Aventuras con Maulo...

14 4 3
                                    

La primera idea que tuve fue simple, encontrar a alguien que me pudiese decir qué demonios estaba haciendo yo allí. No podía haberme metido dentro del videojuego, soy friki, pero no llego a tanto. Además, seguía teniendo mi misma apariencia, pelo negro y ojos azules claro, no era el verdadero Ash, el cual era pelirrojo, con un degradado de abajo a arriba de naranja hasta acabar casi en blanco y sus ojos amarillos. Además de tener tal cuerpazo que parecía sacado de un programa de ver como hacían pesas. Yo, por el contrario, era bastante delgado, y más alto que el verdadero Ash, el cual mediría apenas unos centímetros menos que yo. Primero pensé en preguntar a los vecinos. Había mucha gente por allí, como para no verla. Granjeros, niñas y niños, embarazadas o rechonchas la mayoría de mujeres... Aun así, todos llevaban un peto, parecía imprescindible. Serían granjeros, pensé. Todos con peto azul y camisa roja y yo con un arma en la espalda. No suelen darme vergüenza estas cosas, es más, me da igual, pero ahora sentía que todos me estaban mirando como si fuese el raro, que lo era. Me daba miedo que me fueran a secuestrar. De repente, frente a uno de los caminos entre el maizal que había, me encontré de frente con un hombre grandullón con el peto, sin duda, y una niña de entre tres y cuatro años subida sobre él. Yo, con Maulo en la espalda, me acerqué un poco encorvado por molestar.
—Disculpe... ¿De casualidad sabe cuál es mi misión?
Aunque, me quedé en blanco. ¿Cómo preguntar una cosa tan, pero tan estúpida? Yo no voy preguntando así porque sí por la calle que cuál es mi misión. En cambio, recordé que era un videojuego. Él debía ser un Bot, como yo lo llamo, y no habría problemas. En cambio, su cara fue un tanto extraña.
—¿Eres nuevo por aquí? —me preguntó al instante con esa cara de duda. Yo abrí los ojos.
—Perdone que le molestase... Soy un imbécil —terminé cortándome y poniéndome rojo para marcharme de allí con vergüenza.
Nada más me giré, Maulo, que estaba sobre mi hombro, suspiró fuerte. Me dio un codazo que apenas noté, pero estaba enfadado.
—Qué vergüenza, qué vergüenza, qué vergüenza... —iba repitiendo más rojo que cualquier tomate que hubiese por allí.
—Sabes que así no vas a conseguir nada. No sé cómo buscarás los desafíos en tu vida real, pero aquí se buscan haciendo cosas, cosas duras. No preguntando a la gente de por ahí como llegar a tu misión. imbécil —terminó juzgándome en alto y eso me dolió.
Me pasé las mangas por los ojos. Entonces, me di cuenta por primera vez de que esta era negra. Era cierto, no me había mirado el resto del cuerpo. Seguía delgado y flacucho, aparte de tener una pinta de debilidad de esas típicas personas que no hacen ni el mayor esfuerzo en gimnasia, que también es mi caso. Llevaba una braga morada alrededor del cuello y, luego, un uniforme negro por todo el cuerpo, muy feo en mi opinión. Lo que más me gustó de mi traje sin duda fue que llevaba una capa que me llegaba hasta la cintura. Me hacía parecer un tipo duro. Sonreí, alegre y olvidando lo que acababa de vivir hacía unos minutos.
—Quiero ir a esa ciudad, Maulo —dije lo más serio y convencido que pude para darme ánimos a mí mismo. Sin duda, soy un pringado.
—Pues ve. Nada te lo impide, chico —replicó suspirando —Yo solo te puedo seguir, así soy. Como tú me llamas, rata. A pesar de que no soy una rata, sino un teríantropo.
—¿Un qué has dicho? —dije lentamente, haciendo así ver que, aparte de que no le había entendido, no estaba escuchando.
Teríantropo —me corrigió —Es cuando convierten a una persona en un animal, ¿esa te la sabes? Yo, Maulo, antes era un hombro fornido y, sobre todo y, ante todo, hermoso —se pasó la mano por la cara.
—Sí, sí, lo que tu digas, terítropo. Tengo que seguir con mi misión porque estoy empezando a tener un ataque de ansiedad al pensar que el progreso de mis videojuegos se habrá perdido.
Y eso era cierto. Solo de pensar en todo el tiempo que había estado jugando para que justo por una tontería como esta se me hubiese borrado todo, me provocaba una sensación de presión por todo el cuerpo. Estaba siguiendo los caminos de tierra por los que me había metido y estaba entre el maizal. Pero me detuve al momento. Maulo me estaba reprimiendo por haber dicho mal la palabra que a él tanto le importaba mientras yo pensaba en mis cosas y no le estaba haciendo ni caso. Entonces, subí la mirada.
—¿Dónde estoy? —dije al momento cuando caí en la cuenta de que me había perdido del todo por ir pensando y hablando a la vez.
Entonces, fue pronunciarlo y algo se movió a mis espaldas, como un terremoto, pero era en mi propio cuerpo. En mi espalda. Como me asusté, solté la mochila rápidamente y me aparté mirando y andando a distintos lados. La mochila, era sin duda la mochila. Se movía. Me recorrió un escalofrío mientras mi compañero ratón se fijaba en mis movimientos.
—¿Qué demonios haces ahora? —preguntó con voz de aburrido. Yo cogí aire.
—La mochila... La mochila se ha movido sola... —la señalé con miedo.
—Pues claro, imbécil. ¿Y qué iba a hacer sino? ¿Cómo vas a saber el lugar al que debes de ir sino? —pareció desesperado al explicar. Al menos, eso quiso parecer.
Yo le miré con duda en la cara. Sé que no vivo mucho en la realidad, pero creo al mil por cien que las mochilas no se mueven solas. O eso o estoy alucinando. En cambio, el ratoncito cogió aire al momento y suspiró.
—Es verdad, es verdad, que no eres Ash... —recordó al momento —La mochila lleva un mapa para ver tu ubicación actual y para ver a tus alrededores. Cuando haces la pregunta de "¿dónde estoy?", este se mueve solo para sacar el mapa y decírtelo con certeza.
—Ostras.
—Y, por cierto, te recomiendo no tirar tus armas al suelo, Ashi —dijo dándome un sermón. No soy de los que recogen lo que tira, soy más un basurero —No querrás que se lo diga a tu mamá y te regañe.
—Ja, mi madre ya se ha acostumbrado a tener un hijo tan sucio como yo. Soy tan torpe y descuidado que mi habitación está más sucia que la basura y la ropa sucia unidas en una.
Esto último lo dije con una sonrisa. Aunque fuese asqueroso, me enorgullecía de ello. En cambio, Maulo suspiró más fuerte, poniéndose una mano en la cara en tono de desesperación absoluta hacia mí. Recogí el arma y la mochila del suelo. Ahora también había un panfleto que recogí y miré. Sin duda, como en un videojuego, te mostraba posición actual y el resto del reino. En cambio, como no conocía las partes más alejadas, estaba en gris. Suspiré.
—Ahí tienes una ruta para ir. Yo te voy dirigiendo si lo ves mejor que seguir ese mapa —me calmó.
El mapa se metió sólo en la mochila nada más lo doblé. Luego, me giré a mi compañero para seguir el camino por donde tenía que ir. Por ahora, maizales, después ya vería. Nada más salir de ellos, todo cambió radicalmente. A ver, es un videojuego. Aparte de que se hacía ameno el paseo como me había pasado que solo había recorrido veinte metros más o así, todo cambiaba de un momento a otro. Pasaba de barro total y mazorcas por el suelo a un suelo de piedra hecho de ladrillos grises. Miré en frente, era un puente. Fui a pasar, pero algo me detuvo. Por un momento, me quedé parado y no entendí por qué. Miré a mi amigo dudando.
—¿Estás seguro de pasar? —me preguntó como si fuese un niño de cuatro años.
—¡Por supuesto que sí...! —repliqué.
Entonces, me dio paso. Y, esta vez, funcionó. Caminé por los ladrillos y mis pies se metían entre las baldosas. Me hizo gracia, pero era un fastidio tener que caminar.
—¿Qué edad tienes, Ash? —me dijo rápidamente Maulo, que me miraba con duda. Yo me pasé la manga por un ojo.
