C U A R E N T A Y U N O.

41 2 0
                                    


Capítulo 41. Conjeturando la verdad. 

Venimos solos a este mundo, con diferentes propósitos cada uno.

Lo único que te puedo asegurar es el destino que nos depara a cada uno, la muerte.

Nunca nos preparan para saberlo sobrellevar, algunos se van demasiado jóvenes, otros demasiado viejos...

Un sabor amargo embriaga mi paladar cuando le doy un trago a mi vaso de whisky, devolviéndome a la realidad.

Reich había muerto en  mis brazos, manchando de sangre mi vestido. No fue su muerte lo que me ha dejado perpleja, sino sus palabras.

¿De verdad me encontraba en el lugar correcto?

En estos malditos momentos, no lo sabía.

Doy una última calada al cigarro entre mis dedos, antes de tirarlo y aplastarlo con la suela de la zapatilla.

— ¿Sabes si tenía familiares? —pregunta Concetta con su atención puesta sobre mi.

Levanto la mirada de la colilla pisoteada, y una sonrisa sarcástica aparece en mi rostro.

— ¿Trabajaba para ti y no sabías si tenía familiares? —pregunto a cambio—. ¿Cómo podrías amenazarlo si en algún momento te traicionaba?

Sus ojos me miran con sorpresa, sin embargo, recompone su postura enseguida.

— Randall escogió lo que sabía que era correcto, eligió por su propio criterio, Ianthe.

Saco otro cigarro que pongo entre mis labios y enseguida enciendo.

— Si sabes su nombre real, ¿por qué me preguntas a mí? —doy una calada al cigarrillo entre mis labios, y dejo salir el aire por los orificios de mi nariz.

— Eres una persona de pocas palabras, ¿No es así?

— No tengo mucho que decir —me encojo de hombros.

— Randall era una persona cercana a ti, ¿No es cierto?

— Lo necesariamente cercano.

— Me habló maravillas de ti, Ianthe. Debes saberlo.

— ¿Y qué maravillas te contó sobre mí? ¿Qué pudo contarte que te interese saber de mí? —Concetta abre la boca lista para responder, sin embargo, se calla cuando se acercan el pelirrojo y su manada de bad boys.

— Lamento tanto que el evento no pudiera desarrollarse, me habría gustado comprar la primera joya —dice, y sus ojos vagan, sin vergüenza, sobre mi cuerpo—. Concetta, tienes a mi gente a tu disposición. Solo danos la orden y..—

— Te agradezco Damon, pero ya tengo a los míos encargándose del tirador.

Doy otra larga calada al cigarro, y enseguida boto el humo. Collin se acerca a mi, y toma el cigarro de entre mis dedos. Lo veo dar una calada al cigarro y luego soltar el humo.

— ¿Te hiciste daño? —pregunta, sin atreverse a mirarme.

— Es sangre de Reich, estoy bien. Collin. 

— ¿Estás segura? —asiento. 

— ¿Podrías llevarme a casa? Lo último que deseo es estar aquí.

— Seguro.

En algún momento, los demás se habían alejado de nosotros, y verdaderamente lo agradecía. No deseaba estar rodeada de desconocidos. Collin y yo nos retiramos discretamente del lugar, y subimos a su camioneta.

B R O K E NWhere stories live. Discover now