前言 - Prólogo

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Apretaba mi teléfono entre mis manos, re leyendo el mensaje que me habían enviado hacia días, diciéndome sobre que finalmente me presentaría en un pequeño escenario; supuestamente todos pensarían que solo era un Karaoke, pero no lo era. No sabía cómo explicarle a quien había organizado todo que tenía pánico, sentía que me desmayaría en cualquier momento.

Todavía tenía algunas horas.

Estaba nervioso por la presentación de hoy, sería la primera vez que me presente frente a gente en un club conocido. Mi primo, Gu Xiao, me había conseguido un lugar, luego de escucharme cantar por accidente; creía que estaba solo en la habitación cuando ocurrió. Él me dijo que tenía buena voz para cantar, que no solo tenía talento para salvar vidas.

No lo creí en ese momento.

Con los contactos de conocidos, y de algunos amigos, consiguió que me presentara en un club muy concurrido. Creía que me estaba ayudando, acepte solo porque me lo suplico, e insistió por varios días, pero la verdad es que me pongo muy nervioso cantando en público. Me gusta más cantar en privado, estando completamente solo, sin nadie más alrededor.

Algunas veces cantaba o tarareaba, para los niños internados. Algunas veces mientras dormían, solo para hacerlos sentir mejor. Ellos siempre me alababan diciéndome que tenía bonita voz, muy hermosa. No lo creía tan así, pero debía creer en lo que ellos me decían. Yo era su doctor, muchos de esos niños los había atendido casi toda su corta vida; los conocía bastante.

Sus madres estaban muy agradecidas conmigo.

En mis treinta y un años, he curado a tantas personas desde que estaba en la universidad, en mis practicas muchos fueron salvados por mis manos, y por el hecho de que no me daba por vencido con nadie. Si podía revivir a una persona lo haría, dándole más tiempo con sus seres queridos, o una segunda oportunidad.

Mi maestro me había enseñado eso.

Pero esto era completamente diferente a salvar vidas, me presentaría frente a personas que no me conocían o apenas había hablado, y cantaría frente a ellas. Dejaría que un montón de extraños me escuchen cantar; los nervios aumentaron con solo imaginarlo. Debí decirle a Gu Xiao que desistiera de esto, que no hiciera nada, así no estaría tan nervioso.

Tuve tiempo para hacerlo, y no lo hice.

Inhale y exhale lentamente, admirando la vista desde lo alto del hospital, estaba en la azotea intentando calmarme. La vista desde esta altura me encantaba, siempre que podía venia a relajarme; estando aquí podía pensar con claridad.

Mi teléfono vibro, una alerta de que me necesitaban en una de las salas.

Baje rápidamente, podía escuchar por los parlantes que me solicitaban en la sala siete. En el camino me encontré con varios colegas doctores, quienes me acompañaron, charlamos hasta que veo a la distancia a las enfermeras moviéndose de un lado al otro. Una mujer mayor se quejaba de un horrible dolor, rápidamente la llevamos a una habitación, donde la atendería para saber que le ocurría.


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Salía del quirófano, quitándome el gorro de cirugía; estaba realmente cansado.

Luego de revisar a la mujer, descubrimos que tenía un problema muy grave en el estómago, tuvimos que operarla de emergencia. La cirugía llevo algunas horas, pero finalmente la mujer estaba fuera de peligro y estable. En unas horas despertaría y podrá estar con sus familiares, quienes estaban en la sala de espera.

Uno de mis colegas le daría la noticia de que su familiar estaba bien, y que todo salió perfecto. Camine hacia la sala de descanso, necesitaba comer algo y sentarme unos minutos. Aunque seguramente no pueda, haría el intento. Mi profesión me hacía trabajar casi sin descanso, pero lo valía.

Al llegar al comedor, pedí una rebanada de alguna tarta y té, lo necesitaba. Revise mi teléfono, notando los cientos de mensajes de Gu Xiao, quien me preguntaba si ya estaba listo para la noche; sinceramente no lo estaba. No estaba listo, pero era mejor que lo enfrentara una vez. Sería una experiencia de una sola vez en la vida.