—Tengo diecisiete —es lo que dije antes de meter mal un pie y, de repente, notar un golpe por detrás.
Caí al suelo haciendo totalmente el ridículo. Cuando subí la vista, pude comprobar que había sido mi propio compañero quien me había dado ese golpe. Traía una mirada seria que me echó en cara al momento.
—Esa es tu edad real, ¿verdad? Pero no es la edad verdadera de mi Ash. Tú no tienes diecisiete años, Heartbuck, tienes treinta. ¿Sí o sí?
Me quedé un momento aturdido por el golpe mientras pensaba. Luego, bajé la cabeza contra el asfalto. No tenía pinta de treinta ni de broma, pero me tendría que ceñir a todo lo que me dijese ese animalucho. Mi nombre es Ash Heartbuck, tengo treinta años y ¿qué más?
—¿Cuál es tu comida favorita? —me preguntó, buscando mi error.
—¡No lo sé, no lo sé...! Acabo de empezar a jugar, no tengo idea de nada...
Volví a recibir un golpe de su parte que me hirió. También me susurró que me levantase de una vez. Obedecí mientras recogía la espada y a Maulo del suelo.
—Cerveza —terminó por decir.
—Mira, soy más que nulo en actividades sociales y toda la biología. Pero me parece que cerveza no es una comida —dije sin saber ya si reírme o llorar.
—Da igual, así han programado a mi Ash y así vas a ser, imbécil. ¡Cíñete!
Me volvió a golpear una tercera vez. Ya me empezaba a doler la cabeza. ¿Cómo una rata podía tener tanta fuerza? Aun así, seguí caminando mientras miraba a los lados. Ya había cruzado el puente por el que me había caído y ahora estaba al otro lado. Me pareció graciosa, incluso bonita la forma de las casas. Todas estaban hechas de piedra como el del suelo, muchas tenían carteles colgados y otras tantas eran altas y antiguas. Había mucha gente por allí, es más, parecía un puerto. Había hombres mayores pescando, había niños jugando a tocarse unos a otros, había gente comprando puesto que todas las casas parecían dar un servicio o producto al resto. Fruta, verdura, pan y demás. No había árboles, ni siquiera plantas. Todo era muy rural. Y toda la gente parecía estar disfrutando. Sonreí, pero la bajé rápidamente. No me gusta socializar.
—¿Dónde puedes encontrar a esa persona con tu misión, Ash? —me preguntó de repente y yo, temiendo que volviese a golpear, subí los hombros.
—¿En un bar? No lo sé. Por favor, no me pegues...
Puse mis brazos para proteger mi cabeza, pero Maulo suspiró. Me la destapó para hablar.
—No era una pregunta trivial, estúpido. Y resulta que te estás ciñiendo a tu personaje ahora mismo, ¿no lo ves?
—No —dije sin parecer tonto, que fue justo lo que parecía.
—La comida favorita de Ash es la cerveza y tú quieres ir a un bar. Seguro que allí encuentras a quien buscas.
Bajé mis hombros al verlo claro. Es cierto, si estaba programado para eso seguramente allí estaba a quien buscaba. Levanté la cabeza, bien serio.
—¿Dónde estoy? —dije pretendiendo que saliese el mapa. Y así fue. El bar se encontraba a unas calles, solo girando y sin más. Sonreí —¡Vamos, Maulo! ¡A buscar aventuras!
Él también se rio. Por primera vez en toda la historia, me estaba emocionando. Con firmeza, me dirigí a donde quería ir y me fui fijando en todos los aspectos del videojuego. Era bonito vivirlo, sin duda. Fui por unas calles estrechas en donde ya no todo era tan bonito. Había gente pidiendo dinero, otras fumando y demás. Aun así, me seguía emocionando. Me recordaba a todos los videojuegos que había jugado ya que eran muy parecidos. En frente de la puerta del bar, la cual era una entrada con una puerta de madera en bastante mal estado, había un chico con una guitarra que también pedía. Era el primero que veía con un instrumento musical en toda la historia. Me sonrió con los dientes salidos, saludando.
—¡Buenas días, forastero! Puedes pedirme la canción que desees a cambio de dinero —dijo el chico con una sonrisa plena en su cara.
