¿Aliados o enemigos?

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Cuando me giré un poquito para ver de qué se trataba aquel tipo de broma, pude ver a una persona encapuchada con el pelo rosado que sostenía un tipo de cuchillo sobre mi cuello. Me cogió un poco más fuerte cuando pareció darse cuenta de que lo estaba mirando. No pude describir mucho más antes de que Aiden se diese la vuelta, me buscase por los lados y abriese los ojos, sorprendido. Luego, se enfadó.
—¡Oye, imbécil! —gritó señalándonos —¡Deja a Ash en paz!
Hablaba con la persona de atrás. De repente, un pensamiento me recorrió de arriba a abajo, seguido así por un escalofrío. Acababa de terminar de hablar con Judy-Ivy hacía un par de minutos sobre que debía buscar al Sujeto W. Ya había supuesto de por sí que se trataba de alguien peligroso por sus advertencias. Acababa de salir para que alguien me pusiese un cuchillo en el cuello. ¿No sería...? ¿Me habría oído y habría venido justo para que no le capturase? Incluso me dio miedo. Pero no pude pensar mucho más ya que me agarró más fuerte, tratando de apartar a Aiden de mi vista.
—Aléjate —dijo con una voz un tanto aguda—Vuelve a tu poblado y no vuelvas a mencionar a este chico.
—¡Ni de broma! ¿Te crees que soy imbécil? —gritó alegremente Aiden.
Pero eso era lo que realmente le hacía imbécil. Suspiré, relajando mi cuerpo, aunque duró poco ya que tenía a un asesino detrás de mí. Agarró con más fuerza su cuchillo y mi cuello con la otra mano. Ahora pareció hacer otro plan rápidamente.
—Le romperé el cuello. Aquí y ahora para que no veas que estoy de broma —terminó decidiendo el chico de atrás.
—Eh, no, no... Eso no, por favor, que solo tengo una vida —traté de suavizar yo el asuntillo. Tampoco me quería morir así de buenas a primeras.
Entonces, como Aiden no se movía, no podía hacer su plan como quería. Yo tenía claro que no quería verme muerto sin más, sino que quería algo más de mí. Por eso pedía amablemente a mi amigo que saliese del bosque. Y, ya de paso viendo que aquel imbécil no hacía lo que quería, agarró con su mano izquierda el cuchillo, echó hacia atrás el brazo y apuntó a Aiden. En un movimiento tan rápido que ni yo ni él pudimos observar, lo lanzó contra él. Fue a tal velocidad que no le dio tiempo ni a moverse lo suficiente cuando le impactó justo en el hombro izquierdo. Abrí los ojos, y no solo yo. Se lanzó al suelo pegando un grito mientras empezaba a sangrar por su cabezonería.
—¡Aiden...! —me salió decir, justo antes de que el asesino hiciese un movimiento.
Tiró de mí, arrancándome la espada y empujando a Maulo al suelo para llevarme junto a él. Tenía una fuerza tremenda, podía con mi robusto cuerpo y como si fuese un gigante o un forzudo. Me agarró tan solo por la capa y fue tan sencillo de arrastrarme que parecía una muñeca de trapo. Me alejó de Aiden, de Maulo, de mi espada y de la casa de Judy-Ivy. Me alejó de allí tan solo arrastrando. Además de que iba rápido, como si fuese un galgo o algo así, no se me da bien la biología. Aun así, sé que me estuvo arrastrando durante un buen rato durante el cual me estuvo doliendo todo el rato la cabeza puesto que me daba en el suelo a cada rato. Más bien, la iba arrastrando por el barro. Como dije, un buen rato. Luego, me detuvo y me dejó tumbado en el suelo mientras él se movía por allí. Yo, con dolor de cabeza por todo el recorrido, no me pude mover. Mejor dicho, no me quise mover. Solo veía árboles ya que el cielo estaba oculto. Entonces, pude ver unas botas negras acercándose a mí que llevaban unos cordones blancos y unas suelas que eran altas. Estaba a mi lado justo. Levanté la vista antes de que él se agachase. Llevaba puesta la capucha, pero tenía el pelo pelirrojo. Su cara era redondita, tenía los ojos rojos y unos colmillos largos que me miraban con una sonrisa. En ese momento, me di cuenta de que había pasado igual que con la bruja. No era un asesino, sino una. Pero no pude pensar mucho más ya que habló.
—Creo que sé qué es lo que quieres y yo no quiero eso. No te atrevas a interponerme en mi camino, maldito héroe —dijo esta, antes de pisar mi cara con su asquerosa suela mojada y oscura por la suciedad. Apenas recuerdo algo más puesto que hablamos de una asesina.

Cuando abrí los ojos, me descubrí con movilidad reducida. Miré a los lados un poco aturdido, al menos no recordaba haber llegado allí. Cuando tuve algo más de visión completa, descubrí que estaba en una trampa hecha entera de cuerda de arriba a abajo. Y yo dentro. Estaba metido como bien podía en una red hecha de cuerda en medio del bosque y en medio de la nada. No había nada más allá. Solo estaba yo, en una cuerda en medio de la nada. Suspiré.
—Maldita sea... —dije con dolor en la cabeza —Maldita asesina.
Resoplé mientras trataba de mover mi cabeza hacia los lados. No era capaz de ver más allá de lo que estaba viendo, ni arriba, ni derecha, ni izquierda, ni siquiera abajo. Era incapaz de mover cualquier parte de mi cuerpo porque la red me tenía bien sujeto. Suspiré, tratando de no enfadarme, pero el sentimiento de que me hubiesen alejado de mis dos amigos era tan frustrante...
—Cuando pille a esa idiota, le voy a decir un par de cosas a su cara —dije con cabreo mientras suspiraba del enfado.
—Sin duda —dijo de repente una voz a uno de los lados.
Juraría que estaba solo desde el primer momento. Miré a ambos lados, pero descubrí lo mismo; no había nadie. Traté de girarme para ponerme más cómodo o tocarme la cabeza por el dolor, pero era más que imposible. Además de que ya había comprobado por segunda vez que no había nadie.
—¿Quién eres? —pregunté todo lo alto que pude —Estoy estresándome, no puedo moverme...
En cambio, no obtuve ninguna respuesta. Miré todavía tratando de buscar a la persona o a cualquier cosa que me hubiese respondido hacía tan solo un par de segundos. Puesto que no me contestaba a mis preguntas, decidí intensificar mis quejas por estar encerrado. Tal vez así me oía la asesina.
—¡Imbécil...! ¡Cuándo te encuentre, te arrancaré la cabeza con mi espada! —dije a todo pulmón.
—Yo no haría eso —me respondió de nuevo esa voz.
Abrí los ojos puesto que sabía que no era la misma que la voz de la asesina. Era otra persona que estaba por allí, pero no podía identificar en dónde. De nuevo, tampoco podía moverme a placer, por lo que traté de romperla ahora haciendo fuerza contra ella con las piernas. Como no tengo mucha fuerza porque no soy de los que cogen cincuenta kilos al día ni se hacen tres kilómetros corriendo, no conseguía hacer nada de una forma u otra. Solo me quedó suspirar en mi pequeña jaula. Al menos sabía que estaba acompañado.
—¿Quién eres...? —insistí para ver si me respondía aquella voz. Y acerté, pero no del todo.
—Ella, la pilla —empezó diciendo, cosa que no me interesaba —La había capturado, pero se me ha escapado y llevo aquí desde hace ya un tiempo hasta que te encontró a ti, su nueva víctima.
—¿Qué quiere de mí? —dije con horror, me esperaba cualquier cosa —¿Por qué yo y no mi amigo el músico?
—No lo sé. Eres un héroe, ¿no? —respondió la voz.
Había dado por hecho que este sí que era un chico por su voz grave y bruta. Pero no estaba del todo seguro ya que, en mis dos últimos encuentros, había dado por hecho su género para ser el contrario. Yo, metido en mi pobre red de cuerda, trataba de saber dónde estaba aquel chico que me estaba hablando, pero era más que imposible por muchos giros que tratase de dar. Entonces, se escuchó un ruido extraño, como cuando tensas una cuerda o algo así. Tampoco sabía de dónde venía. Podía ser ella, la asesina o la pilla que me había capturado. Pero sonaba de arriba y dudaba que esta hubiese subido solo para tensar algo. De repente, el chico volvió a hablarme.
—Baja la cabeza, héroe —me dijo bastante serio.
Yo obedecí y bajé la cabeza al completo. No tenía ni idea de qué tenía pensado aquel chico al que ni siquiera había visto la cara. Solo sabía que estaba por allí, aunque no le viese. Lo que me faltaría sería volverme loco aquí, en este lugar. Aun así, después de mi movimiento, no pasó nada, por lo que empecé a dudar de mi cordura.
—¿Por qué debía...? —empecé.
—¡Silencio! —me interrumpió.
Eso incluso me pareció una parte ruda de aquel chico al que ni había visto. Justo cuando iba a dejar de hacer caso porque yo no soy muy de seguir normas, otro ruido, como cuando lanzas algo, empezó a sonar. Y, justo después de eso, atravesó la parte de arriba de la cuerda para dejarme a mí y a mi pobre cuerpo caer al suelo. Tirado y en el césped, abrí los ojos hacia arriba. La cuerda se había roto completamente, como si se hubiese quemado o así. Era imposible, ¿cómo lo había hecho? ¿Eso era obra del chico? Pero seguía sin verle, al menos del todo ya que, al abrir bien los ojos hacia arriba, descubrí otra cuerda en una de las ramas. Y, de ahí, sobresaliendo algo puntiagudo y afilado. Una flecha de metal. Subí más la cabeza para descubrir que la flecha provenía de un arco de dentro de la cuerda, y el arco provenía de una mano que iba acompañada por un cuerpo. Cuando me fijé del todo, pude ver a un chico subido a la rama y metido en una cuerda, el cual llevaba un arco con flechas. ¡Era él, sin duda! Había roto mi cuerda para liberarme. Luego, bajó su arma.
—¡Tú...! —dije al momento —Estás atrapado.
—Sí, y llevo aquí un buen rato —empezó diciendo mientras se echaba hacia atrás —Nadie ha venido en mi búsqueda y la gente que ha capturado esa pilla y yo he rescatado, han huido sin ayudarme.
—¡Espera, yo voy! —dije sin pensarlo dos veces.
Tampoco sabía escalar árboles, por lo que me las tuve que apañar. Salté a lo alto, encontré un lugar para agarrarme, y metí la mano. ¿Quién hubiese dicho que escalar un árbol costaba y dolía tanto? Yo, al menos, lo descubrí y me tuve que morder los labios para no gritar y parecer un imbécil. Después, subí como pude la pierna para terminar cayendo para atrás completamente hasta llegar al suelo. El chico suspiró, incluso pareció reírse al ver mi cara de sufrimiento. Soplé mis dedos, dispuesto a lanzarme una segunda vez. Cogí un poco de carrerilla, hinché mis mofletes y salté hasta subir un poco más de lo que había llegado antes. Después de eso, busqué los lugares que sobresalían o se metían para agarrarme con los pies y las manos. Poco a poco, parecí cogerle el tranquillo a eso de escalar árboles. Incluso yo me estaba sorprendiendo de lo que mi vago cuerpo estaba haciendo. Luego, tuve que rodear toda la parte izquierda de este para llegar a la rama en la que estaba. Una vez posé un pie, se movió. Él también pareció notarlo y me miró con cara de seriedad.
—Cuidado, héroe —empezó diciendo con las manos puestas en alto —Si pesas mucho, nos caeremos tú, yo y la rama.
Tenía toda la razón, por lo que, a la hora de poner toda mi parte baja sobre la rama, tuve que hacerlo lo más lento posible. La verdad, tenía una altura tremenda y me estaba dando algo de vértigo tan solo mirar en frente. Prefería no mirar abajo. Con el mayor cuidado posible, fui moviendo mi cadera para acercarme al final de esta, en donde estaba él. Me temblaban las manos y me picaban los pies por una simple razón; tenía miedo a las alturas. Aquella no era extremada, pero ya me daba miedo.
—¡No cierres los ojos, miedica! Solo acércate, no se va a caer.
Aunque me lo dijese, no podía detener mi miedo. Abrí mis ojos como bien me había dicho y fui moviéndome aún más lento. Miré con los ojos bien abiertos en frente. Ya quedaba poco, ya quedaba poco... La rama se movía y yo estaba temblando. Alcé la mano para tocar o, mejor dicho, rozar la cuerda con la yema de mis dedos. Ya estaba ahí. Me acerqué un poquito más con los ojos cerrados y, de pronto, palpé con toda la mano la cuerda. Ya estaba. Abrí los ojos del todo para mirar los ojos del chico clavados en los míos, color amarillo.
—Ya estoy, ya estoy... —empecé diciendo con temblores —Ahora solo debo desenganchar esto...
No tenía navaja, no tenía espada, por lo que mordí la cuerda. Él se me quedó mirando a la hora de sonreír. Entonces, él también mordió la parte de arriba de la mía.
—Gracias por salvarme.
—Todavía no estamos en el suelo... Y me voy a morir como no bajemos ya...
De repente, se rio de mi expresión. Su sonrisa era grande y muy blanca, como si se lavase los dientes, cosa que no parecían hacerlo muchos más personajes de allí. Finalmente, la cuerda cedió e hizo una pequeña apertura en el lugar donde estábamos mordiendo ambos. Me aparté un poco y con el mayor cuidado para dejarle pasar. Él salió con cuidado para ponerse justo en frente de mí agachado. El aire le dio de lleno y, aprovechando que tenía el pelo largo y de color castaño, se voló por detrás, haciendo así una escena perfecta para el momento. Llevaba en la espalda el arco y las flechas y, de ropa, una capa parecida a la de Aiden y una armadura entre negra, por los botones y el metal, y verde entera. Me miró antes de ponerse serio.
—Salta —dijo, y tan normal.
—Ni loco —respondí al momento, ni me lo pensé.
—Confía, yo te cojo.
Y, así sin más, saltó él primero al suelo. Posó sus pies como si fuese una rana. No pareció hacerse daño, es más, miró hacia mi posición y abrió los brazos, entre serio y con una sonrisa.
—Yo te cojo, héroe —dijo tratando de darme confianza, pero era más que imposible.
Negué rápidamente mientras miraba hacia abajo. No podía, tenía miedo, me daban miedo las alturas y no había de otra. Entonces, él suspiró y buscó algo en su espalda. Agarró el arco como bien pensaba, luego cogió una flecha y me apuntó con malas intenciones. Si no saltaba, él me lanzaría de un modo u otro. Le miré aterrado antes de que él lo hiciese con una mirada asesina.
—O te tiras o te tiro.
—¡No, no...! ¡No puedo...! De verdad, no puedo, me da miedo y..
—Salta ya —dijo con voz más dura —O te alcanzo con mi flecha. Tengo la mejor puntería de toda la ciudad, así que no dudes en si te daré o no.
Eso hizo que pegase un grito. Menudo héroe estaba hecho, no sabía usar una espada y tenía miedo a las alturas. Abracé la rama del árbol con terror antes de que él suspirase.
—Tres.
—¡No, no...! ¡Por favor!
—Dos.
—¡Qué no, que no...! ¡Por favor, no me alcances...!
—Uno.
Cerré los ojos, desesperado. Entonces, justo en ese momento, la rama sufrió un tirón y, como ya estaba mal de antes, se movió hasta el borde de desprenderse lentamente del resto del árbol y ¡caer...! ¡Conmigo encima! Pegué un grito antes de tragarme el suelo. Ya veía mi muerte por haber salvado a aquel chico de los ojos amarillos cuando noté que alguien me cogía de repente. Como si yo fuese un bebé, el chico se lanzó hasta agarrarme como a tal. Le miré la cara de serio que traía cuando lo hizo. Luego, escapó de allí conmigo. Nos quedamos tras unos árboles y me pidió silencio.
—Te odio —dije sin saber ni lo que decía.
—Me lo dicen mucho, en verdad —respondió él de malas maneras —Ahora vendrá ella y tendré mi momento de capturarla por fin.
—¿La pilla?
—Esa misma —dijo sin mirarme, sino que estaba poniendo una flecha en su arco con cuidado —Dan una buena recompensa por ella, por lo que la quiero capturar de un modo u otro. Mi puntería nunca falla, es imposible que me vea venir de nuevo si la pillo desprevenida.
—¿Y cómo te ha capturado ella a ti?
—Eh...
Creo que decidió no contarlo porque le habría capturado de la forma más estúpida y graciosa posible. Ni yo llegaba a tanta torpeza. Aun así, se escuchó justo por detrás de mí un golpe en uno de los árboles. Abrí los ojos rápidamente. Debía de ser ella, debía de ser la pilla. Agarré de la manga a mi compañero para avisar, aunque recordé que ni sabía su nombre.
—Oye... Por ahí —empecé diciendo, pero no me estaba ni escuchando.
—Cállate, héroe —me respondió.
Yo agarré mejor su manga con algo de miedo y, a la vez, tirando de él. Entonces, él me dio un empujón hacia atrás para que me detuviese. Yo me quedé con los ojos muy abiertos, mirando en frente. Empecé a gatear con cuidado en donde ponía mis rodillas. Si se trataba de ella y veía que nos habíamos escapado, no suponía que nos hiciese algo demasiado malo. Tal vez, a él sí ya que llevaba un arma. Por eso, decidí acercarme un poco. Justo delante, se movían los arbustos de una forma un tanto sospechosa. Y fue bueno, finalmente ya que, de detrás de estos, apareció un brazo. Parecía estar buscando algo. Bajé mi cara de terror a una de asco antes de ver como la movía palpando el suelo. Y, justo después de eso, el brazo se unió al cuerpo o, mejor dicho, a una cabeza. Abrí los ojos del todo al ver una cara con los ojos grandes y verdes y con pecas... Y completamente rubio. ¡Era sin duda...!
—¡Aiden! —grité al momento de lanzarme contra él. Recordé su herida y abrí los ojos —¿Tu brazo...?
—¡Ay, Ash...! ¡Te he echado de menos, héroe! —me respondió él, cogiéndome del pecho y levantándome a apenas unos centímetros del suelo en modo de abrazo.
No le correspondí, es más, me solté de él en cuanto pude. Aiden estaba bien, la herida del brazo la tenía más o menos curada ya que había detenido el sangrado. Ahora me sonreía. A su lado, en el hombro, estaba Maulo que me miraba con una cara neutra, como esperando algo más.
—¿Y esa imbécil? —empezó Aiden —¡La voy a matar, la voy a matar...!
—Ah, pues él lo sabe o eso creo, ¿no? —dije señalando hacia atrás, hacia el chico del pelo largo.
El músico miró con duda hacia atrás, lo mismo con Maulo. Yo me limpié los codos por la suciedad en la que había estado gateando. Entonces, Aiden decidió hablar.
—¿A quién señalas, Ash? —dijo de repente.
—Pues a él, pero...
Cuando me giré, pude comprobar con mis ojos bien abiertos que no estaba detrás de mí. ¿Adónde había ido? ¿No habría sido mi imaginación por haber estado loco o así...? Pensar esas cosas me daba dolor de cabeza, por lo que me giré con cara de estúpido.
—Pues ha desaparecido —dije abriendo los brazos —Vaya.
No supieron qué contestar, es más, me miraron como si ya me hubiese vuelto loco, que era lo que yo estaba pensando también. Aiden empezó a caminar hacia donde había estado el chico del pelo largo hacía unos segundos y se puso de cuclillas en el suelo, como buscando algo. Tal vez había huellas o así, pero las habría visto... Seguramente. Nunca se me han dado bien los juegos de encontrar objetos ocultos en una imagen. Suspiró y, a la hora de darse la vuelta, se escuchó un ruido. ¡Otro más! Pero esta vez provenía del otro lado, por lo que podría volver a ser la pilla. En cambio, este fue más como si alguien estuviese cazando a un animal. Aunque, pensándolo mejor, ¿quién querría cazar a esos animales tan extremadamente grandes? Yo, por supuesto, no. Pero me había entrado la curiosidad y quise ir a investigar. Si se trataba de ella, probablemente me llevara un puñetazo y una patada de nuevo y, si no, habría que salir corriendo. En cambio, una voz habló desde el otro lado.
