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La luz de la computadora iluminaba su rostro en la oscuridad de su habitación. Trabajaba redactando la escaleta a seguir de la próxima tanda de programas que le fue encargada y que como siempre, solía avanzar por la madrugada. Esperando la llamada de Peter.







La música fluía por los audífonos y su par de perros descansaban a los pies de la cama no muy lejos suyo. Al empezar "C'mere" de Interpol, se dio cuenta que sus dos mascotas rascaban la puerta desesperadas queriendo salir —probablemente al patio— por lo que pausó la música.








Ay, ya voy—dijo levantándose ante su insistencia.








Negó viéndoles perderse atravesando la cocina para salir al frío exterior apagando de nuevo la luz en lo que volvían. El cuarto de Beatriz era el único (y el más pequeño) que se encontraba abajo sus hermanos y madre dormían en el segundo piso. Regresó descalza a la cama pero su tranquilidad no duró nada al escuchar los ladridos que para ser de chihuahuas eran muy escandalosos. Probablemente el gato del vecino estaba de nuevo en la barda, pensó.








Se puso las pantuflas de dinosaurio para salir y asustarlo antes de que sus pobres animales murieran del coraje al verlo entrar y tratar de tirar la basura. Por lo general bastaba con asomarse para ahuyentarlo, le gustaban los gatos pero ese en específico se había vuelto en su enemigo mortal.








Abrió la puerta de cristal buscando entre las sombras de la lavadora, bicicletas y demás que mantenían arrumbados al gato grisáceo pero nada desde esa posición. Ni siquiera podía distinguir a quienes ladraban, cosa que le preocupó. Sabiéndose exactamente el camino optó por salir a ver qué pasaba.








—¿Peter?—murmuró.








Allí estaba. Peter Quill. Tratando de tranquilizar al par de chihuahuas color ocre. Al escuchar su nombre levantó la mirada y con una sonrisa en el mismo volumen habló.








—Hola Bea.








—¿Qué...?—sacudió un poco su cabeza para tomar a sus animales en brazos, cosa que no les detuvo de seguir haciendo escándalo—no es que me moleste verte, al contrario. Pero ¿qué haces aquí?








—Vine por ti.








Dio un paso hacia Beatriz para poder acariciar a la más grande, Rowena. La perrita cayó ante su encanto fácilmente. Poco a poco Katniss, la otra y más delgada de ambas, se limitó a gruñir. Beatriz le miraba atenta a cualquiera que fuera su siguiente movimiento.








—¿Qué?—sonrió—hablo en serio.








No supo qué decir. Bajo la luz de la luna podía apreciar el rostro de Peter a medias. Una cosa era una salida al centro luego del trabajo y otra muy diferente dejar la Tierra.








—Hace frío. Ven.








Se dio la vuelta entrando de nuevo a la casa para que él le siguiera. Su habitación era pequeña; tenía la cama en el centro, un ropero a su derecha y del otro lado junto a la ventana un estante a reventar de libros, maquillaje y figuras de acción. Las paredes estaban cubiertas de pósters y una televisión frente a la cama. Cerró la puerta con cuidado luego de que entrara su invitado para después dejar a las perritas sobre el colchón.








—Si mi mamá te descubre aquí...uy.








—Suena como una mujer muy agradable—bromeó observando a su alrededor. Sin poder evitar sonreír al encontrar el par de fotografías cerca de un joyero.








—¿Cómo llegaste aquí?—se cruzó de brazos como si eso detuviese a su corazón de lo rápido que latía—lo de la estación de radio lo entiendo pero ¿mi casa?








—El comunicador—levantó una ceja—Rocket me dijo que también daba coordenadas. No muy exactas déjame decirte. Vi a tu vecino en ropa interior y creo que me va a costar un buen tiempo olvidar esa imagen.







Ella soltó una risita, cosa que le hizo sonreír.








—Te extrañé—murmuró sentándose en la orilla de la cama quedando un poco más a su altura.








—Nos vimos hace una semana.








—Lo sé. Debí venir antes pero ya sabes, tenía que salvar un planeta...o dos—Beatriz se acercó con una sonrisa para quedar enfrente suyo dándole la oportunidad a Peter de posar la mano en su cadera, acariciando el resorte de su pijama gris—soy un hombre responsable.








A este punto el par de animalitos se habían acostumbrado a su presencia y ahora buscaban su atención más toda le pertenecía a Beatriz.









—Yo...no quiero que te conviertas en mi mariposa—confesó sin romper el contacto visual, recordando la canción que escucharon juntos aquella vez—y quizá en verdad me gustaría tenerte a mi lado al momento de pelear porque tienes excelente puntería y aquí entre nos, Drax una vez se disparó él mismo en el pie—hizo una pausa para negar—o simplemente para cosas más cursis como tomarnos de la mano y completar las oraciones del otro.








Beatriz sonrió ante su rara confesión, muy a lo Peter Quill. Suspiró analizando cada facción suya: sus ojos claros, su cabello ligeramente ondulado. No decía nada. No sabía qué decirle. Qué hacer. Pero él si. Se levantó sin dejar de tocarle.








—Eres una estrella ¿lo recuerdas? Y ellas pertenecen allá arriba...—susurró acercándose más—ven conmigo, Bea.








Parecía estar bajo un hechizo, no separaba su mirada de esos ojos verdes. ¿Se estaba volviendo loca o sólo estaba enamorada de Peter Quill? La respuesta era ambas. Así que terminó de unirles juntando sus labios pudiendo acariciar su rostro mientras lo hacía. No sabía cómo es que había pasado toda una vida sin él.








—¿Eso fue un si?—preguntó en voz baja—¿o un "gracias pero lo pensaré nos vemos luego"?








Ay, Peter—le dio un par de palmadas en el pecho alejándose de él y su expresión confundida—espero que exista Wi-Fi en el espacio por que mi Spotify no se actualiza solo.








—No sé de qué hablas pero con gusto te lo consigo—le miró ir al ropero—y con eso me refiero a hacer que Rocket lo haga.








—Hablando de Rocket—sacó una de sus viejas mochilas de cuando iba a la escuela. Tenía estampado de dinosaurios y botones con los Muppets en los cordones—deberíamos pasar a un Oxxo. Allí venden las papas que tanto le gustaron.









—¿A un qué?

star-girl    ✩   peter quillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora