernos un daño irreparable

-Muy bien –asintió –Si eso es lo que quieres, lo haremos, pero eso sí –Hizo una pausa –No quiero que me montes ninguna estúpida escena de celos, porque quiero que te quede algo muy en claro, Aila –su cuerpo se pegó tanto al mío que me hizo contener la respiración –Yo voy a seguir con mi vida como si tú no estuvieras aquí, y eso significa, más trabajo, más fiestas  y lo más importante, mucho más sexo

Sus labios se acercaron a mi oído, su caliente respiración me hizo estremecer sin piedad, y sin poder evitarlo mis manos fueron a parar a su pecho, aferrándome a él.

-¿Por qué me dices eso? –difícilmente logré preguntarle, extasiada por su masculino perfume. 

-¿Porque sabes que es lo mejor de eso? –Negué lentamente –Que ninguna de las mujeres que pase por mi cama –se detuvo –Ninguna de ellas vas a ser tú, escucharás desde tu cuarto a las demás, te podrás imaginar el placer que les estaré haciendo sentir, pero tú –sus labios besaron la comisura de los míos –Tú jamás volverás sentirlo

Se separó de mi cuerpo y camino hasta la puerta de la habitación, la abrió lentamente y se giró para mírame una última vez.

-A no ser que tú me lo pidas claro –sonrió con arrogancia.

-Eso no pasará jamás

Traté de hacerme la dura y que Maxwell no notara lo débil que últimamente me volvía su presencia, pero sabía muy bien que no eran más que mentiras para ocultar la realidad, y Maxwell pareció notarlo también ya que alzó las cejas, desafiante, y me miró intensamente.

-Eso ya lo veremos, Aila

Y se fue.

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