—Gracias por la oferta, pero ahora estoy ocupado —resumí y traté de darme prisa —Tampoco tengo dinero, lo siento.
—¿Y tienes pensado entrar a un bar sin dinero...? ¡Digo! Por favor, dime una canción que yo te la toco y me das algo de lásowas a cambio. Mira, tengo una hija y —trató de persuadirme con su cara bonita y gordita. Lo miré por encima y pasé dentro.
Sé lo que estaréis pensando. Ash, no tienes empatía. Pues tienes toda la razón, no me gusta salir ni de mi cuarto para hablar con la gente y en los videojuegos o te alías o mueres. Cerré la puerta antes de que una jarra de cristal se rompiese a tan solo medio metro de mi cara. Giré mi cuerpo con miedo por lo que me pudiese esperar. Frente a mí, estaba el típico bar. A la izquierda, la barra con mucha gente robusta y enorme hablando con el camarero o entre ellos. Al otro lado y en frente, había mesas que se sujetaban mínimamente con un trozo de su pata ya que parecía truco de magia. Esto al igual que con las sillas que incluso me sorprendía cómo podían aguantar tanto peso puesto que aquellos tipos eran enormes. Había cristales tirados por el suelo, cerveza tirada por el suelo, incluso el suelo estaba roto, las baldosas al menos. De ahí asomaban ratas y alguna que otra cucaracha. Estaba muy oscuro de todos modos. Había entre nada y menos de luz en unas lámparas colgadas en el techo que apenas resistían en una cuerda o con solo una bombilla que encima parpadeaba. Además del inmenso ruido que había. Todo el mundo gritándose unos a otros y alguno que otro ya había sacado los puños. Por eso casi se me estrella un vaso en la cabeza. Agarré mejor mis cosas y decidí sentarme en la barra con la cabeza baja, intentando no hacer contacto visual con nadie.
—¿Qué debería de hacer ahora...? No hay nadie que me llame tanto la atención como para que sea el que me dice la misión —dije en susurros. Mejor pensar que estaba loco a que alguien quisiese pegarme un puñetazo por interrumpir.
—Pues, no sé. Actúa como Ash y tómate una cerveza —fue su única respuesta.
—¡Pero que tengo diecisiete años...! Yo solo tomo bebidas con gas y agua —repliqué en un susurro más alto, lo que hizo que llamase la atención de uno de los que estaban a mi lado y me mirase raro.
Me puse pálido y, rápidamente, desvié la mirada. No quería ningún problema con nadie de allí. Es cierto que aquellos tipos eran enormes y fuertes, pero yo tenía una espada y, aun así, seguía siendo un cobarde. Cogí aire mientras Maulo se sentaba en mi hombro.
—¿Algo para tomar, joven? —preguntó de repente el camarero, el cual había aparecido justo en frente de mí limpiando un vaso.
Era particular, tenía un gorro y un bigote, como si no fuera el típico camarero de un bar. Negué con la cabeza.
—Gracias, pero no tengo dinero y no puedo pagar.
—Está bien. Cuando quieras algo, solo levanta la mano —terminó por decir e irse.
Sin duda, actuaba como un Bot, lo habían programado para eso. Pero yo que llevaba una espada y una mochila que daba pena seguía sin un centavo para nada. Al menos eso pensaba cuando Maulo me habló en bajito con su voz aguda.
—Deja de decir que no tienes dinero. Sí tienes y bastante —dijo dándome un golpe en la cabeza.
—¿Y dónde tengo yo dinero si se puede saber?
—¿Has revisado bien tu mochila?
Lo que dijo me pareció a la vez tan tonto y fácil que suspiré. Me desaté la mochila por detrás para ponerla en frente de mí. Sin sacar la espada, empecé a mirar con mis manos hasta palpar algo cuadrado. Lo saqué disimuladamente hasta descubrir lo que era; una vieja cartera. Miré a la rata de mi lado para ver como asentía. Lo abrí con cuidado de no llamar la atención y observé que dentro había pequeños círculos mal hechos y gorditos. Saqué uno para ver mejor lo que era; era un tipo de moneda entre plateada y grisácea hecha de algún material parecido al metal, pero tampoco se me da bien la química. Era una moneda, en fin. La aprecié durante unos segundos antes de que el camarero se me acercase rápidamente.