Tal vez no me mate presentarme en aquel bar, cantaría solo algunas canciones y finalmente podría enfrentar mi pánico. A la gente podía gustarle, como tal vez no, nada cambiaria en mi vida por eso; no creía que nada pudiera salir mal de todo esto.

No sabía que después, mucho más tarde, me arrepentiría de mis palabras.

Disfrute de mi merienda, mientras aprovechaba esos minutos de paz; todo parecía estar relativamente tranquilo en el hospital. Unas jóvenes aparecieron poco después, inclinándose en agradecimiento por cuidar y atender a sus familiares, por salvarlos y darles otra oportunidad.

Les agradecí, diciéndoles que no era necesario tanto agradecimiento, ya que era mi deber como doctor el salvar y cuidar a cada uno de los pacientes. Entre las jóvenes, porque si eran casi todas mujeres jóvenes y sus madres, a quienes atendí en algún momento, empezaron a dejarme obsequios: comida bien envuelta, cartas de agradecimiento, algún peluche de conejo, flores y alguna bebida.

Intente rechazarlos, pero ellas insistieron; llenaron la mesa con sus regalos, casi no tenía espacio para apoyar los brazos. Tres de las personas adultas me pidieron mi número, poniendo como excusa escribirme si volvían a sentirse mal o tenían alguna consulta. Esa excusa me la sabia de memoria. No sabía cómo decirles que yo no le doy mi número personal a nadie, mucho menos a los pacientes.

Por suerte un colega se acercó, diciendo que yo tenía una novia.

Todas lo observaron, yo incluido aunque sabía que iba a decir, dijo que yo tengo una novia y era este hospital, ya que solo me dedicaba a mi trabajo. No era una completa mentira, pero no tenía por qué decirlo él. No he tenido novia desde que estuve en la universidad, y ella simplemente me dejo por otro hombre. Me dolió un poco en su momento, pero luego lo supere; no era el fin del mundo no tener pareja.

No tenía ningún apuro en conseguir novia, aun soy joven; seguramente en el momento menos esperado aparecería ese alguien especial. Pero en el mientras tanto, podía enfocarme en mi trabajo. Le dije a mi colega que no dijera tonterías, mientras me disculpaba con todas y me alejaba, no tome ninguno de los obsequios.

Ellas comenzaron a gritarme que los conservara, muy rápidamente le dije a mi colega que se encargara de ponerlos en otro lado. Y por otro lado, me refería a que se lo diera a otras personas, que distribuya los alimentos a los pacientes y la bebida se lo diera a los directores en agradecimiento por parte de esas personas, que les diera las flores a las enfermeras y los peluches a los niños.

Yo no aceptaba ni me quedaba con nada.

Prefería que alguien más disfrutara de los obsequios que me daban, me hacía sentir mucho mejor cuando uno de esos peluches, que eran originalmente para mí, alegraban a algún niño o niña que estaba internado; sus padres muchas veces me agradecían el gesto.

Fui detenido por una joven, a la cual conocía bastante bien, ya que yo atendía personalmente a su padre. Su nombre era Lin Zhixiao, ella me dio un café, con algunas galletas supuestamente caseras. No sabía cómo rechazarla, así que solo tome lo que me ofrecía y me aleje, ella siguió hablándome hasta que llegamos al área que es solo para doctores.

Despidiéndome rápidamente, entre al cuarto cerrando la puerta casi en su cara. En cuanto estuve a solas, deje la taza de cartón a un lado y las galletas, y procedí a tirarme unos minutos en la cama que había aquí. Exhale sonoramente, balbuceando molesto contra la almohada. A veces este tipo de situaciones me agobiaban, y mucho.

Voltee, mirando la litera de arriba por unos minutos. Solo quería un poco de paz, al menos unos minutos de silencio, estar a solas. Sé que era mucho pedir de mi parte, ya que trabajo en un hospital y tenía una larga lista de pacientes, pero solo quería disfrutar un pequeño momento a solas.

Mi descanso se vio interrumpido por la vibración de mi teléfono: me necesitaban.

ᴸᵒ ⁱⁿᵉᵛⁱᵗᵃᵇˡᵉ - [ChenWei]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora