¿Cómo que Parca?

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Ahora, miramos a la niña. A ver, no era tan pequeña, pero sí se le notaba en las facciones de la cara, como más regordeta, la barbilla más ancha, los ojos más grandes... Estaba programada para ser así, estaba claro. Luego, quién sabe, tal vez no lo era, pero, a mi parecer, sí. Aparte de sus ojos enormes, color morado, lo que más llamaba la atención después era su pelo. Por una parte, estaba completamente rapada menos por una trenza que le colgaba oreja abajo, desde la sien. Luego, la otra la llevaba suelta y, para rematar, era blanca, pero un blanco del color de la nieve. Después, tenía unas mechas rosas que le caían hacia abajo. Se sentó una vez Elías mostró su debilidad y se marchó, pero lo hizo riéndose.
—Pobrecito, no me tenía que haber metido de esa forma con él —cambió radicalmente de aspecto al momento.
Ahora parecía una chica buena, nada que ver con lo que acababa de decir. Aun así, suspiramos. Elías se había marchado y daba la casualidad de que nuestras puertas estaban abiertas, lo que quería decir que...
—¿Sois brujos? —se sorprendió la chica, girando un poco la cabeza a un lado.
—La he abierto yo —sonrió Maulo, alagándose —Sí, soy una rata, ¿algún problema?
—Ninguno, animalucho —dijo ella, pretendiendo que le golpeaba con el puño.
Luego, se desató algo del pelo que llevaba en la parte que le caía larga hacia un lado. Después, hizo una medio sonrisa cuando metió su mano entre uno de los agujeros de la puerta. Al momento, un rayo o simplemente una electrocución apareció en aquel aparato de la chica. Luego, golpeó con cuidado la puerta y esta se derrumbó ante nuestros sorprendidos ojos. La chica se lamió los labios con cuidado antes de hacer una sonrisilla pícara.
—Libre —dijo intensamente —Bueno, fue un placer veros a vosotros, hermanos de cárcel, pero he de irme a seguir con mis tareas.
—¡¿Eres una pilla?! —grité yo, agarrando mejor los palos de la puerta.
Ella hizo un movimiento con su pelo para mirarme mejor. Se acercó a mi celda para agarrar justo los barrotes donde no tenía las manos puestas. Hizo una leve sonrisa, un poco tétrica, antes de sacar la lengua. Me di cuenta de que la tenía partida en dos, pero el verdadero susto vino al hablar ella.
—Somos la Parca —dijo pausadamente y con una seriedad increíble.
Yo, en cambio e inmediatamente, eché todo mi cuerpo hacia atrás. ¿La Parca? Me sonaba de algo, pero ahora mismo no caía en qué. Aun así, aquella mirada, aquella expresión, aquellos ojos y esa lengua... Toda ella daba miedo de una forma u otra. Por eso, justo después de asustarme, ella empezó a reírse como una buena niña pequeña. Luego, abrió mi puerta, ya que nunca la había cerrado, y se acercó a mí.
—Venga, miedica —dijo esta —Somos la Parca, pero aquí solo estoy yo.
Cierto, ¿somos? Miré hacia los lados, todos los lados que había allí, contando arriba y abajo. Me sorprendió ver que no había nada ni nadie, lo que quería decir dos cosas. O bien se lo inventaba y era una pilla mentirosa como la nuestra, o bien había sido capturada sola. De un modo u otro, no parecía querer hacernos daño. Es más, al abrir mi puerta, me metió prisa por salir.
—Venga... ¡Fuera! —me decía mientras me empujaba.
—¿Qué quieres de mí, pequeña pilla?
—Primero, quiero que te calles la bocaza si vas a volver a llamarme así —dijo entrecerrando los ojos con frialdad, pero luego cambió —Segundo, necesito ir rápido para liberar a mi hermano. Él no está en este asco de prisión y debo de ir a ayudarle.
—Ah, ¿y nos necesitas para eso? —propuse, sabiendo que iba a ser afirmativo y que sería otra misión más que hacer, así que lo dije con pereza.
—O todos o ninguno —susurró al momento, antes de dejarme ver unos ojos morados bien relucientes a la poca luz que daban las luces de aquella sala.
Entendí al momento el motivo. Si solo se escapaba ella, llamaría muchísimo la atención y nos abandonarían a nosotros tres, por lo que tendríamos tiempo de sobra para escaparnos, mientras que a la pequeña la pillarían de nuevo para meterla en la cárcel. Por eso su desesperación, antes de que volviesen Elías u Oliver y la viesen fuera de la celda. Salí, mejor dicho, me sacó ella a empujones. Cass salió suspirando de la suya y se apoyó con pereza en la puerta de metal. La Parca fue caminando, dando pasos enormes, hasta esta para empezar a hablar.
—Hola, enana —soltó Cass, con una sonrisa pícara —¿Se puede saber por qué han metido en la cárcel a una niña como tú?
La miró un momento en silencio, antes de sonreír de una forma terrorífica que preferí no mirar.
—Por nada, es solo que las cosas que me gustan no las acepta el maldito de Allen —giró su cabeza hacia la derecha, haciendo que la trenza que llevaba a ese lado bajase hasta su tripa y fuese de lado a lado —Maté a un tipo que se dirigió a mi hermano.
Al momento, pude notar como la pilla abría los ojos y se le bajaba la sonrisa que llevaba puesta. Luego, miró a otro lado con la misma cara de tonta que había puesto. Yo no sabía si reírme, llorar o asustarme después de aquello. Abrí la jaula de Boone y este me miró con los ojos más abiertos que antes a la vez que brillantes.
—¿Nos vamos ya? —susurró, no tenía fuerzas para más.
—Ya de ya, por favor —pedí —¿Necesitas mi ayuda?
Negó, se levantó él solo. Fue apoyándose en la pared hasta ponerse a mi altura. Desde aquella posición, observó cómo la más pequeña se estaba riendo por la cara que había puesto Cass y que seguía teniendo. De hecho, se me acercó para susurrarme algo sin que ella lo escuchase.
—Ash, ni yo estoy tan loca —pareció sufrir al decirlo —¿Se puede saber por qué esta está metida en la misma cárcel que unos tipos que estaban caminando por la calle de noche?
—¡No tengo ni idea...! No entiendo nada de este videojuego —ahora sufrí yo.
Aunque no me escuchó, sabía que no me iba a entender de un modo u otro. La pequeña Parca caminó de un lado a otro mientras movía su cabeza hasta ponerse a nuestro lado, para que los tres la mirásemos al momento. Con una sonrisa plena en su cara, nos hizo una señal para uno de los lados.
—Vamos, personitas.
—¡Espera, espera...! —empecé diciendo para agarrarla de la sudadera que llevaba puesta encima —Aunque hayas venido aquí por matar a un tipo, has dicho que quieres recuperar a tu hermano, ¿verdad? ¿Eso quiere decir que tienes corazón ahí dentro?
La Parca me miró con asco, desesperación y asombro a la vez. Luego, hizo otra pequeña sonrisa, la cual se fue agrandando poco a poco hasta convertirse en una risa. Cerró sus ojos y se inclinó para dar menos nivel a su carcajada, para que no se la escuchase tanto. Seguidamente, asintió varias veces mientras abría levemente su ojo morado hacia mí.
—Ay, héroe... —trató de aguantar el resto de su risa —Por supuesto que tengo un corazón. Es pequeño, gordito y pompea a cada paso que doy. Lo sé porque una vez me lo arrancó y...
—Sí, eso es información innecesaria —me sinceré rápidamente. Tampoco quería saber nada de eso, porque me da asco todo tipo de biología y demás.
—Que te calles, héroe —me hizo callar la pilla, que parecía interesada en el tema —Por favor, sigue, enana.
Aunque le estuviese gustando la conversación que ella misma había empezado, se quedó más callada de lo que estaba Boone. Levantó sus hombros, cerró los ojos e hizo una leve sonrisa.
—Sí, tengo un corazón y, sí, este sirve para tantas cosas como es mi misión. Mi hermano sigue ahí fuera y tengo que irme ya si quiero ayudarle. Así que, venga, moved el culo, vagos.
Siguió recto hacia el lado izquierdo de la sala. Yo me quedé con cara de asco mirándola. ¿Cómo era capaz de cambiar tan, pero tan rápido de carácter? Aun así, nada más dirigirse hacia allí, Boone dio una zancada hacia ella rápidamente para gritarle.
—¡Primero Aiden...! —logró decir, pero la zancada le fue mal y cayó al suelo.
