Rom... ¿Qué?

15 3 2
                                    

—Agh... Me duele la cabeza... —seguía y seguía Allen, pero no le podía ver por la pared.
Ya llevábamos un buen rato ahí todos metidos. Cass no se había dirigido a mí, el arquero y el Rompeoídos no habían molestado, ya que ese era el rol de Allen. Desde que nos habían metido, el gobernador había estado quejándose y molestando a todos los que estaban allí. En cambio, Elías no se había separado de su esquina, ni siquiera se había dado la vuelta para respondernos a Oliver o a mí. Parecía otra persona, porque el carcelero...
—¡Ay, Allen! —le gritó Boone, ya cansado —¿Y a mí qué con que te duela la cabeza? ¡Todo el rato quejándote, chico!
—Eh, oye. ¿Quién es el gobernador...? —se dio halagos.
—Noah —contestó Dan, lo que hizo que Allen se quedase callado, seguramente con la misma mirada de siempre.
—¡Que te calles! —suspiró ahora.
—Alguien es listo —se rio Boone, apoyando a Dan.
A eso, el gobernador ya ni respondió. Yo suspiré, mirando al suelo. En ese momento, alguien me golpeó con toda su mano abierta por detrás en la cabeza. Miré para ver quién había sido el autor del acto y me di cuenta de que se trataba de la pilla, la cual estaba mirando hacia arriba con cara de indignación. Yo sí que puse esa cara.
—¿Qué te pasa ahora, maldita?
—¡Tonto! —cerró sus ojos y sacó su lengua hacia mí —Eres un grandísimo tonto.
—Me vale, yo también me llamaría así —terminé y volví a mirar abajo para que me volviese a golpear sin decir nada —Agh, ¿qué quieres...?
—¿Que qué quiero? ¡Quiero salir de aquí ya! —se encaró contra mí ahora —Las cárceles ¡dan asco! Y yo no, así que tengo que salir de aquí como sea.
—¿Y a mí qué...? Como si fuera tan fácil salir de aquí, ¿no te digo? —miré arriba y suspiré —Ni siquiera sé por qué estamos de nuevo en la cárcel.
—¿No lo... Sabes? —dijo una voz detrás de mí.
Entonces, me giré rápidamente para comprobar que la voz que me hablaba no era otra que la de Elías, el carcelero. Se había dado la vuelta solo para decir eso y, en verdad, tenía mal aspecto. Aunque fuese mayor que yo, como bien dijo M.J, tenía más ojeras de lo normal y los ojos, aparte de grises, con un brillo extraño. Bajó la cabeza al decirlo y se volvió a dar la vuelta.
—En verdad, no tiene ni idea ni de este mundo —soltó la pilla, también dándome otro puñetazo en la cabeza —No es de Panpermia.
—¡Que te calles! —la cogí yo ahora del pelo, pero me giré —¿Qué hacemos aquí encarcelados si ahora no hemos hecho nada y tú eres un Guardia Real?
Luego, Cass me metió otro puñetazo en la nariz, el cual me tiró al suelo. Abrí los ojos para comprobar que me había hecho sangrar... Increíblemente. Por lo que me giré para gritarle cuando intervino antes Elías.
—La razón es Allen —dijo tirándose al suelo para quedarse mirando el techo de la celda —Allen es simplemente la razón de esto.
—¿Allen? —dijimos la pilla y yo al momento, deteniéndonos justo en el momento en el que Cass me daba otro puñetazo en el ojo.
