C U A R E N T A Y C U A T R O

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44.— El pasado de Randall Fiorin.

Tomo asiento en el sillón de cuero detrás del gran escritorio de roble, y me sirvo una copa de whisky que me tomo enseguida. Necesitaba valor. Vuelvo a llenar la copa de alcohol y abro el maletín.

Estaba repleto de papeles, y un celular desechable.

Enseguida lo tomo y presiono el botón de encendido, sin embargo en la pantalla se muestra la pila sin batería. Resoplo. Busco el cargador entre los papeles del maletín, y afortunadamente doy con el.

Lo conecto a la corriente y mientras carga, me enfoco en los papeles.

Me había dejado el dominio completo de los heaven, y las pólizas de seguro de los mismos.

Tomo la copa y le doy un trago largo al whisky.

Una libreta de cuero desgastado llama mi atención, las hojas lucían viejas, amarillas e hinchadas por la humedad y el paso del tiempo. Abro la libreta y de la misma cae una foto de una pareja de niños. Una niña castaña con un vestido azul pomposo, y a su lado, un niño con un overol de mezclilla y unas botas de plástico negras, ambos sonreían anchamente. A sus espaldas se vislumbraba una cosecha de uvas. Volteo la foto, y cuando leo las letras cursivas siento mi corazón acelerarse.

Ema & Randall.

Eran mi madre, y Reich de niños.

No tenía fecha, ni tampoco lugar.
Sin embargo calculaba que tendrían entre 10 y 12 años.

Por eso aquella primera vez que me vio, Reich se sorprendió. Ya se conocían, y al parecer desde su infancia. ¿Pero cómo?

Dejo la fotografía a un lado, le doy otro sorbo a mi bebida y prosigo con la libreta. Entre aquellas palabras, Randall expresaba el amor tan puro que sentía por su luz del sol, mi madre.

"Y cuando te vi crecer, descubrí que lo que sentía por ti no era nada más que amor del puro, tu belleza me inspira, tu delicadeza me llena y tu sola felicidad alimenta mi alma",

"Me gustaría tener la valentía de hacértelo saber, pero me detengo al pensar que probablemente, todo esto es mera fantasía, prefiero vivir engañado imaginando que tal vez, la atracción es mutua. Pero alguien como tú, jamás podría estar con alguien como yo. Tú estás destinada a crecer el negocio de la familia, y yo, a servirte a ti, mi ama".

No evito formar un gesto.

No sentía correcto leer aquella privacidad de Reich. Mucho menos, pensando que aquellas palabras de amor, tenían de destinatario, a mi madre.

"...Te vas, y te alejas de mi. Cuándo me lo confesaste en la cosecha, no creí que fuera cierto. Pero cuando te vi irte con un par de maletas, sin mirar atrás, supe que era realidad. Te ibas de mi vida, te ibas de mi. No querías involucrarte en el negocio, querías formar tu propia vida aparte, lejos de tu lugar de nacimiento. Lejos de Italia, lejos de mi..."

Esta vez, le doy un trago directo a la botella de whisky. El sabor embriaga mi paladar, y quema mi garganta. Pero era necesario. Necesitaba sentir que esto era real.

No recordaba que mi madre hablara de su familia, jamás. Ni cuando cruzó la depresión, ni mucho menos en el cáncer.

Tampoco pregunté, no me interesaba.

Nunca estuvieron cuando verdaderamente los necesitábamos. Ni tampoco había fotografías.

¿Qué podía demostrarme que esto no era una mentira?

"Tú madre me pidió que te siguiera, no necesitaba hacerlo, ya lo había decidido. Tenía que vigilarte de lejos, no tenías que enterarte de mi..."

En ese apartado, había un pase de abordar. De Italia a Los Ángeles. En 1975.

B R O K E NWhere stories live. Discover now