V E I N T I S I E T E

625 39 6
                                    

Capítulo 27.— Tocando límites.

— ¡JOSEPH CABRERA! —apenas termina de anunciar el ganador, me bajo de la motocicleta y me quito el casco

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

— ¡JOSEPH CABRERA! —apenas termina de anunciar el ganador, me bajo de la motocicleta y me quito el casco.

La escena es todo un revuelo.

La gente exclama con sorpresa, algunos con orgullo, otros con molestia.

No me importa en absoluto.

Una sonrisa socarrona decora mi rostro.

Acabo de ganar.

Cuando menos lo pienso, un par de hombres me elevan en el aire festejando mi victoria.

— Felicidades —me dice uno de ellos mientras me extiende la mano. En mi mano cae una pastilla amarilla con una carita feliz impresa, miro la pastilla y enseguida al hombre, quién atina por encogerse de hombros.

Al diablo, hoy era mi victoria.

Trago la pastilla.

Aquel hombre del cual después olvidaría su rostro desaparece con su compañero con una sonrisa impregnada en el rostro.

Camino entre el tumulto de gente, buscando alguna cara conocida, y a pesar de que pronto me rindo, alguien me ofrece un vaso de alcohol preparado que no rechazo.

La bebida dulzona embelese mi paladar. Era el sabor tan dulce que apenas y podía percibir el alcohol en ella. Casi me la termino de un sólo trago.

Quizás podía ser la falta de alcohol en mi sistema pero pronto siento la lengua entumecer.

Doy un par de vueltas más, intentando encontrar a John o de última instancia a Joseph sin embargo no doy con ninguno, pero por otra parte recibo bebidas alcohólicas gratis por aquellos que apostaron y ganaron.

Sigo caminando en silencio, disfrutando de la música al rededor hasta que tropiezo con alguien por enfrente.

— Fijate por dónde vas —masculla.

— Ajá.

Continúo mi camino en tranquilidad hasta que un empujón por detrás me saca de estabilidad, tropiezo con mis pies y caigo de bruces contra el suelo. El golpe es seco, apenas si logra lastimarme.

— ¿Cuál es tu problema? —pregunto con molestia luego de ponerme en pie. Frente a mi veo a un chico que pronto reconozco, era el mismo que había logrado el casi empate.

— Mi problema eres tú —su mirada escanea mi cuerpo con desdén, y lo que sucede después no lo veo venir, escupe con fuerza hacia mí.

Su saliva se desliza espesa por mi mejilla hasta caer al traje.

Mi mandíbula se aprieta, y clavo las uñas en la palma de mi mano.

Con coraje me limpio los restos de saliva y cuando estoy por acercarme a propinarle un puñetazo, su mano me detiene.

B R O K E NOnde histórias criam vida. Descubra agora