¿El gobernador era la razón de nuestro encierro? A ver, si lo pensábamos críticamente, Boone, Cass, Dan, Aiden y yo habíamos salvado la vida de Allen, por lo que éramos los culpables de que siguiera vivo. Pero ¿Elías? Apenas le había visto desde que nos encarcelaron y huimos, ni supe más de él a partir de ese momento. Lo mismo con Alexander y Ninna. ¿Por qué ellos también estaban encarcelados? En ese momento, me di cuenta de que algo de esto ya lo habíamos mencionado. Y es que, cuando Elías se volvió a girar, pude ver de lleno el rombo en su capa, toda ella llena de cadenas. Pero, ignorando el porqué de su mote, la capa era lo que me interesaba. Ese rombo... ¡Ese rombo...! Me giré radicalmente a la puerta y al pasillo para mirar la celda de Alex y Ninna. La camarera estaba sentada en la esquina y el hechicero apoyado contra la pared. Ambos más aburridos que yo, ya que yo tenía a una pilla que me daba puñetazos o con la mano abierta cada dos por tres porque se aburría ella. En cambio, comprobé al mil por cien cómo era que la camarera tenía rombos por todo el vestido plantados de colores claros y su compañero de celda lo mismo, pero en el chaleco y de un color grisáceo. Abrí los ojos lentamente y pude comprobar que toda la gente que no éramos Boone, Aiden, Cass o yo llevaban rombos en alguna parte del cuerpo. Ya podía ser ropa, maquillaje, tatuaje... Eché todo el aire fuera de mis pulmones y cerré los puños. Sin mirar ni nada, hablé al carcelero.
—Elías... ¿Por qué todos los de la sala llevan rombos? —dije más tenso que nunca.
—¿Por qué...? —levantó sus hombros desde el suelo —Pues porque sí, digo yo —y se rio.
Menudo tipo me había tocado de compañero de cárcel. Entre la pilla y él iba a terminar saliendo de allí quemado del enfado. En cambio, al parar de reírse, cerró sus ojos, al menos lo noté.
—Es bromi —sonrió —Los que llevamos el rombo quiere decir que somos leales a Allen, ya que es el símbolo que lleva en su corona y en su ropa. Supongo que por el cambio de gobernador nos han metido aquí a los que apoyamos a nuestro verdadero gobernador y...
—¡¿Qué...?! —gritó Cass al momento, como indignada —¡Yo no soy seguidora ni cosas extrañas de Allen! ¡Odio a ese enano gobernador y a todo lo que lo rodea!
—Por Dan, supongo, ¿no? —intervino Boone, sonriendo.
—¡Que te calles, imbécil! —le gritó más cabreada que nunca y agarrándose a los barrotes.
A mí incluso me dio miedo y Elías puso cara de pena para girarse a un lado. Y pensar que aquel chico nos había obligado a ponernos una bolsa en la cabeza y nos había ido dando empujones hasta las celdas casi sin fuerza. Podría haberse ido a comprar al mercado ya de paso, puesto que tenía una fuerza tremenda. En cambio, me invadió la curiosidad.
—¿Oliver no es leal a Allen? —me acerqué a él mientras Cass se seguía gritando con Boone, que se reía.
—¿Oliver...? —me miró con duda, todavía desde el suelo, pero negó —A Oli le beneficia más seguir a Noah, así que me ha encerrado aquí a mí. ¡A mí, encima!
Suspiré, ya volvían los dramas de a ver quién era el importante. En cambio, se detuvo para quedarse callado. Miró al muro, se levantó para acercarse lentamente, y puso una mano en la pared. Al momento, abrió los ojos.
—¿Allen...?
Había supuesto que ya se había dado cuenta de que Allen estaba allí, pero, al parecer, no. Tocó lentamente el muro con cuidado, justo antes de escuchar un grito proveniente de la misma celda.
—¡Por favor...! —empezó Dan —Quién sea, por lo que sea... ¡Prometo ayudar a Noah en su gobierno siempre que salga ahora mismo...!
Los cuatro, sin contar al carcelero, fuimos corriendo hasta los barrotes para abrir los ojos. ¿Por qué Dan decía aquello? De repente, abrí los ojos y miré a Cass sin decir nada. Y es que un pensamiento me había recorrido entero, a la vez que un escalofrío. ¿Acaso Dan... Nos había traicionado? En cambio, Cass me dio otro golpe, pero esta vez flojo. Y es que estaba temblando de los nervios que me acababan de dar por ese pensamiento. En cambio, recordé la pregunta de Elías y me puse más nervioso.
—¡Allen...! ¿Cómo está Allen...?
Claro, si Dan nos traicionaba, podía fácilmente haberle hecho algo a Allen. Sabiendo que él era el anterior gobernador, si le mataba, sería fácilmente liberado. Yo no podía verlos ya que el muro nos separaba. ¿Acaso Allen...? Nada más oír aquello, Oliver se acercó corriendo desde la otra parte del pasillo; la izquierda. Se puso contra los barrotes para girar su cabeza, como con duda.
—¿Dan...? —pareció reconocerle —¿Qué haces con...?
—¡Eso es lo de menos! —intervino el curandero, algo que no había hecho hasta el momento —¡Déjame salir, por favor...! Oliver...
—¿Por qué debería? —dijo, dando un paso atrás y mirándome de reojo.
—No deberías, es solo un favor... —noté cómo bajaba la cabeza, pero la subió rápidamente —¡Es más! ¡Oliver, déjame cinco minutos fuera! Por favor...
—¿Cinco minutos...?
Eso decía yo. ¿Cómo qué cinco minutos? ¿Eso quería decir que no nos estaba traicionando? ¿Que estaba loco y necesitaba libertad...? Bueno, a lo mejor era claustrofóbico. Haber estado casi diez años sin salir del templo del Universo y sólo haber estado unas horas fuera, podría provocarle estrés... Pero, en fin, ese no era el caso. El caso era que le estaba pidiendo con todo lo que podía a Oliver que le dejase libre y él estaba flipando. Entonces, miró arriba mientras cogía aire y entrecerraba los ojos. Dio un paso adelante.
—Por favor, Oliver... —pidió ahora de rodillas, lo que hizo algo de visibilidad entre él y yo.
En ese momento, se escuchó un ruidito metálico. Todos saltamos, sorprendidos por aquello, pero supe de inmediato lo que era cuando vi cómo Oliver abría la celda. Dan abrió los ojos y pareció sonreír cuando salió corriendo de allí hacia la parte de la derecha. Se plantó justo en frente de la celda que tenían Boone y Aiden al lado; la de Ninna y Alexander. Se puso contra los barrotes, cogió aire, ya que estaba nervioso, y decidió hablar mientras el hechicero le miraba con duda.
—La medicina, Alex... —le tendió la mano —¡Dámela...!
—Ah, la medicina —dijo con tranquilidad Alexander, sacándose algo del bolsillo —Tío, qué dramático eres. Podías haberlo pedido antes si...
En cuanto la cogió, cortó a Alexander y, ante la mirada de duda de todos, se dio la vuelta. Cuando Dan había salido corriendo, Oliver se había sorprendido y se había metido en la celda en donde estaban Dan y Allen. Los dos se metieron rápidamente y nosotros nos miramos entre nosotros. ¡¿Qué estaba ocurriendo?!
—¡Allen...! —gritó Oliver nada más meterse dentro —¡Allen, responde!
—¡Déjame; yo sé! —le quitó de en medio Dan.
—¡¿Qué ocurre?! —abrió sus ojos cuando dio un paso fuera de la celda —¿Qué le ocurre a Allen?
—Se muere, ¿vale? —le dijo indignado Dan, ya que le hacía perder el tiempo —Noah ha envenenado a Allen.
De repente, todos, toda la gente que estaba allí empezó a murmurar cosas. Ellos eran seguidores fieles de Allen y, saber que su gobernador se estaba muriendo por el nuevo, les hizo mucho que decir. Oliver y Dan sacaron a Allen fuera de la celda para darle más espacio. Volvía a estar con la herida muy húmeda por la sustancia morada. De hecho, se le estaba cayendo por el resto de la cara. Estaba inconsciente, normal, ya que se encontraba muy mal. Oliver se quedó plantado sin decir nada mientras que Dan obligaba al gobernador a beber la medicina y usaba sus manos con luz amarilla alrededor de su cuerpo, sobre todo el pecho.
—He estado utilizando mi magia, pero es imposible que sobreviva por más tiempo si no tiene cuidados de verdad... —susurró una vez se aseguró de que la sustancia había dejado de salir de su cara, y miró a Oliver —Gracias... —sonrió un poco.
—No es nada —bajó su cabeza —Yo no soy seguidor de Allen, pero tampoco puedo dejarle...
