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                   MAXWELL

   Estos últimos días he estado muy abrumado por el simple hecho de que tengo a una adolescente de veintiún años encerrada en su habitación y casualmente es mi hija, aunque la verdad, por lo que había notado, no nos parecíamos mucho físicamente. Aila tenía el pelo rubio cenizo como su madre Leahnor, sus mismos ojos verdes profundos, la misma sonrisa brillante y el mismo cuerpo, no, corrección, tenía un mejor cuerpo que su madre.

La primera vez que la vi no pude evitar sorprenderme, pues por un segundo fue como ver a Leahnor frente a mí luego de muchos años, aunque ya luego, cuando se presentó pude respirar más tranquilo.

Sonreí mientras buscaba un traje cómodo para la cena que tenía con mis mejores amigos, dónde les presentaría a mi hermosa y sexy hija.

O no Maxwell

¿Qué demonios estoy pensando?

Ella es mi hija, no puedo pensar esas cosas de ella. Pero para que negarlo, si desde que la conocí la noche en que entró a mí despacho hecha una fiera inquieta, reclamándome todo tipo de cosas no he podido sacármela de la cabeza y no precisamente porque este arrepentido por no haberme acordado de su cumpleaños y menos de no haberla contactado durante todo ese tiempo que vivió en Estados Unidos, claro que no, más bien es  porque he tenido todo tipo de fantasías con ella y su cuerpo.

Sé mejor que nadie que eso está muy mal, pero la verdad es que no puedo evitarlo, está en mi naturaleza, siempre he sido así, las mujeres para mí son como un hobby, me encanta seducirlas, hacerlas sentir especial y  luego llevármelas a la cama para luego no volverlas a ver. Lástima que Aila fuera mi hija y mucho menor que yo, porque si no, me encantaría tenerla en mí cama, saciándome de su cuerpo.
Sacudí mi cabeza y traté de sacar todos esos malditos pensamientos de mi mente, me puse el traje y me arreglé el cabello, al ver que estaba perfecto salí de mi cuarto y me dirigí a la sala principal. 

A los pocos minutos tocaron la puerta y una de las sirvientas abrió, mis mejores amigos entraron con toda la confianza del mundo y me saludaron con un pequeño abrazo.

-Amigo, hace mucho tiempo que no te veía

-Samuell, nos vimos hace dos días –dije con una pequeña sonrisa en los labios, Samuell siempre fue demasiado exagerado.

-Por eso lo digo, hace mucho tiempo

-No seas tan dramático hombre. ¿Por qué no pasamos al despacho?

Ellos me ignoraron como era costumbre y se sentaron en la gran sala, Landon se dirigió al estante dónde guardo las bebidas y sacó una botella de whisky y la abrió con toda la confianza del mundo, como si estuviera en su casa, suspiré rendido y para nada sorprendido, ellos siempre eran así y ya estaba más que acostumbrado. 

-O pueden quedarse en la sala y tomarse mi bebida favorita, no pasa nada –la ironía estaba presente en mi voz.

-Vamos Maxy, no seas amargado – dijo Landon para luego tomar un pequeño sorbo de su trago.

-No me llames así, sabes que lo odio

-Y por eso te sigo llamando así

-¿Dónde está tu hija Maxwell? –intervino Samuell con curiosidad -¿Ya le explicaste porque no la has buscado en todos estos años?

-Sabes que ese es un tema delicado, no quiero hablar de eso –suspiré cansado –Y supongo que Aila esté arreglándose

-Estoy muy emocionado por conocerla, ya sabes que los niños me encantan

Miré con una ceja alzada a Landon, no podía creer lo que estaba diciendo, Aila no era una niña, de hecho era todo lo contrario, y estaba seguro que mis amigos se darían cuenta de esto apenas la vieran, así que tenía que estar muy atento, no podía permitir que se le acercaran como buitres hambrientos, yo los conocía a la perfección y sabía muy bien sus gustos y como eran, sobre todo Samuell.  

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