—Veo que has cambiado de opinión —empezó diciendo sin darme a mí tiempo ni para reaccionar ni para pensar —¿Qué es lo que quieres?
—Deja que lo piense un momento. Debo consultarlo con mi espada...
Giré la cabeza radicalmente a Maulo. Estaba claro que él quería que pidiese cerveza, por lo que suspiré; le haría caso. Dejé mis cosas de nuevo en mi espalda y tendí la moneda al camarero.
—Una cerveza, por favor... —se me notaron las ganas.
—Bien hecho, falso Ash.
Lo dijo en cuanto se fue. Creo que era por su diminutez o por algún factor que nadie había visto que llevaba una especie de rata en mi hombro que se llamaba a sí mismo teríantropo, pero lo pasé por alto. El camarero hizo resbalar el vaso por toda la barra hasta llegar a mis manos. Nunca había probado aquel mejunje y me negaba a probarlo, por lo que lo dejé en la mesa.
—Nunca me he emborrachado y, creo que, si lo tomase, me darían náuseas porque tiene mala pinta —aparté el vaso de mi vista todo lo que pude. En cambio, Maulo me lo replicó.
—No sabe a nada, hazme caso. Yo también bebía cuando era humano y sabe igual que el agua, te lo prometo —dijo tratando de darme ánimos.
Lo miré de arriba a abajo. Sin duda, como era tipo videojuegos, era bonito con su espuma y color marroncito. En cambio, tenía mala pinta. Pero algo me hizo cambiar de opinión y fue rápido.
—Como no te lo tomes, te pego en la cabeza hasta dejarte inconsciente —me amenazó al momento y yo me asusté tanto que tragué saliva.
Agarré la taza con cuidado por ambos lados a pesar de llevar una parte sobresalida como un mango. Me lo puse en la punta de los labios y, cerrando los ojos con miedo por lo que pudiese pasar ahora, me lo metí en la boca. Lo tragué todo lo rápido posible y dejé el vaso en la mesa para coger aire de nuevo. Incluso se me había salido alguna lagrimita. Antes de darme cuenta, lo había probado y casi me la había bebido entera.
—¿Qué tal estás ahora, Ash? —dijo riéndose de mi cara.
Me detuve un momento a pensar en su sabor. Mordí mis labios y noté la sensación con la lengua de nuevo. De repente, me di cuenta de que no me había sabido a nada como bien había dicho Maulo. Miré con duda a mi rata antes de que él asintiese.
—Te lo dije.
—¿A esto de verdad sabe la cerveza...? Yo pensé que estaba agria o algo así —todavía no me creía aquello, pero un pensamiento me pasó por la cabeza al momento; es un videojuego, no te sabe a nada, está claro.
Eso sí tenía sentido. Entonces, empecé a reírme. Así era fácil tener que tomar alcohol. Agarré con un poco más de firmeza la taza y decidí volver a metérmela en la boca. Bueno, cuanto antes me acostumbrase, mejor. En cambio, justo antes de tener la mínima oportunidad de volver a probarla, alguien pegó un golpe por detrás de mí. Es normal en un bar así con gente que parece luchadores de sumo oír un golpe de repente, pero este vino desde fuera. Fue un golpe a la puerta. Se abrió antes de ver como dos tipejos enormes como ellos entraban tirando dentro a uno más bajito al suelo. Traté de no mirar para no meterme en problemas, pero no funcionó de nada ya que, agarraron a su víctima del suelo y le estrellaron la cabeza sobre la barra. Todos se quedaron callados para ver el espectáculo. Yo ni quería mirar, no quería que yo acabase como el pequeñajo. En cambio, Maulo me dio un golpe y me susurró.
—Mira, Ash...
—Si miro, ¿me van a pegar?
No respondió, solo se quedó mirando. Podía oír como le estaban pegando mientras le gritaban cosas, pero no estaba prestando nada de atención a la conversación. Solo llegué a escuchar algo que me llamó la atención.
—¿Se puede saber a qué se debe esta pelea? —preguntó ahora la camarera del bar —¿Cuál ha sido la razón para ser este chico ahora tu víctima?
—Yo venía con mis lásowas al bar a tomarme mi cerveza mañanera —empezó diciendo uno de los hombros con un tono de voz por el cual se podía diferenciar su estatura y fuerza —Cuando este chico me pidió y yo me negué rotundamente.
¿Pidió? ¿Pidió dinero? Entonces, desvié mi mirada rápidamente para ver si tenía razón. Efectivamente, era él, era el chico de la guitarra. Cuando me miró, tenía los ojos morados ya que le habían pegado, y su pelo completamente desordenado. Subió su nariz como con pena antes de que le pegasen con un vaso de cristal en la cabeza. Apretó sus dientes con dolor y decidió cerrar los ojos para pedir clemencia.
—Perdón... Perdón, mi señor... No sabía que usted pertenecía al área cercana al gobernador... —decía tratando de dar lástima y al borde de las lágrimas —No lo haré más, pero, por favor, no me pegue de tal forma...
—Tengo una idea mejor —dijo al momento el otro hombre, el cual también era enorme y con unos músculos realmente grandes.
Todo el bar dirigió su atención a aquel hombre una vez dijo aquello. Su movimiento fue rápido, subió la mano y se dirigió a alguien de fuera antes de hablar con seriedad y firmeza a la vez.
—Tráeme el instrumento, imbécil —se refirió así a otro de sus compañeros que quedaba fuera.
Al momento, el chico subió la cabeza, pero se la volvieron a bajar con fuerza contra la barra. Un tercer hombre entró con la guitarra de este y se la entregó a su compañero. La subió a la alto con su mano mientras sonreía.
—Puesto que te vamos a dejar libre, por lo menos quédate con la marca de esta caja mágica de producir sonido.
—¡Por favor...! ¡La guitarra no...! ¡Todo menos la guitarra...! —dijo tratando de levantarse haciendo todas sus fuerzas, pero el otro le retenía.
Se notaba la desesperación que traía el chico por su instrumento, pero nadie iba a hacer ni caso de lo que dijese. Supongo que tenía que ver algo así con las clases sociales, pero se me da mal la historia también, así que no me acuerdo bien. El grandullón la agarró ahora por el otro lado, haciendo así que estuviese cogida de ambas partes. En cuanto hiciese algo de fuerza, partiría el instrumento en dos. El pobre chico solo podía hacer fuerza para detener su movimiento, pero ni con esas. Entonces, dobló la guitarra antes de que...
—¡Alto...! —dije de repente al levantarme de un salto.
Todo el bar ahora se quedó mirándome con cara de tontos. ¿De dónde había salido yo? Y, lo más importante, ¿por qué parecía tan ridículo con una espada dirigiéndome a tres tipos con puños como misiles? El chico me miró con la mirada algo perdida mientras entrecerraba los ojos con lástima. Al momento, le lanzaron al suelo para hablar conmigo.
—¿Qué haces aquí, imbécil? —dijo el primero de los tres mientras pisaba al guitarrista —¿Sabes acaso cuál es tu clase social? No puedes pegarte con alguien que es mayor que tú, puesto que somos guardias del gobernador Allen.
¿Gobernador qué...? No me estaba enterando desde hacía un rato, pero yo sabía que tenía que defender al chico como fuese. Con mi espada en mano, la puse en lo alto, mostrando así que podían acercarse porque estaba dispuesto a acabar con la amenaza para el músico. En cambio, él también se levantó a mi lado y se apoyó en sus piernas. Me miró con el ojo morado y una sonrisa.
—Yo te apoyo, compañero... —dijo con dificultades para respirar después de sus golpes —Y muchas gracias por salvar mi guitarra...
Era cierto, la guitarra la habían dejado a un lado para pegarse contra mí. Agarré fuerte mi arma para parecer serio contra aquellos monstruos. Aunque el guitarrista estuviese de mi lado, parecía más inútil que yo. Aun así, me lancé a la pelea y conseguí cortar un poco de la manga izquierda de uno de ellos. No llegué ni a rajar su piel, solo su camiseta. En cambio, pareció entre enfadarse y burlarse de mi fuerza. Me dio tal puñetazo en la cara que una sensación nueva me recorrió; eso sí lo sentía. Dolió, dolió mucho. 

Bienvenido al videojuego, Ash Donde viven las historias. Descúbrelo ahora