De repente, se detuvo. Elías también subió la cabeza rápidamente. Nada más hacer las dos cosas, el Enano Real se giró a Dan, el cual le miró con ojos de duda. Se levantó lo más rápido que pudo y empujó de él hacia la celda de nuevo. Dan se quedó callado.
—¿Oli...?
—¡Rápido, meteos dentro...! —dijo cogiendo a Allen de sus hombros —¡Rápido...!
—¿En qué momento Oliver es bueno? —me giré a Cass, que subió los hombros ya que quería silencio para reírse de Allen.
Al final, entre Dan y Oliver, metieron al gobernador de nuevo en la celda y el más bajito de los dos cerró. No digo nada de su altura, que conste. Inmediatamente, suspiró y guiñó un ojo a todos nosotros. Comenzó a caminar hacia la izquierda, justo en el momento en el que entró otro guardia. Le reconocí al momento, era aquel tipo que había escupido y golpeado a Allen. Todavía llevaba puesta la armadura, ya que ¿para qué se la iba a quitar si seguía patrullando por la cárcel? Caminó, moviendo su capa y su espada, las cuales llevaba en la espalda colgadas una sobre la otra, hasta llegar al lado de Oliver. Este, al contrario de Elías, le sacaba fácilmente dos o tres cabezas al Enano Real. No pude no aguantarme una sonrisilla.
—¿Has capturado a Allen? —preguntó Oliver, haciéndose el tonto.
—Por supuesto que sí, ¿no lo has visto? —pareció indignarse el otro, pero sonrió malvadamente —Claro, con tu altura, típico que no lo veas.
—Te callas, Freddie —susurró, mirando abajo.
—¿He escuchado algo, enano? Tienes una voz grave, pero con la altura ni se te escucha —y se terminó riendo aquel tipo.
—¡Que no te burles de mí! —subió rápidamente la cabeza —Aún sin ser de vuestra especie, he conseguido ser un Guardia Real como tú y no tienes por qué hablar mal de mí, sino que...
De repente, un ruido fuerte se escuchó. Sin haberle tocado siquiera ni haberse dirigido a él, había atacado a Oliver por levantarle la voz. Cuando volví a mirar, pude ver cómo cogía aire con dificultades y miraba sin decir nada a Freddie, que se había quedado callado bajo su armadura. Después, se dio la vuelta.
—Aunque seas de la Guardia Real, sigues siendo un extraño entre los humanos, maldito enano —dijo firmemente —Si vuelves a levantar la voz a un superior, te estrangularé con la mirada.
Eso fue lo último que dijo antes de marcharse. Nada más se oyó cómo se cerraba la puerta, un movimiento rápido de una figura fue por detrás de mí hasta plantarse contra la puerta de metal. Se cogió de los barrotes y, con la mirada bien posada fuera, Elías cogió aire.
—¡Oli! ¡¿Estás bien?! —le gritó, pero Oliver se giró con mala cara.
Pero no de estar malo, sino de enfado. Se acercó lenta y firmemente hasta plantarse contra la puerta y agarró a Elías por una de las cadenas, tirando hacia él con los dientes apretados.
—¿Por qué has decidido pasarte al bando de Allen, dichoso Elías? —le dijo antes de dejarle suelto y darse la vuelta.
De hecho, se tocó la parte de atrás de la cabeza para mostrar que le había dolido el golpe, pero no quiso decir nada más. Suspiró y empezó a caminar hacia el otro lado. Cass, Elías y yo nos miramos en silencio, antes justo de oír un ruido. Un movimiento, algo muy leve. Pero se escuchó, que era lo importante. Levanté la vista hacia la puerta de la derecha para ver a alguien cruzándola. Abrí los ojos al momento ya que nunca en mi vida había visto a alguien así, ni siquiera en mi vida real. Nada más arrastrar la puerta, unos pies descalzos entraron en la sala, llamando la atención de Oliver ya que parecía tener un control sobre todo un área. Como había pasado cuando había entrado Freddie, los dos guardias supieron inmediatamente de su presencia. Es más, cuando entró, todo el ambiente en sí pareció cambiar, como si entrase un tipo de dios o como había pasado con la luz de Dan. Caminó rápidamente, pero con pasos pequeños. Boone y Aiden parecieron darse cuenta también y miraron. En ese momento, el trovador abrió los ojos como nunca lo había visto de la sorpresa. La persona que acababa de entrar era una chica muy joven todavía. Al menos me di cuenta por su manera de caminar, pero, cuando la miré, a mí también se me iluminó la mirada. ¡Era Allen...! Aunque estuviese en la celda del otro lado... No, no era Allen. Era una chica igualita a Allen. En cambio, parecía emanar una luz blanquecina de su cuerpo y de su aura. Llevaba un vestido rojo y blanco, con algún que otro rombo por la falda. Sus maneras de andar eran sencillas y hacían que se moviese ligeramente. En cambio, no tenía tantos pechos como tenía Cass, por ejemplo. Es decir, parecía una plancha de lo plana y delgada que estaba. Pero, cuando me fijé en su cara, se me fue la alegría. Era guapa, muy guapa, pero había algo que no cuadraba. No sonreía, no tenía luz en los ojos y estaba pálida como la primera vez que vi al curandero, aunque no estuviese muerta. Su pelo era más negro que el carbón y tenía pecas por toda la cara, pero tenía los ojos tan rosas como Allen. Eso quería decir algo... ¡Eso me recordaba a algo! De repente, un pensamiento me cruzó la cabeza. Una conversación, un recuerdo... ¡De cuando conocí a Aiden!
—¿Es Adeleide...? —pregunté si dejar de mirarla.
—Sin duda —respondió Cass mientras se metía el filo de la navaja entre sus dientes —Es hermosa —por lo menos lo admitió —No como su hermano.
Y ahora se rio. Volví mi mirada a la chica que acababa de entrar. Estaba clarísimo que Adeleide era la hermana de Allen, no había duda alguna. ¡Eran completamente iguales! Con la excepción de que Adeleide tenía pecas y Allen una herida mortal, pero eso apenas se cuenta. Si Allen había sido el gobernador, ella debía ser algo también de alto mando, pensé. Un momento... ¿Qué era Adeleide ahora que Allen no estaba?
—Su majestad... —se inclinó Oliver nada más se dio cuenta de la presencia de la chica —He cuidado de él como me ha ordenado.
—Gracias, Oliver... —sonrió.
Su voz también era preciosa. Era más de una niña pequeña que de una adulta, pero había dudado en las palabras adecuadas apenas unos segundos. Justo después, el Enano Real condujo a la chica por el pasillo. Yo giré mi cabeza y la señalé. ¿Su majestad...?
—Es la princesa del pueblo —dijo Cass, dándose la vuelta —No pretendas cortejarla, no te va a hacer caso y ya tiene novio.
—Lo suponía, de todos modos —subí mis hombros.
Devolví la mirada para ver cómo Adeleide se paraba frente a una celda. No lo dije antes, pero su expresión era de tristeza absoluta. Parecía estar sufriendo a cada momento que pasaba. Cuando se detuvo, abrió su boca un poco, sus ojos al máximo y arqueó las cejas hacia arriba. Estaba justo en la de nuestro lado.
—Allen... —dijo con un hilo de voz.
Se agarró con una mano, la cual la tenía oculta gracias a un guante blanco, a las barras. Apenas habían pasado unos minutos entre que habían ayudado a Allen y la princesa había entrado, por lo que el gobernador seguía inconsciente. Al menos lo supe cuando Dan se acercó a ella y se inclinó.
—Su majestad, es un gusto y un alivio saber que sigue bien...
—¿Cómo está mi hermano? —intervino ella con la mano puesta en alto.
—Allen... —suspiró ahora —Su hermano está bien por ahora, pero es temporal. Si a usted le importara...
—Dan —dijo cogiéndole de las manos a través de la celda, lo que hizo que Cass se girase roja del enfado hacia ella —No necesito que me llames por tercera persona si a Allen tampoco lo haces. Tú, él y yo somos amigos desde la infancia. No me importa que me llames Adeleide. Es más, lo prefiero así.
—Ah... Está bien —giró su cabeza y separó sus manos —Necesito, si no es molestia, que me traigas algo.
—Si es por Allen, nada es molestia —bajó su cabeza hacia el suelo.
—Está bien... Entonces, necesito que traigas un cubo y todo el césped y flores que puedas.
Adeleide, en ese momento, se quedó un momento parada, sin saber qué decir o hacer en ese momento. Por eso Dan continuó.
—Da igual qué tipo sean, solo tráelo... ¡Y agua! Trae agua, por favor.
—Enseguida —dijo ella firmemente —Gracias por todo, Dan —debía de haber sonreído, pero falló en esa misión.
Después, la princesa, ante la mirada de asombro de todos, se dio la vuelta y volvió a marcharse. Oliver contuvo su postura, ya que él sí que debía tratar como tal a Adeleide. Después, suspiró y se levantó.
—¿Sorprendido, Ash? —dijo Boone desde su celda, sabiendo que yo no conocía a la princesa.
—¿Es gemela de Allen? —fue lo primero que se me ocurrió decir —Es que son iguales.
—Que va, que va... —se rio este —Adeleide es tres años más pequeña de Allen, pero son completamente iguales.
—Como si fueran clones —susurró Dan desde su celda —Oye, Ash. ¿Tú apoyas a Allen?
—Como persona y gobernador, no —me sinceré —Yo solo ayudo a la gente a que sobreviva.
—Vaya, has conseguido sorprenderme —pareció reírse ahora.
En ese momento, Allen tosió. Todos desviamos una mirada hacia él, aunque estuviese el muro.
—Nos van a aniquilar aquí dentro —soltó la camarera de repente —Si no, ¿para qué nos quieren aquí?
—Para ver si cambiamos de opinión, supongo —dijo Cass, todavía rojísima como un tomate.
—Pues yo no voy a cambiar —opinó primero Dan —Allen está vivo y lo va a seguir conmigo aquí. Supongo que ese era el plan de Noah...
—¿El plan de Noah dices? —dijo de repente una nueva voz.
No, no era nueva, sino que había sido de otro guardia más que acababa de entrar. De nuevo, se trataba de Freddie. Se acercó rápidamente e ignorando las insistencias de Oliver hasta la celda de Allen. Ahora que estaba despierto, pudo verle de pleno. Sin preguntar, abrió la celda de una patada. ¿Nunca se había cerrado...? No, la había roto. Allen le miró con pena hasta que Freddie, bajo la armadura, sonrió y le agarró del pelo para sacarle fuera. Es más, le lanzó fuera hasta que se dio contra la pared.
—¡Agh...! —gritó con dolor en el suelo —¡Maldito seas...!
—Me das igual, exgobernador. Vengo a por él.
Ahora, bajó la mirada. Se dirigió a Dan y, por si le cogía del pelo al igual que Allen, cerró los ojos. Pero solo le obligó a levantarse y a caminar. Oliver se quedó parado mientras veía cómo Allen gritaba e insultaba con todo a Freddie, el cual, al pasar, le pegó una patada de más. Dan caminó a tropezones por detrás ya que Freddie tenía aún más fuerza incluso que Elías. Es más, cuando se fijó en él, se detuvo.
—Vosotros tres —nos señaló y se dirigió a Oliver —A estos me los llevo también.
—Sí, señor... —miró para arriba con pena.
—¡Eso es injusto! —saltó Boone —¡Yo también quiero ir...!
Entonces, el Guardia Real se giró, miró a Boone a los ojos y pareció sonreír. Por eso también salieron ellos dos. Y, con nosotros seis, empezó a caminar hacia la misma sala por la que se había ido Adeleide hacía tan solo unos minutos. Miré con lástima hacia atrás para ver cómo Oliver me la devolvía con seriedad, pero asintió. Él cuidaría de Allen, el cual se había quedado en el suelo con los ojos fuertemente cerrados. Mi objetivo estaba delante, por algo es un videojuego y me había elegido. A veces se me olvidaba incluso. ¿Cuál sería mi siguiente destino...?

Bienvenido al videojuego, Ash Where stories live. Discover now