~ ALBA ~ 25

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Doy el primer paso al frente, luego el segundo, luego el tercero, pero al cuarto, me detengo sintiendo pesado todo el cuerpo.

El miedo se hace presente después de mis acciones sin reflexión.

- Siga - me ordenan.

Sigo al uniformado después de ser revisada y llego a la sala de visitas donde puedo hablar con la persona a la que vine a ver.

- Siéntese, en un segundo lo traerán.

Tomo asiento frente al vidrio reforzado que separa a la gente en presión mientras mi lleno de preguntas.

¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué vine? ¿Qué es lo que le voy a decir? ¡¿De dónde saqué valor para llegar a este lugar?!

No hay valor, al decir verdad, creo que estoy actuando sin conciencia, con mera desesperación.

- Señorita, tome el teléfono para que hablen - el guardia me indica.

Trago saliva mientras agarro el teléfono que tengo a lado y lo pongo en mi oído.

Sé que él ya está frente a mí, pero no he alzado la vida, sigo intentando saber que es lo que estoy por hacer.

- ¿Alba?

Hay una gran sorpresa en la voz grave que pronuncia mi nombre.

- Cuando me dijeron que eras tú, no podía creerlo.

Mi cuerpo tiembla de miedo, algo me dice que estoy haciendo mal al estar aquí, pero, por otro lado, lo creo necesario.

- Sé me olvida que eres un tanto sumida, ¿Debo darte órdenes para hablar?

Niego con la cabeza mientras levanto la mirada lentamente hasta encontrarme con el hombre que va uniformado al igual que los demás presos.

El hombre me mira con sorpresa sin creer que soy la persona quien pidió verlo con insistencia.

- Hola... Remi - murmuro con dificultad.

Remi ya es un hombre, tiene barba, se ve de un gran tamaño y su cuerpo maduro. Ahora tiene músculos grandes en los brazos, pero sigue teniendo una mirada gentil como el chico que recuerdo que era.

- ¿Qué haces aquí? Pensé que no te volvería a ver - me dice.

- Yo... pensé lo mismo - respondo.

La mirada de Remi va a todas partes, me ve como si intentara ver las diferencias que yo vi en él.

- Luces mejor - me dice - Hiciste bien al irte.

- Sí... pero, tú...

- Sí, yo no pude - baja la mirada - No tuve muchas opciones y la misma suerte.

- Lo sé y me entristece que así haya terminado todo contigo.

Alza la mirada de golpe para encontrar la mía.

¿Por qué luce como si quisiera ponerse a llorar de repente? Sus ojos están muy húmedos.

Tal vez es una de las primeras señales que tengo de él, indicándome que si sigue siendo distinto a los demás. Ellos jamás llorarían enfrente de una mujer.

- ¿Qué haces aquí? - vuelve a preguntar - Deberías estar muy lejos, sabes que ellos no dan segundas oportunidades.

- Lo sé, es por eso que estoy aquí - contesto.

- No entiendo.

- Yo... - mi voz sigue temblando - Primero quiero disculparme contigo.

- ¿Conmigo? - las lágrimas en sus ojos se van.

Mi amante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora