¡Enséñame magia!

12 4 3
                                    

Finalmente, y después de muchos suspiros y gracias, la bruja Judy se quedó encargada de la protección y vigilancia de la presa de Boone. Su cara decía todo lo que pensaba de nosotros en aquel momento; le dábamos asco, sin duda. En cambio, Violette parecía orgullosa de ella misma y de nuestra decisión final. Por lo menos seguía atada...
Al menos, los cuatro nos fuimos de allí sin tener que pensar más en aquella pesada pilla que nos taladraba la cabeza desde que la habíamos pillado. Pilla pillada. Eso pensé mientras sonreía, pero Aiden ya me cortó.
-El Sujeto W es un asesino -empezó mientras entrecerraba los ojos, como con misterio -Es malvado, muy malvado.
-Tiene sentido -sugerí.
-Yo no me lo he encontrado nunca, pero, ahora que me has enseñado el truco, ¡creo que podría meterle tal golpe en la cabeza con mi hija que podría eliminarlo del camino!
Refiriéndose a Rosa, yo suspiré. Bueno, al menos estaba aprendiendo. Pero todavía no era ni fuerte, ni alto, ni listo...
-¡Esa es la actitud, Aiden! -dijo optimista Boone desde el otro lado -Yo tengo mi arco y mis flechas, solo faltan las ganas.
Sonrió, pero también era correcto lo que decía. Acabábamos de pasar el puente que conectaba el maizal con la ciudad y ahora nos dirigíamos un poco hacia donde nos decía Boone. Yo hacía un rato que había empezado a marearme por falta de energías, como bien había dicho Maulo. Por eso nuestro objetivo, aparte de conseguir llegar a la guarida del arquero, era conseguir comida. Recuerdo que también cura, así que tendríamos que llevarle un poco también a la pilla. Casualidad era que la bruja no tuviese comida y tuviese que ir justamente yo a comprar, ¿no? En fin, las leyes irreales del juego.
Fuimos caminando por las piedras, llamadas suelo, de la ciudad dirigidos por el mismo arquero que tampoco llevaba una cara tan alegre como la mía. Debía ser la primera vez en un mes que saliese de su celda, era normal que estuviese reventado; lo digo yo que cada vez que termino de jugar después de cuatro horas a mi videojuego estoy más muerto que cansado. Aun así, Boone quería pasarlo por alto y parecer fuerte cuando estaba casi tropezando por el camino. Por lo menos tenía a Aiden dándole charla todo el maldito rato para evitar quedarse dormido andando.
-Entonces, él me salvó -dijo alegre señalándome -Bueno, me pegaron, pero me salvó. A él también le pegaron, pero me salvó.
-Genial -respondió con pereza -Oye, ¿has dicho que vas a utilizar a Rosa como un arma?
-Ash me lo recomendó -sonrió para molestarme.
Yo estaba en el medio de los dos viendo la cara que ponía Boone hacia mí cuando dijo aquello; creo que le daba asco. En fin, suspiré mientras acariciaba a mi espada.
-Ni yo sé utilizar un arma, no puedo enseñarte a usar la tuya... Sabiendo que es una guitarra, claro.
-Ah, bueno -suspiró el arquero, rascándose los ojos -En la guarida te voy a mostrar algo para controlar tu asco espada y a tu hija, Aiden.
-¿Vas a poder, borracho? -soltó de la nada Maulo -Sé que no tomas, pero tienes voz de estarlo.
Suspiró fuerte mirando a Maulo a mi lado en el hombro. En cambio, hizo una media sonrisa y cerró sus ojos.
-Creo que lo voy a intentar -terminó diciendo sin más.
La caminata siguió como antes, Aiden molestando de todo lo que hablaba y Boone en otro universo ya que estaba pensando su ruta para llegar a su guarida. Juraba tener allí comida y lásowas para volver con la pilla y la bruja. He de decir que no me molestaba esta situación, tal vez si mi amigo músico no hablase tantísimo... Aun así, el camino seguía por unas calles algo más estrechas, unas escaleras que subían hacia arriba, abriendo una puerta de madera y metiéndose por algún que otro agujero. Sabía que Boone estaba cansado, pero puedo asegurar que acabé peor que él. Al final, llegamos, o se suponía que llegamos, al meternos por una puerta oscura en medio de una pared grisácea. Como bien suponía, Aiden no había dejado de hablar en ningún momento y ya nos daba dolor de cabeza a Maulo y a mí. Al arquero parecía darle igual; de un modo u otro era su amigo. Sabía soportarle. La nueva sala nada más entrar se podía describir con facilidad y rapidez. Estrecha. Muy, muy estrecha. No, no era estrecha, sino que había muchas cosas por allí, por lo que parecía estrecha. Nada más entrar, había una mesa con una pila que llegaba hasta el techo de libros, archivos y papeles extraños. A los lados, había estanterías y armarios enteros de más libros de todos los colores, aparte de pósteres, dibujos colgados con chinchetas, mapas, envases de cristal con líquidos aún más extraños adentro, figuras de acción y de plástico, palos, piedras... De todo lo que me podía imaginar. Pero he de decir que mi habitación estaba peor. Y me alegraba por ello, en verdad. Comprobé si tenían videojuegos, o cualquier plataforma que tuviese Internet, pero ya vi que allí no existía nada de eso. Incluso me frustré internamente. Aiden y Maulo no parecían del todo sorprendidos, ya que no era la primera vez que iban a allí, en cambio yo parecía incluso enfadado. Boone, por el contrario, caminó por el hueco de la izquierda que formaban entre la pared y la esquina de la mesa. El suelo también era un asco entre papeles y cosas varias. He de decir que en ese caso sí que me ganaban. Nos hizo una señal para que nos acercásemos a los dos. Al pasar entre el hueco, nos juntamos con él. Pero él ya tenía otros planes. Puso cara de duda al momento y una medio sonrisa. Rápidamente, se subió a la mesa hasta sentarse, ignorando todo tipo de papeles y libros que había. Fue la primera vez que comprobé que allí había otra persona. Un chico que llevaba el pelo recogido en una coleta y tenía unas mechas rubias a pesar de su pelo, que tenía un tono morado clarito. Llevaba unas gafas que le iban enormes de color naranja, y una capa que le tapaba el resto del cuerpo, ya que estaba sentado pero tumbado sobre la mesa con sus brazos sujetando su cabeza, con los ojos cerrados y respirando hondo. Nada más llegar Boone allí, le metió tal golpe en la cabeza que incluso se me salió la risa y eso que no suelo ser débil con ella en estos casos.
-Eres un perezoso y un maldito egoísta -empezó diciendo el arquero -Desaparezco por un mes entero y no te importo ni un pelo para ponerte a buscar si me había ocurrido algo.
-Agh... -suspiró él, con los ojos cerrados todavía.
-¿Cómo que "agh"? "Agh" debo de decir yo.
Eso también hizo que sonriese, e incluso Aiden se rio. Boone sí que no se rio. Le devolvió el golpe al chico de la coleta mientras se estiraba.
-Alex, te traigo una nueva presa... Y a Aiden -dijo mirándome directamente. Supe de inmediato que se refería a mí.
Fue la primera vez que él también se dio cuenta de nuestra existencia, la de Aiden y la mía. Al menos parecía reconocer al primero. Abrió los ojos para vernos mejor, porque en verdad nos estaba mirando con ellos cerrados. Como sus gafas, tenía también los ojos naranjas. Una vez revisados nuestros cuerpos con una mirada, se giró de nuevo a Boone, que estaba apartando los libros a un lado para hacer más espacio.
-¿Y qué quieres que haga, tío? -dijo con voz de aburrido.
-Bueno, simplemente ninguno de los dos sabe empuñar un arma, así que enséñales mientras me voy a comprar.
-Ya te vale, ¿no? -suspiró el chico de las gafas -Un mes desapareces y ahora me traes trabajo.
-Yo que tú no me quejaría -dijo Boone frunciendo el ceño -Me han atado y retenido en una maldita celda un maldito mes. Sé que, si fuese nuestra situación al revés, te daría igual quedarte tú, que no te mueves de tu cueva hasta que no te saco a la fuerza. Pero yo lo he pasado de pena y ahora me están dando ganas incluso de llorar de alegría. Así que, venga, tira.
-Tío, eres un dramas -añadió el de gafas.
Aunque suspirase y demás, terminó yéndose al poco después. Ni me presentó al chico, ni siquiera le importó el hecho de que su guarida secreta diese asco entre tanto trasto. El chico de las gafas ni se había levantado de su sitio cuando Boone se fue y nos quedamos mirándole. Se dirigió primero a Aiden sin sonrisa ni intención de hablar demasiado.
-Aiden -dijo quitándose las gafas para secarlas, ya que estaban empañadas -¿Cómo está Rosa?
-¡Muy bien, muy bien! ¡Ash la salvó! -dijo de repente cogiéndome por detrás.
Ahora me miró a mí con los ojos bien abiertos, dejando así ver sus distintos tonos de naranja. Yo cambié de lado al que mirar, odio que se den cuenta de mi presencia de la nada. En cambio, decidió levantarse por primera vez de su sitio para acercarse a mí. Siendo sincero, era la primera vez que me sentía alto en aquel lugar, puesto que el chico no llegaba más alto de mis hombros. En cambio, subió su mirada con duda hasta mi cara, y luego hizo una sonrisilla pícara, frunciendo el ceño.
-Interesante, je -dijo ahora cerrando los ojos y ampliando la sonrisa.
-¿Interesante qué? ¿Puedes tan solo dejar de mirarme...? -traté de apartarle de mi lado, pero cada vez hacía más esfuerzos por ponerse ahí.
El chaleco que llevaba, que le caía muy, muy largo, tenía unas marcas que me llamaron la atención. Llevaban rombos por toda ella que eran grises y apenas contrastaban contra el color negro de su ropa. Me parecía que no era la primera vez que veía aquel patrón del mismo símbolo. En cambio, él cambió rápidamente para mirarme a la cara. Abrió más aún los ojos, haciendo que dudase de su color real. Suspiré, poniendo cara de amargado, que es lo que soy.
-¡Alex...! -intervino de repente Aiden -Molestas a mi héroe.
-¡Ah, cierto! -dijo saltando de repente hacia atrás -Pero, tío, ¿has visto que cara de niño tiene?
-Pues tiene treinta años -intervino Maulo, poniendo los ojos entrecerrados.
Tampoco quería que me descubriesen de buenas a primeras. Alex, el chico de gafas, también decidió alejarse para hacer una medio reverencia y que el chaleco le cayese mucho más largo de lo que lo tenía. No llevo gafas, por eso me estaba preguntando cómo era que no se le caían. Luego, abrió sus brazos.
-Soy Alexander, el vigilante de la librería y hechicero -dijo cogiendo aire y levantándose -Siento que tuvieses que ver ese espectáculo en el que el imbécil de mi compañero me despertaba de un golpe... Ya se la devolveré.
Se tocó el pelo por detrás para colocárselo en su posición de coleta. Luego, miró a Aiden en silencio, como juzgando.
-¿Quieres usar a tu hija como un arma has dicho? -dijo girando su cabeza.
-En teoría, es culpa de Ash -reprochó bien serio.
-Sí, claro -dije yo finalmente con un tono de asco.
Desvié mi mirada a mi amigo, pero la devolví al nuevo chico, que le llamaría Alexander. Se había vuelto a sentar sobre la mesa con los ojos cerrados y la cabeza subida hacia nosotros, como si estuviese pensando. No tenía ni idea de qué hacía allí, ni siquiera me lo habían dicho todavía. Y, lo más importante, ¡tenía hambre! Se suponía que Boone traía comida, pero nos había abandonado con aquel chico tan raro. Estaba mirando una esquina del cuarto cuando inmediatamente noté como alguien me sacaba la espada de mi mochila. Rápidamente me giré para notar como ya no la tenía encima y ver a Alexander con ella en mano, pasando sus dedos por el filo de esta.
-¡Oye, maldito...! -dije alterado -Devuélveme mi espada.
-¿Por qué una espada de tan buena calidad debería pertenecer a alguien que no sabe ni como llevarla en la mochila para que no sobresalga el filo, sino la sujeción? -argumentó al momento, poniendo los ojos como si sospechase de mí o me estuviese juzgando en silencio. Tengo el presentimiento de que era la segunda.
Pero tenía toda la razón. Yo no sé usar un arma, es gracioso incluso pensar que soy capaz de usar el cuchillo de los cubiertos de mi casa para cortar algo a la hora de comer. Pues claro que no tenía ni idea de usar una espada, y me daba cuenta ahora cuando el tipo raro de gafas la estaba toqueteando por el filo. Puso cara de pillo al querer devolvérmela.
-Dámela ahora mismo -insistí.
Entonces, Alexander suspiró. Puso la punta de la espada justo tocando el suelo y cerró los ojos. Eso ya me cabreó aún más ya que, aunque fuese un imbécil, era mi espada, seguramente la única espada que tendría en toda mi vida y solo sería en aquel videojuego, por lo que me la debía devolver. Cuando fui a hacer el amago de cogerla, abrió sus ojos de par en par al momento. De repente, hizo algo extraño. Saltó sobre la mesa de un simple salto hasta apoyar los dos pies a la vez y, luego, subió la espada para hacer un tipo tornado, girándola a los lados a toda velocidad hasta saltar sobre mí para decidir hacer una voltereta al momento y caer sobre mi cuerpo. Luego, saltó al suelo haciendo otra voltereta e, hincando la punta de mi arma en el suelo, me miró con los ojos aún más abiertos y aún más naranjas. Relajó sus músculos justo después.
-Agh... Hacía mucho tiempo que no usaba una espada tipo Pitón en una guarida como la mía... -suspiró él mismo.
Fue entonces que yo procesé lo que acababa de pasar. Me giré con una cara que creo que nunca, jamás volveré a poner. No sabía si estar sorprendido, asustado o enfadado porque todavía no me había devuelto mi espada. ¡Y encima le había puesto nombre! Aunque fuese súper ágil y súper bueno haciendo ese tipo de acrobacias, le arranqué la espada de una de sus manos. Luego, subí la nariz.
-¡¿Cómo que Pitón?!
-¡Ha sido genial! -interrumpió Aiden -¡Ahora yo, ahora yo!
-No, que eres capaz de cortarte a ti mismo la cabeza -dijo Alexander, entrecerrando sus ojos. Luego, se giró a mí -Pitón no es un nombre, tío. Es una marca de espada. Significa que ataca como una phytonidare. Al usar tus energías en ella, no es necesario ni saber utilizar una espada común para que esta funcione. Mira, mira.
Se acercó a mí. Supuse que, como pitón es un tipo de serpiente, esa palabra extraña que me había dicho en su idioma extraño significaba lo mismo... O eso creo, vamos. Se puso a mi lado y estiró a Pitón, poniendo su filo en dirección a la mesa. Después, me miró con los ojos bien abiertos. Miró abajo, a sus manos, que era una señal para que yo también lo hiciera. Estas estaban agarrando la empuñadura con casi nada de ganas. Entonces, la subió un poco, agarrándola un poco más fuerte, y la bajó. Sé que no tengo mucho conocimiento de la física, pero creo que no era normal que saliese un humo azulado de esta al bajar la espada. Luego, me devolvió la mirada.
-¿Ves, ves? -dijo como si fuese un niño pequeño -Ale, te toca.
-¿Cómo que me toca? Si no me he enterado de nada -me sinceré.
Alexander en ese momento abrió la boca, pero no dijo nada. Creo que se podría decir que le dejé sin palabras. En cambio, este suspiró y bajó la cabeza. Me pidió a Pitón.
-No -la aparté más.
-A ver, héroe de Rosa... Boone me ha pedido que os enseñe a atacar -dijo ahora en un tono más serio -Quiero que sepas que esa siesta que me estaba echando es la única siesta que me echaré en tres días, así que dame a Pitón. La siesta es malditamente sagrada, así que me apetece terminar pronto para volver a ella.
Bueno, en eso también le di la razón. Yo no suelo echarme siestas, pero, cuando lo hago, me encuentro con ganas de quedarme otra semana más despierto. O eso o es que mi cuerpo no puede más con mi estilo de vida y se rinde a dormir. Solo por empatizar en lo buena que son las siestas, se la dejé. Entonces, se puso frente a mí y me miró bien serio.
-Mira mis manos, héroe del que todavía no me sé ni el nombre.
-Ni te lo vas a saber, porque se me ha olvidado -volví a sincerarme.
-Pedazo idiota -susurró Maulo.
Alexander suspiró, pero yo miré fijamente sus manos como bien me dijo. De nuevo, no hacían ninguna fuerza. Tenía los ojos cerrados, pero me siguió hablando.
-Da igual que no sepas usar una espada. En este mundo, saber o no saber no es el caso a menos que no seas un noble. La espada de Pitón se utiliza pasando a través de ella el valor que le echas a las cosas. Mi guarida, mi territorio, es donde yo guardo todos mis documentos, todo lo que he estado probando e investigando, todos mis tesoros y a mi amigo Boone. Si le llegase a pasar algo, juro que me tiraría al río, porque tampoco sé nadar -creo que se estaba tratando de sincerar también, pero abrió los ojos para mirarme -Haría todo por solo este lugar, ¿lo entiendes? Entonces, ¿qué es lo que más quieres en el mundo para lanzarte a la batalla por su valor?
-Los videojuegos -susurré totalmente seguro. Maulo me golpeó en cambio.
-El valor se puede calcular a pesar de que los matemáticos y los científicos digan que sólo es a las "x" -siguió hablando, cerrando sus ojos -Solo con pensar en lo que deseas salvar y amas tener, el valor aparece. Este pasa a la espada y ¡zas!
La bajó, haciendo que el fuego azul de nuevo apareciese, como persiguiendo a la propia arma. Después, abrió los ojos lentamente para mirarme, con una medio sonrisa. Me la pasó.
-Tu turno, héroe-dijo quitándose las gafas para mirarme con unos ojos más naranjas que antes.
Agarré la espada y cerré los ojos, imitándole. ¿Por qué hacía aquello? ¿Por volver a casa? Incluso me entró la risa. Obviamente, lo hacía porque allí no tenía forma de jugar a nada virtual y ya me encontraba con menos aire que de costumbre. Creo que me dio una vez un ataque de ansiedad por perder uno de mis juegos favoritos, por lo que sé de lo que hablaba. Subí lentamente la espada, pensando en lo que me acababa de decir, a modo concentración. Luego, la bajé rápidamente. He de decir que ya de un principio, no note nada. Ni movimiento, ni ruido, ni luz, ni nada de nada. Notaba como me estaban temblando las manos y estaba cogiendo fuerte la empuñadura a pesar de que él no lo había hecho así. Entonces, decidí abrir lentamente uno de mis ojos. Pude ver frente a mí las manos temblorosas, agarrando la parte metálica de esta y la espada baja, completamente baja. Pero, de repente, noté algo más. Una luz azul, muy tenue, casi transparente, que salía del arma por la parte de arriba a modo aura. Abrí los ojos, y creo que no fui el único.
-¡Genial, Ash, genial! -gritó Aiden, que se había sentado en la mesa -¡Increíble!
Parecían sin duda frases de un Bot, pero lo pasé por alto cuando Alexander se acercó a mí, subiendo los pelos que tenía en su frente para que no interfiriesen en nuestro contacto visual.
-Está bien, tío, estás aprobado por lo menos -dijo sin expresión en la cara -Y ahora me voy a dormir...
-¡Espera, Alexander...!
-Es Alex -me corrigió con asco.
-Alexander... Alex... -en teoría, daba igual -¿Por qué mi luz no brilla como lo hace la tuya?
-Agh... ¿Hace falta en serio explicártelo, cabeza hueca? -se frotó las mangas por los ojos ya que estaba interrumpiendo su preciado tiempo para la siesta -No le has echado ganas, ya está.
-¿Ganas...? ¡¿Y cómo consigo eso?!
-Tío -dijo suspirando -Y yo qué sé. Práctica, no sé. Échale ganas y practica.
Y con eso pareció conformarse. Volvió a su primer sitio a ordenar un poco por encima sus papeles, uno de todos los que tenía tirados. Aiden, Maulo y yo nos miramos en silencio. Sobre todo, los dos que éramos humanos. Creo que Aiden se había enterado de lo mismo que yo y él sin hacer caso. Cuando fui a volver a hablar, algo me cortó por detrás. Un ruido que apareció justo en el otro lado de la sala, como si alguien estuviese arrastrando papeles. Al girarnos los tres, pudimos ver como entraba alguien a la guarida. Y, por suerte y con suerte, este se trataba de Boone. Entró por la esquina y fijó su cansada mirada sobre nosotros dos primero antes de dirigirse a su otro amigo.
-¿Ya te has vuelto a dormir, idiota? -suspiró mientras caminaba hasta la mesa.
-Casi, casi -dijo en casi un susurro Alexander mientras se quitaba las gafas -Ya he hecho mis deberes de hoy, imbécil. Me toca descanso.
-¿En serio has hecho tus deberes? Yo veo muchas hojas por ahí tiradas todavía -sonrió Boone.
-Esos deberes no, pedazo de idiota. He enseñado a tu héroe como querías.
-Pruébalo -dijo entre dirigiéndose a mí y a él.
Yo suspiré, pero ahora mismo no tenía nada de ganas de usar a Pitón en aquel momento. Tampoco fuerzas. Entonces, Boone suspiró y me cogió a mí de la mochila y a Aiden de la guitarra. Tiró de ambos hacia afuera por la esquina mientras suspiraba. Subió su mirada con los ojos amarillos de gato hacia Alexander.
-Puede que le hayas enseñado a guardar una espada, pero voy a volver con él mañana para que le sigas enseñando.
-No fastidies, Boone -dijo ahora entre cabreado y cansado -¿Y tú qué?
-Yo he pillado a una pilla.
-¿Qué? -entrecerró sus ojos, pero el arquero lo dejó en el aire.
Nos sacó de la guarida y fue él delante caminando y nosotros detrás siguiéndole. Me dolía la tripa, me quería tirar al suelo, pero en mi personaje no era muy común o alguna cosa de esas me había dicho Maulo en forma de castigo. En cambio, para mi sorpresa y felicidad, el arquero se dio la vuelta y nos entregó a Aiden y a mí una manzana. Ambos la cogimos ya que sino la dejaría caer.
-Si no reponéis fuerzas de alguna manera, me terminaréis dando más trabajo y ha de ser al revés -parecía enfadado, pero solo estaba cansado.
Él también tenía una manzana, a la que pegó un mordisco. He de decir que no soy un fan de las manzanas, al menos no uno de los grandes. Aun así, sabiendo que era lo único que comería hoy... ¡No! La miré con asco y tristeza.
-¿Qué te pasa, Ash? -saltó Aiden con un trozo de manzana en la boca.
-Las manzanas... Agh. Creo que no me gustan -dije pasándola por mi mano hasta enseñarla frente a los dos.
-Pues... -empezó diciendo Boone -¿Agua?
-Prefiere cerveza -añadió Maulo.
En fin, poco comí, pero por suerte tenía algo más de comida. En cambio, no era mucho más que fruta, pero era algo. Nos dirigimos hacia el bosque. Era tarde, hacía un tiempo que era de noche, desde que salimos de la guarida. Por eso, cuando llegamos a la frontera con el bosque, ambos se detuvieron. Aiden me había dicho que era peligroso entrar por la noche, pero aun así estaba bien si íbamos ya que teníamos una casa a la que ir. Exacto, a la de Judy-Ivy. El camino no supuso problema alguno, no hubo problemas ni peligros ni nada de nada. En cambio, nada más llegar a la casa de la bruja, nos llevamos una sorpresa al encontrar a ambas mujeres sentadas en la cama. Judy-Ivy fue la primera en mirarme y responder.
-¿Y mi presa? -me preguntó.
-Mañana.
-Más te vale -reprochó -En cambio, gracias por haberme traído una compañía por un par de horas.
Se refería a la pilla. Pero, nada más darse la vuelta para mirarnos, todos nos llevamos una sorpresa aterradora, y más que aterradora. Al girarse, la pilla no parecía la misma Violette que la última que habíamos visto, sino que llevaba un pelo muchísimo más corto que antes y este completamente morado, cuando antes era pelirroja. Aparte de haber cambiado su ropa a una más normal y haberse quitado la bufanda que le tapaba la boca. Tenía los dientes largos, sobre todo las paletas, lo que me llamó la atención. Pero me parece que no fui el único que notó el cambio.
-¡¿Qué?! -saltó Aiden -¡¿Y esas pintas?!
-Me iban a pillar de un modo u otro -respondió ella con pereza -Mejor hacer lo correcto.
Ahora sonrió, haciendo que nosotros tres suspirásemos. Ya no parecía la misma Violette Knife que era, ya no parecía la pilla. Eso quería decir que ya no valía nada por ella, aunque siguiese siendo ella.
-¿Violette? ¿Quién es Violette? -dijo haciéndose la tonta -Soy Cass, no Violette como bien decís que soy.
Y volvió a sonreír. Justo después, la bruja nos echó de allí. No nos dejaría pasar la noche en su propiedad, ya que nos quería fuera. Anda que, aprendí tanto aquel día que se me olvidó todo nada más salir, siendo sincero.

Bienvenido al videojuego, Ash Kde žijí příběhy. Začni objevovat