—¡Héroe! —dije y la reconocí al momento —He capturado a la asesina.
—¿Qué? —dije inmediatamente. ¿Ya la había pillado?
En cambio, Aiden abrió sus ojos. Soltó mi arma y a Maulo para abrir los arbustos lentamente, pero como buscando una sorpresa. Nada más hacerlo, pude ver al chico a un lado y, al otro, cogida por la capucha con una flecha clavada en la cintura, a la pilla. Estaba claro que cuando nos habíamos separado él había usado el arco para capturarla. Y fue desprevenido ya que, al ser una pilla, debería de haberla esquivado. O tal vez el juego lo quería así. Como yo no me había enfrentado a ella, él lo había hecho por mí. Aun así, la sonrisa de este se bajó al ver la cara que traía Aiden, con sus ojos brillantes y saltones hacia él. En un impulso, pegó un salto hasta lanzarse encima del cazador en un abrazo. Sabiendo como era mi amigo el músico, era normal, pero ¿a un desconocido?
—¡Boone...! —gritó Aiden de repente —¡Estás vivo!
—Aiden —respondió él, pero no siguió. Él también se había quedado mirando.
En ese momento, recordé la historia de Aiden. Un amigo suyo había ido a capturar a un asesino y no había vuelto. Llevaba un mes sin saber nada de él, pero no podía adentrarse en el bosque, así como así. Resulta que él estaba bien, yo le había rescatado. Encima, el chico había acabado con la pilla que tenía una herida un tanto ensangrentada en la parte de la cintura, justo debajo del ombligo. Me miró con mala cara, a pesar de llevar una braga puesta en la boca. Yo también me acerqué mientras los otros se saludaban, Aiden en abrazo, el chico sujetando a la pilla por la capucha.
—Tiene mala pinta, Ash —me dijo Maulo en bajo —Puede que lo mejor sea enterrarla aquí.
Suponía que, si estuviese jugando de verdad, me saldría una pestaña de elección diciendo "¿Quieres dejarla y continuar o ayudarla y pararte?" Si elegía la segunda, podía acabar mal. Es una pilla, podría usar sus cuchillos contra mí o algo así.
—Se llama daga, cabeza hueca —dijo ella, como si me hubiese leído el pensamiento —Si tienes pensado dejarme aquí hasta morir desangrada, por favor, entrégame al maldito canidre.
Se refería al lobo, pero yo ya ni me acordaba del nombre, siendo sincero. Solté la capucha que llevaba la pilla, que iba como un abrigo para sus hombros, para dejarla libre del otro chico. De nuevo, la biología se me da mal, pero fatal, por lo que no sabía cómo sacar una flecha sin hacer daño a su pobre cuerpo. Aunque, hay que recordar que aquella chica tenía pensado hacer cosas turbias conmigo, ya que me metió en una red. Toqué suavemente la herida y, dado el momento oportuno, se la arranqué de su piel. Aguantó un grito mientras yo suspiraba. Miré la flecha llena de sangre. Que asco.
—Entonces, no mires su herida, dramático —me recomendó Maulo.
Aun así, soy muy curioso, por lo que miré. La sangre había seguido saliendo, pero ahora a borbotones. Y ella me miraba con una cara de que le daba asco. A mí sí que me daba asco. No pude ayudar mucho más ya que no tenía ni idea de nada, por lo que me giré al chico de las flechas.
—Oye, perdona... —dije tímidamente.
—¡Ash! —interrumpió el músico —Este es Boone, mi amigo, el que te dije.
—Vale, Aiden... —dije tratando de hacer que se callase. Me giré al otro chico —Boone, le he arrancado la flecha un poco.
Lo dije mientras enseñaba la flecha ensangrentada. Boone, el chico del arco y del pelo largo, miró con cara de desprecio a su víctima para ver la sangre saliendo de su herida. Me volvió a mirar con los ojos entrecerrados, como juzgando.
—¿Tú eres imbécil y te haces llamar héroe? —me terminó derribando con sus palabras y suspiró para dirigirse a la villana.

Bienvenido al videojuego, Ash Where stories live. Discover now