Agh... La sociedad

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El día se nubló. Todas las luces que habían estado presentes desde que habíamos salido del templo, habían desaparecido. Ahora parecía mi vida real, mi tiempo. A veces empieza con sol, otras pasan a nubes, pero, mil por cien seguro, lo que no hay es...
—¡Allen...! —dijo Dan indignado, dirigiéndose al exgobernador.
Todos suspiramos. Exacto, lo que no había en mi vida real era un Allen. El gobernador había aguantado como había podido durante toda la caminata por el bosque, pero ya estaba cansado, ya que su cuerpo seguía conteniendo veneno. Se tumbó contra una piedra para apoyar la cabeza. Dan llegó rápidamente y le golpeó justo ahí.
—Menudo vago es nuestro gobernador —giró su cabeza Aiden.
—Se parece a Ash —incluyó la pilla con un suspiro a nuestro lado.
—¡Oye...! —me giré yo a ella, pero suspiré —¿Por qué Dan no le ha quitado el veneno a Allen del todo?
—¿Se puede eso? —abrió los ojos con duda el Rompeoídos.
Cass y Boone suspiraron y se rieron, respectivamente. Yo miré con duda a los dos y subí los hombros hacia la pregunta. Había preguntado algo que ni yo tenía ni idea de que no se podía. Por esa misma razón, a Dan le costó volver a hacer que el gobernador caminase, ya que, una vez de pie, se indignó, giró su cabeza a un lado y se volvió a sentar. El curandero y Exguardia Real suspiró con pena y dejó sus brazos sueltos de la pesadez.
—No quiero andar —soltó Allen mientras mantenía su postura —Andar me duele.
—Sí, ¿y a quién no? —dije yo con cara de tonto hacia este.
Al menos, Allen no me escuchó o no me quiso responder nada. Dan ató de nuevo su capa, haciéndole un lazo en el pecho con esta. Después, suspiró.
—Ey, dichosa pilla —intervino Boone mientras todos mirábamos con ojos de aburridos a Dan —¿Cuál es tu relación con el tipo del pelo hacia arriba?
—¿Mi relación...? —respondió ella sin mirar siquiera al arquero, sino que este estaba tocando sus mofletes —Dan y yo somos amigos —dijo finalmente con los ojos cerrados, recordando así a Allen.
—Sí, ya —se rio ahora —Voy yo y me lo creo.
Entonces, yo también sonreí un poco cuando Cass se dio la vuelta con asco hacia Boone. Entrecerró los ojos para golpear su cabeza mientras este se reía. Aiden, en cambio, solo observó sin preguntar, por el momento. Supuse que Cass y Dan eran algo más que amigos, sabiendo que el segundo había estado muerto durante mucho tiempo.
—¡Deja de pensar cosas raras, imbécil! —gritó, cerrando los ojos y bajando los puños —Te tienes que aburrir mucho en tu vida para inventarte tales historias.
—Violette, ¿estás bien? —interrumpió de repente Dan en la conversación.
En cambio, ella miró a otro lado, sacó su lengua con descaro y sonrió un poquito, haciendo así una pose de lo más extraña posible. Luego, subió los hombros. Dan pareció incluso sonreír cuando se dio la vuelta para mirar a Allen. Él, en cambio, puso su cabeza en el hombro de este.
—Me duele la cabeza... Agh... —reprochó como un niño pequeño.
—Ya, ya... —dijo Dan mientras le daba golpes en la cabeza —Estamos por llegar al pueblo, Allen, ahí habrá algún lugar donde te puedas sentar.
—Pero tengo que caminar hasta entonces, ¿no? —siguió insistiendo con la cabeza todavía apoyada —Andar me da pereza... Y me duele... Agh...
Lo miré con una mirada increíble. ¿Quién hubiese pensado que el gobernador fuese alguien más caprichoso y quejica que yo...? Era increíble. Aun así, Dan giró un poco su mirada para dedicárnosla a nosotros. Sonrió de nuevo, lo que hizo que Boone también lo hiciese.
—Solo amigos, ¿verdad?
—¡Que te calles, pedazo de pesado! —explotó finalmente Cass. Incluso le dio un puñetazo flojo en el moflete.
En cambio, eso hizo que Boone se riese más. Antes de que volviese a golpear al arquero, Dan intervino para coger el puño de Cass. Tan rápido lo hizo, se quedó paralizada, como esperando el siguiente movimiento que iba a hacer el curandero, pero este solo suspiró.
—Prefiero las peleas donde haya más Guardias Reales que no sea yo solo —luego, señaló al gobernador —Con Allen es suficiente trabajo, ¿no, exgobernador...?
—Te callas o te callo, ¿te queda claro? —respondió este, mirando a otro lado.
—Exacto, buena actitud... Es decir, Ash, cómo sea tenemos que parar en cuanto lleguemos al pueblo porque Allen vuelve a estar mal —movió su mano a un lado y, sin dejarme de mirar, siguió explicando —Si no se toma la medicina que le he dado antes, el veneno se le puede volver a extender y creo que eso es lo que nadie quiere de aquí, ¿verdad?
Negamos todos, aunque Aiden me cogió de la manga ya que no había entendido. La verdad era que, aunque Dan hablase mucho y lento, era difícil comprender a todo lo que se refería. Sobre todo, si no sabías qué era una medicina, por ejemplo. Por eso, levanté los hombros ya que me daba pereza explicarle. Luego, se giró hacia Allen, cerrando los ojos.
—Seguro que no queda tanto, ¿no? —le levantó a la fuerza.
—Andar me duele, agh...
Llamé al mapa y continuamos. Como bien decía Dan, no quedaba tanto camino. Bueno, cosa de videojuegos... Al menos, Allen sobrevivió hasta llegar. Cuando llegamos a la plaza central del pueblo, por la cual, si te metías de frente, llegabas al bar, nos detuvimos. A lo lejos se divisaba el enorme castillo al que teníamos que llegar. Sonreí un poco, pero no era el mejor momento.
—Héroe Ash —tocó de repente mi hombro y salté del susto —Mira que Allen no se muera mientras voy a comprar los ingredientes.
—Oye, amigo —interrumpió Boone sin saberse si quiera su nombre —Mi amigo Alexander es un hechicero. Seguro que él tiene esos ingredientes y pócimas... Y lo que necesites.
—Ajá —giró su cabeza —Guíame —puso sus muñecas como si le fuesen a arrestar.
—¡Toma, me vuelvo a librar del trabajo duro! —se rio el arquero.
Luego, con él de las mangas cogido, los dos se fueron hacia el lado opuesto justo de la calle del bar. Cass y yo nos miramos, pero ella giró su cabeza y suspiró. Es decir, no quería saber nada de mí. Así que miré a Aiden, que se había sentado junto a Allen en un banco y, el segundo de ellos tenía los ojos entrecerrados. Caminé hasta allí para sentarme con ellos.
—Allen, ¿cuántas capas llevas encima? Sigues tiritando, aun así —le dije mientras tapaba su pecho, pero me apartó de un empujón.
—No me toques, vasallo... —susurró más que lo dijo en alto.
Suspiré, y es que Allen seguía con su mala gana aún después de haberlo salvado y estar cuidando de él en ese momento. En verdad, el gobernador me estaba empezando a preocupar, y es que estaba volviendo a tiritar. Abrió los ojos del todo, de repente, y se mordió los labios. Entonces, decidió levantarse, como desesperado.
—¿Dónde está Dan...? —cogió aire y se dio una vuelta a su alrededor —Necesito ver a Dan.
—¡Ally! —gritó Cass, acercándose —¿Ya estás paranoico y no llevas ni un día con nosotros? —se rio mientras agarraba sus hombros.
—No estoy paranoico, pedazo ladrona... Pero ¿cómo me has llamado, si se puede sa...? —fue a gritar a la pilla cuando alguien le detuvo.
No, mejor dicho, no fue alguien, sino algo. Un sonido, un traqueteo, algo así que sonaba constantemente. Allen, que estaba de nuevo encarando a alguien, subió la mirada con duda. Cass le acompañó. Yo miré por la calle de la izquierda, de donde venía el ruido. Y, es que, pude divisar una figura en medio de toda la calle que venía a una velocidad increíble. Pronto descubrí que no era una figura, sino varias. Aun así, la primera encaminaba al resto y era la que más rápido de todas iba. Se acercaban rápidamente a nuestro lado... ¡Pero a una velocidad que incluso daba miedo! En cuanto a eso, no se detuvo al pasar por en medio de toda la plaza principal. Y es que eran soldados, seguramente Guardias Reales, que iban montado a caballo. El primero llevaba una espada en la espalda y una armadura que cubría todo su cuerpo. En el casco llevaba unas plumas muy extrañas de color morado, las cuales volaban por el viento. El resto de la armadura no era mucho de lo que hablar. Lo que sí que puedo describir con facilidad fue la entrada triunfal que hizo en la plaza, puesto que no paró hasta que no envistió con el animal el lugar en el que estábamos. Cuando vio que se le abalanzaba encima, Allen apartó de una patada a Cass y el rodó como pudo por el suelo lleno de baldosas sobresalientes. Tosió un poco, ya que no estaba recuperado, y cerró los ojos. Yo, por el contrario, cogí a Aiden de la manga, ya que él quería pelea, pero yo prefería evitarla a toda costa...
—No puedo creer lo que veo —empezó diciendo el guardia bajo la armadura, pero pareció más reírse —Pero si es su majestad, ¡Allen!
Y, al momento, todos los caballeros de la zona se echaron a reír. Allen subió su mirada con descaro, pero crueldad a la vez, tratando de pasar desapercibido de entre todos los guardias de allí. Giró su cabeza hasta plantar la mirada en la mía. Tenía los ojos bien abiertos, con un toque de pena, como si quisiese que el suelo se lo tragase... Incluso me dio pena. En cambio, el caballero bajó y le puso una mano en la barbilla para subírsela. Al momento, pareció sorprenderse, pero para reírse aún más del gobernador.
—¡Mirad, chicos...! —empezó, mirando más de cerca —Parece que alguien no es del todo humano... O, es más, ha incumplido con su servicio de gobernador y se ha ido a pintar la casa del brujo de morado.
Y todos volvieron a reírse. Supe de inmediato de qué hablaban, y es que Allen tenía una parte de la cara morada por el veneno. Claro que allí nadie sabría que había sido por eso y por algo así era tema de risa entre los Guardias Reales. Ver al exgobernador caer tan bajo y con esas pintas...
—Vaya, pero si está temblando —hizo una carcajada y devolvió su mirada a Allen —¿Acaso nos tienes miedo, exgobernador...?
—Cállate la bocaza, Freddie —susurró este, bajando la mirada.
En ese momento, el Guardia Real se detuvo y también dejó de reírse. Miró a través de su casco a los ojos del gobernador. Al parecer, no le había molado mucho la forma en la que le había hecho callarse. Por esa misma razón, se dio la vuelta hacia su caballo. Desde el suelo, Allen observó cómo dejó su arma en el animal y suspiraba. Nosotros tres solo éramos más público entre el resto del pueblo.
—Escúchame, dichoso exgobernador... —empezó diciendo sin girarse —En el régimen de ahora no sólo no puedes faltarle el respeto a Noah, sino que, si lo haces a quién sea de la nobleza, ¡tu castigo es las mazmorras!
Allen cerró los ojos, como esperando algo de su parte, pero no llegó. Sino que el guardia se dio la vuelta, cogió aire, pareció sonreír y, en ese momento, se agachó hasta enganchar a Allen del lazo de la capa para subirlo a una altura razonable. El siguiente movimiento hizo que Aiden, Cass y yo nos moviésemos rápido, puesto que echó el brazo hacia atrás y, con su puño bien duro, golpeó a Allen en la tripa justo. No se preocupó por hacerle o no daño, sino que pareció disfrutar aquel golpe. Por no añadir que Allen estaba envenenado y no podía defenderse. Los tres saltamos al momento y quisimos ir a ayudar, pero una fuerza sobrenatural e invisible nos detuvo. Y es que el guardia que le estaba pegando, había levantado la mano hacia nosotros. ¿Era un tipo de pared invisible para detenernos? Aun así, no notó que estábamos tratando de ayudar al gobernador, así que debía ser algo global.
Después del puñetazo que le dio a Allen en la tripa, se aseguró que no iba a contraatacar, ya que hizo que escupiese en el suelo y tosiese. Pareció volver a sonreír bajo la armadura, antes de decidir otro movimiento. Y es que le lanzó al suelo con descaro. El cuerpo del gobernador rodó durante unos segundos y varios metros antes de quedarse parado en el suelo, respirando rápido y entrecortadamente. Todos los guardias parecieron reírse de aquello, pero, sobre todo, aquel tipo. Se acercó hasta subirse de nuevo al caballo y se dirigió a los de atrás para mostrar que debían irse. Pero, antes de eso, se acercó con el animal hasta Allen, que estaba con los codos apoyado en el suelo y tosiendo todavía. Subió un poco su cabeza para mirar a quien tenía delante.
—Si te vuelvo a ver por aquí, te mataré, ¿entiendes? —pareció serio, pero luego se rio —Más te vale desaparecer, Allen.
Se quitó el casco por la parte de abajo y escupió al gobernador, el cual bajó la cabeza, con los dientes apretados y los ojos cerrados. Entonces, todos se rieron mientras ponían marcha hacia el castillo. Justo en ese momento, la pared transparente desapareció y los tres entramos al área que había sellado. Nos acercamos rápidamente a Allen para volver a ponerle de pie. En cambio, cuando toqué su brazo, me lo arrancó con asco y me miró con los dientes apretados, pero los ojos entrecerrados.
—¡No me toques...! —luego, se cogió la cabeza —Agh... Me duele todavía...
—Allen... —susurró el Rompeoídos, que había tratado de ayudarle, pero Allen se deshizo de nosotros y se tocó la frente.
—No pongas ni uno de tus dedos de trovador en mi cuerpo, vasallo idiota... No quiero vuestra ayuda, no quiero ser salvado ni quiero ir contra Noah. Esta batalla está perdida y ya está, demonios…
Luego, bajó aún más la cabeza con dolor. Cass me miró antes de cogerle de su cara para levantarle sin su permiso. Allen abrió sus ojos, sorprendido y, a la vez, con cabreo extremo. Apretó los dientes y golpeó a Cass en los brazos para que le soltase. Menudo niño malcriado...
—¡He dicho que no me toquéis...! —y, cada vez que hablaba, se ponía la mano en la frente —¡Agh...!
—A callar, imbécil cuarto. Yo no te obedecía antes cuando eras gobernador ni voy a obedecerte ahora que no lo eres —respondió la pilla, agarrando de nuevo su capa.
—¡Que no...! —insistió él, pero, al mirarnos, tenía el ojo morado otra vez.
El veneno se le estaba expandiendo de nuevo porque necesitaba tomar la medicina. Por algo así sería la razón de su mal carácter, pero no quiso argumentarlo. Se volvió a sentar con la mano en la cabeza hasta tumbarse en el suelo. Nosotros tres le miramos sin saber ya ni qué hacer con aquel tipo. Menos mal que es un videojuego...
—¡Allen...! —gritó de repente la voz de Dan desde la otra calle.
Todos nos giramos hacia él. Sobre todo, y por nada, Cass, de la cual me reí y ella me golpeó. Dan llegó corriendo como pudo, ya que las ropas que llevaba eran muy largas y le era costoso correr. Llevaba en la mano la bolsa de antes. Allen puso su mano hacia el curandero, deteniéndole al momento.
—¡Déjame...! —apretó sus dientes —¡No me des nada de eso...!
—Te vas a morir sino, tonto —le respondió Dan mientras removía la bolsa con sus manos —Abre la boca o te obligo yo.
Al final, fue lo segundo. El gobernador ahora estaba herido, tenía la ropa sucia y se estaba manchando con la medicina, ya que no quería tomársela. Le conté a Boone lo que acababa de pasar y él respondió riéndose de él, pero no se dio cuenta. De todos modos, después del encuentro, me estaba empezando a dar miedo ir al castillo. Ese imbécil que había golpeado a Allen tenía pinta de fuerte. Y, si él solo era un Guardia Real... Sólo había luchado contra uno y encima predijo mis movimientos casi sin mirar... No, de hecho, lo hizo sin mirar. Elías, el carcelero, era el único Guardia Real al que habíamos derrotado. Y, encima, lo había derrotado Maulo... Así que teníamos pocas posibilidades de victoria, según yo. Sin Pitón ni Maulo...
—Tenemos a ese tipo —argumentó Aiden, señalando a Dan —Parece incluso más fuerte que Allen.