Cass y yo le miramos y, sin deseos ni ganas de ayudar, pasamos de él hasta la Parca, la cual no estaba entendiendo y miraba a Boone con los ojos caídos, como de aburrida. Sacó su lengua.
—Vago... —alargó sus letras del final.
Fue ahora el arquero quien le sacó la lengua. La más pequeña tenía un plan en mente y no por ir a salvar a Aiden tenía pensado cambiarlo. Ni quería, vamos. En cambio, ¿estaba bien dejar allí a Aiden? ¿Cuántas veces me había hecho ya esa pregunta? Me estaba preocupando porque, desde que estaba allí, no hacía más que sobre pensar las cosas más de lo que debía. Era demasiado esfuerzo de mi parte. En cambio, todo pensamiento mío se desvaneció una vez la pequeña Parca había abierto la puerta. Tras ella, el carcelero Elías estaba a punto de entrar justo en el momento en el que queríamos salir nosotros. Fue medio segundo de parón total cuando la chica se lanzó contra él la primera de todos. En cambio, Elías lo esquivó, agachando su cabeza. Después, cogió aire con una sonrisa extraña.
—Vaya, vaya... Mira quién se revela —pareció hacerlo a modo burla, de un modo u otro.
Luego, se lanzó contra ella y cayó justo encima de su pobre y pequeño cuerpo. Se arrancó la capa, llena, llenísima de cadenas, y se la lanzó encima a su contrincante. Era suficiente para taparla del todo. Además, como estaba llena de cadenas, pesaba más de la cuenta. En ese momento, suspiró, poniendo una mirada triste.
—Agh... Odio tener que pegar a los nuevos... Pero, si no, Oli y Allen se enfadan.
Y, sin más, golpeó con el pie a la Parca. No sabíamos si ella estaba bien o se encontraba herida ya que tenía la capa justamente puesta encima. Cass y yo nos miramos durante medio segundo, antes justo de que me sacase yo a Pitón de la espada y me acercase corriendo. ¿A mí qué más me daba aquella Parca, asesina y malrollera? Absolutamente nada. Pero supuse que, si tenía que conseguir a más gente fuerte para mi equipo, la pequeña Parca era de mucha utilidad. Por eso, no pensé en ella a la hora de sacar el aura azul, sino en algo que verdaderamente me importase y que todos sabemos y sabéis qué era. Además, era la primera vez que iba a usar a Pitón contra alguien. ¿Y si me rebotaba? ¿Y si le hería? La sangre da asco, pero es divertido cuando asesinas a un enemigo. Aun así, con Pitón bien cogida y empuñándola con fuerza, salté contra Elías.
—Lo siento por ser tú el villano... —susurré, antes de bajar la espada.
Era igual que la última vez, no había sensación alguna, por lo que no sabía si había o no funcionado. En cambio, me parecía haber visto el halo azul bajando junto a ella antes de cerrar los ojos. Luego, caí de pie en el suelo sin abrirlos. La espada había cumplido su misión, la misión que yo le había encomendado, por lo que la Parca debía de estar a salvo. En cambio, al abrir lentamente los ojos, pude comprobar que Elías tenía la espada cogida con dos dedos, con sus guantes de señorito rico y con los ojos y la boca abiertos, como en forma de duda. Yo sí que abrí los ojos. ¿Cuándo la había cogido? ¿Le había cortado, hecho alguna herida, matado...?
—Pensé que te había quitado la espada —dijo sin expresión en la cara, raro en él —Pero ahora me la puedo llevar.
Con un simple tirón y un movimiento en el que sonaron todas las cadenas, arrancó a mí espada de mis pobres manos sin fuerza alguna y cogida simplemente por el filo, o la punta de esta. No tenía idea de cómo había ocurrido tal cosa en tan poco tiempo ni tampoco por qué no me la había quitado antes y había esperado hasta este momento. ¿Esto debía de pasar en el videojuego real? Tal vez me estaba enfrentando a alguien con mucho nivel para este momento en el que yo tendría como mucho un diez, dependiendo del juego. Justo antes de guardar a mi Pitón ante mis pobres ojos de desesperación, una sombra saltó. No, no era una sombra normal, sino una con el pelo morado. Cass saltó hasta la mitad de nosotros, justo en el medio. No la vi, había aparecido, así como si nada allí. Cayó de tal forma que pisó a Pitón y se la arrancó de las manos a Elías. Luego, con ella en mano, se movió rápidamente alrededor de él. De arriba a abajo, entre medias de las piernas, de un salto, croqueta... Hasta que le puso la espada en el cuello. Elías se había esforzado por detenerla, pero era más que imposible ya que la pilla contaba con una velocidad y unas habilidades que ni un guardia del dichoso gobernador la hubiese podido pillar. Cogió aire muy levemente, mientras sonreía.
—Muévete y te hago comida para canidre, que conste... —le susurró, y yo apenas logré escucharla —Puedo darte unas pautas para no hacerlo, ¿me escuchas?
—Dímelas... —susurró sin cambio de expresión el carcelero.
—Vale. Vas a dejar que mis amigos y todos los presos, contando a la niña, se vayan y no los vais a buscar ni perseguir. Si veo que eso pasa, no dudaré en cortarte la aorta del cuello con un simple corte... Tranquilo, apenas duele. Es un pinchazo.
La pilla sonrió todo lo que pudo para mostrar que no estaba de broma. Elías, el carcelero, me miró a mí con la boca abierta, pero sin decir nada. Tragó saliva, notando el filo justamente puesto en su pobre garganta. Viéndonos a todos nosotros en posición de pelear contra él, puesto que éramos cuatro o cinco, contando a Maulo, contra uno, Elías suspiró. Subió sus brazos y, con cuidado, se agachó hasta quedarse de rodillas en el suelo, cerrando los ojos.
—Hecho... —suspiró este.
—Así me gusta. Los débiles siempre son los villanos —sonrió la pilla, bajando un poco su arma —Morenito.
Le iba a pedir la cuerda para atar sus manos, pero no llegó a tiempo ya que, una vez relajado el arma y en el suelo, Elías dio una voltereta hacia adelante y se puso de nuevo de pie. Cass lo observó con sorpresa y con duda, justo antes de que él hiciese la misma técnica. Agarró una de sus cadenas de las que llevaba en los hombros y se la lanzó a la pilla. En cambio, aunque fuese fácil de esquivar, el carcelero chasqueó los dedos para que las cadenas hiciesen un sonido metálico y, de repente, girasen de tal manera que rodearon el cuerpo de la pilla de los brazos hasta la cadera. Ella no supo cómo actuar de nuevo antes de caerse hacia atrás sin sujeción.
—Agh, odio pegarme contra los nuevos... —repitió Elías, justo antes de levantar la mano.
Al hacerlo, me detuvo ya que había tratado de actuar con Pitón, puesto que Cass me la había pasado de una patada cuando la habían cogido. No me lo podía creer... ¡Con una mano! El humo azul desapareció para que la cogiese él y me devolviese el ataque con mi fuerza multiplicada por mil. Instantáneamente, me lanzó contra la puerta de la derecha, al fondo. No voy a mentir, dolió muchísimo. Pero no podía rendirme ahora mismo, debía seguir luchando. Por eso, lancé de nuevo mi espada para que la cogiese Boone. Aún con el trabajo que nos había dado ese vago antes, agarró la espada con todas sus fuerzas con solo una mano. Cogió aire y la empuñó con todo lo que pudo. Después, se encaró contra Elías sin decir nada. Él suspiró.
—Venga, vamos... Acabemos con esto.
En cambio, al primer paso, Boone se detuvo. Yo, desde atrás, supuse que se había parado ya que le había pasado algo, pero no fue a él, sino que, justo en ese momento, Elías se lanzó al suelo con sorpresa en la cara. Después, empezó a decir cosas que no venían a cuento.
—¡Para, por favor...! —y se reía mientras —Te pido que pares... No me hagas esto... —y seguía, y seguía...
Para ese momento, yo me había podido levantar con dificultades y con dolor en todos los lados de mi cuerpo. Me puse junto a Boone para ver cómo el carcelero se restregaba por el suelo, riéndose mientras parecía sufrir. Puse cara de duda, pero de decepción. ¿Y ahora qué...?
—¡Dale, Maulo, dale...! —dijo riéndose ahora Boone —¡Qué sufra y qué llore!
—¡No, por favor...! No tenía planeado haceros daño —decía Elías, tratando de dar pena.
Justo abrí los ojos en ese momento. Tenía sentido lo que había dicho el arquero y, además, ¿cómo no se me había ocurrido aquello? Maulo, al ser una rata, se había metido por los pantalones del guardia y el roce de su pelo con la pierna de este le habían provocado cosquillas. Además de que le tocaba con sus pequeños dedos, lo que hacía una sensación de risa extrema para el pobre carcelero. En ese momento, Boone se giró a mí rápidamente y me llamó con la cabeza.
—¡Vamos, héroe! —dijo metiendo prisa, pero se acercó corriendo —Te debía una, así que, agárrate bien si no quieres caerte.
—¿Qué...?
Pero no me dejó seguir antes de cogerme por abajo para levantarme por encima de él. Flipé. De nuevo, su fuerza casi me mata ya que casi me tira hacia atrás. Conmigo cogido y con el guardia riéndose, fue corriendo para agarrar a la pilla, que se había quitado la parte de abajo de las cadenas tan solo moviendo los pies. La cogió por la cintura para tener a dos encima. De nuevo, es un videojuego, de un modo u otro... Tenía sentido.
—¡La niña...! —empezó diciendo —¡Morenito, te la dejas...!
—¡Que no te metas con mi piel...! —suspiró este.
Luego, cogió aire y siguió corriendo hasta llegar hasta la puerta. Le dio una patada con todas sus ganas para abrirla, y lo hizo. Una vez la vio abierta, nos lanzó adentro a ambos y se giró hacia Elías, pero no para hablar con él.
—¡Maulo, vamos!
—¡A tus órdenes, mi capitán! —gritó con fuerza para darle un mordisco al guardia carcelero.
Instantáneamente, al notar los colmillos de mi amigo en sus costillas, Elías saltó del dolor. Justo después, Boone agarró a Maulo en sus manos y cerró la puerta rápidamente. Luego, nos recogió a nosotros del suelo, del que ni yo me había levantado más por pereza que por dolor, y siguió corriendo. En cambio, Cass le siguió gritando por detrás.
—¡La niña, idiota! ¡La has dejado dentro...! —siguió y siguió, pero Boone la hizo callar con un grito más alto.
—¡Ha huido...! ¡La niña ha huido!
—¿Ha... Huido...? —dije yo entrecortadamente —¿Cuándo...?
Pero no contestó ya que siguió corriendo. Atravesó una puerta y fue corriendo por muchos pasillos. Entonces, un pasillo iluminado que estaba a la izquierda fue lo que llamó la atención a Boone. Pero no sólo por el simple hecho del pasillo en medio de la nada, sino porque, al pasar por ahí, una mano le agarró de la capa y le metió hacia adentro. Los tres nos caímos por él justo en el momento en el que la luz se apagó. Cuando nos giramos para ver de quién se trataba, nos hizo callar con un chistido.
—¡Elías...! ¡¿Cómo se te ocurre...?! —oímos la voz de Oliver alterada.
—Lo siento, lo siento...
Se les escuchaba hablar y dar pasos por todas las salas. Todos los que estábamos allí nos quedamos completamente callados, en silencio y aguantando la respiración como podíamos. En un momento justo, los sonidos metálicos de las cadenas del carcelero resonaron tan cerca que apenas nos dio tiempo a asustarnos. Es más, pasó corriendo por en frente del pasillo, pero no nos vio. Justo entonces, noté un toque de parte del arquero en el hombro. Me hizo una señal en la oscuridad para seguirlo, aunque apenas me estaba enterando ya que todo estaba yendo demasiado rápido para mí. Les seguí el último de todos. Iba con la espalda encorvada y de puntillas con un miedo tremendo. ¡Me daba verdadero miedo aquel tipo que había agarrado a mi pobre Pitón con dos simples dedos! Con mis pensamientos, no me di cuenta de que Boone se había parado justo en frente y me di contra él. Aparte de que me miró mal, suspiró y me dejó pasar adelante, a un lugar un poco más abierto en el cual se encendió una luz tenue para vernos un poco mejor todos. Mejor dicho, quien la había encendido no era ni más ni menos que la Parca, sonriente y con los ojos entrecerrados.
—Y, ahora que ya estamos todos, ¡nos vamos a por mi hermano! —dijo acentuando más la sonrisa.
—Sí, claro... Tu hermano. Pero ¿y Aiden? —intervino ahora Boone con los dientes apretados forzadamente.
—Quién sea ese Aiden del que tanto hablas seguro que no es tan importante como mi hermano —argumentó esta y dio por finalizada la conversación.

Bienvenido al videojuego, Ash Where stories live. Discover now