—Sí, pero... No lleva armas, ¿no? —giré mi cabeza —Si la bolsa se considera arma...
—Un curandero es solo para curar, pedazo de héroe imbécil —cerró sus ojos y suspiró la pilla.
—Este no —sonrió de repente Dan, girándose hacia nosotros y haciendo la escena más terrorífica —Yo era un Guardia Real antes, ¿no te acuerdas?
—¡Já! —señaló ahora Boone —¿No te acuerdas del trabajo anterior de tu novio, pilla?
—¡Que no es mi novio, idiota...! —le gritó antes de golpearle.
Ahora Cass parecía tan enfadada que empezó a buscar por sus pantalones una daga. Aiden y yo sonreímos mientras veíamos cómo Boone escapaba de las garras de la loca de nuestra pilla. Dan suspiró, pero hizo una sonrisa mientras le quitaba la suciedad a la ropa de Allen y este sacaba su lengua para mostrar aburrimiento. Al final, sí se había dejado. En cambio, un suspiro hizo que yo saltase de mi sitio, pero, después de este, pude escuchar una pequeña queja. Me giré para ver quién era y lo descubrí.
—¿Qué estás haciendo aquí, Allen...? —preguntó de repente Alexander, a mi lado.
Nunca le había visto fuera de su guarida. ¡Era una rareza! Aun así, parecía más sorprendido que cuando vio aquella daga en su guarida. En cambio, Allen pareció sorprenderse cuando vio a Alex. El hechicero se acercó rápidamente, levantó un poco su mano, como dudoso, y la colocó en el hombro del gobernador. Este cogió aire y entrecerró un poco los ojos cuando puso su cabeza en el hombro del recién llegado.
—Vale, ¿qué está pasando? —subí las manos más que dudoso y con media sonrisa.
—Me vas a preguntar tú a mí —Boone fue el único que respondió, en fin.
En cambio, Alexander abrió muchísimo, más que nunca, los ojos. Una exageración. Incluso se le resbalaron las gafas. Tal vez, no se esperaba aquel nuevo movimiento que había hecho el gobernador, pero él parecía seguro de sí mismo al hacerlo. Al parecer, Dan tampoco estaba en lo que estaba. Tampoco parecía saber de qué iba la cosa, solo miraba a Allen con duda hasta que él suspiró.
—Es peligroso que alguien como tú siga en la calle —cambió radicalmente —Deberías esconderte antes de que...
En ese momento, alguien le puso una bolsa en la cabeza al gobernador. Nos giramos al curandero, el cual estaba detrás de este, pero, para nuestra sorpresa, él ya no estaba con nosotros. Y, al volver la mirada, Allen tampoco. Abrimos los ojos, justo antes de que la pilla saltase de la sorpresa.
—¡Es una trampa...! ¡Dichoso hechicero...!
Pero, para aumentar más aún el suspense, el hechicero también desapareció. Es más, Cass se quedó callada y congelada al momento. Se giró hacia Boone, pero él tampoco estaba. Me miró de frente cuando comprobó que el Rompeoídos también había desaparecido. En ese momento, una bolsa me cubrió la cabeza y noté una sensación. Parecía una caída al vacío o así... En cambio, todo pasó tan rápido que apenas me dio tiempo a pensar.
—¡¿Dónde estoy...?! ¿Me he muerto...? —grité al momento de la sorpresa.
En cambio, reconocí el lugar como si fuese mi propio cuarto, que es en el único lugar en el que estoy siempre. Y es que estaba en un lugar sucio, amplio, con una cama a un lado... Y con unas barras al otro. ¡¿La cárcel?! ¡¿Otra vez la cárcel?! ¿Por qué...? No tenía respuesta para eso, pero, justo en ese momento, un ruido se escuchó al otro lado de mi celda. ¡Todo iba demasiado rápido...! En cambio, al mirar mejor, comprobé que se trataba de la pilla, la cual se había llevado tal golpe en la cabeza que había empezado a gritarle a su alrededor del enfado. Yo quise sonreír, pero estaba demasiado sorprendido para hacerlo.
—¡Demonios...! —le gritó a la pared después de darle un puñetazo —¡Ios al infierno por volverme a encerrar otra vez!
—Cálmate, dichosa pilla —suspiré yo, mirando a mi alrededor —Maldición, otra vez en la cárcel...
Me acerqué a los barrotes, ignorando a la chica de mi lado, que no dejaba de gritar a las paredes, y miré por el pasillo. Supe de inmediato que no era nuestra anterior cárcel, sino aquella de la que habíamos sacado a Connor. ¿Eso quería decir que éramos peligrosos? Desvié mi mirada justo en frente para ver, en el mismo cuarto, a Aiden y a Boone. Ellos tenían suerte de estar juntos, porque yo con Cass...
—¡Ash...! —gritó con pena Aiden, agarrando los barrotes de la jaula —Otra vez estoy encerrado...
—Ya lo sé, Aiden, yo también lo estoy.
—Ah, ¿sí? —giró su cabeza y yo suspiré.
Boone tampoco estaba de buenas ya que golpeó la pared con rabia. Luego, se sentó contra la mesa sin decir nada, pero suspiró de mala gana. Giré un poco más la cabeza para ver en otra celda a Alexander y a Ninna... Espera, ¿a Ninna?
—No te sorprendas, Ash. Parece que no sabes lo que pasa —respondió con pocas ganas.
—Es que no sé lo que pasa —aseguré y remarqué.
—Pues vaya —subió sus hombros; tampoco me lo iba a explicar... Típico de los videojuegos.
En cambio, una queja de alguien que yo ya sabía de quién era se escuchó. Fue justo en la celda de mi lado, y no decía otra cosa que...
—Ay, dios... Encarcelarme a mí es una pereza... Encima que yo soy quién mandaba antes y ahora no valgo ni para mandar que rieguen las plantas del jardín... —decía con aburrimiento Allen, alargando las palabras.
—En fin, ¿qué le vamos a hacer? —respondía también con voz de aburrido Dan, que también estaba con él.
De verdad, qué buena suerte tenían todos... Y yo con Cass, que me estaba mirando fijamente sin decir nada. Suspiré, echaba de menos buena compañía. Además de ellos, también había más, mucha más gente que no conocía. Más Bots, genial... Todos y cada uno de ellos se preguntaban por qué estaban allí o cómo habían aparecido de repente en la cárcel. Yo volví a suspirar, y es que ninguna de las Parcas estaba allí. Increíble, ¿no? William y Judy-Ivy tampoco estaban y eso era de lo más extraño posible. En cambio, unos pasos hicieron que mi concentración se evaporarse. Todos se quedaron callados al momento, mirando quién era aquella persona que venía, dando pasos firmes y que llamaban la atención. Incluso yo tuve curiosidad por mirar, no como Cass, que se tumbó en el suelo para mirar al techo. ¡Había golpeado la pared y tenía los dedos rojos...! ¿En serio...? En fin, nuestra pilla. En cambio, justo escuché cómo los pasos se detenían justo a una distancia cercana de nosotros. Giré mi cara para ver a un Guardia Real con la capa volando en su contra y que tenía la cabeza baja. Pero yo abrí los ojos. Sobre todo, me acordé de él después de ver que tenía un ojo verde y el otro transparente.
—Tsk... —dijo nada más verme —¿Qué haces aquí...?
—Oliver... —susurré, bajando los hombros.
Sí, era Oliver, pero la pregunta no iba hacia mí. Siguió mirando por detrás de mí, con la mirada fija y seria en un simple punto. Pestañeó y, como no obtuvo respuesta, volvió a hablar.
—¿Quieres renunciar acaso, Elías? —bajó su mirada.
En ese momento, me detuve, respiré hondo, pestañeé y lo pensé dos veces. Después, giré lentamente mi mirada hacia atrás para comprobar lo que decía Oliver. En nuestra misma celda, al final del todo, había una figura que tenía la cabeza baja, el cuerpo lo tenía sentado y estaba mirando a la pared. Cogí aire y abrí más los ojos cuando vi la capa que le caía por toda la espalda, toda ella llena, llenísima de cadenas. Justo después, se giró. En cuanto vi la mirada que tenía, supe de inmediato que Oliver estaba en lo correcto.
—¿Por qué estás tú en la cárcel, Elías...? —susurré yo —¿No eras el carcelero y no te podían encarcelar...?

Bienvenido al videojuego, Ash Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon