¡Mi piel arde! [7]

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¡Mi piel arde!

¡Mi piel arde!

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4 días antes:

—¿Qué haces aquí?—le pregunté con amabilidad a mi amigo sin poder creérmelo.

—He venido a visitarte, preciosa. Y vine para acompañarte a cumplir tu sueño—él me guiñó un ojo y yo jadee sorprendida.

Ryan no podía estar bromeando con esto.

—No me jodas—susurré procesando todo—. ¿Viajarás conmigo?

—Hasta el fin del mundo, preciosa.

Ahora:

Termino de quitar el pedazo de piel muerta de mi espalda pero me quedo unos segundos más viendo mi reflejo en el espejo. Tengo un par de minutos así intentando quitar todo el resto de la insolación que tomé hace unos días.

No pensé que fuera a afectar tanto a mi piel dado a que esta no es sensible a este tipo de exposiciones al sol. Pero de hecho, si lo hizo. Y no puedo imaginarme como estará Milan en este momento.

Le escribí ayer por la tarde un simple "Hola" pero me clavó un visto por aproximadamente dos horas y luego respondió también un "Hola". Decidí dejarlo ahí porque justo en ese momento iba a salir con Ryan.

Una toalla cubre mi cabeza y la otra está tirada en el piso de mi habitación. Mi cuerpo se encuentra expuesto ante el espejo mientras yo lo observo con detenimiento, no hay nada nuevo. Tal vez uno o dos kilos más cuando mucho. Soy de contextura delgada al igual que mi padre, y aunque comiese un camión de comida no engordaría.

A veces deseo estar un poco las rellena, pero ya llegaría el momento.

Unos golpes en la puerta interrumpen mi inspección y con rapidez me agacho y tomo la toalla para envolver mi cuerpo. Sin preocuparme mucho abro de lleno la puerta encontrándome con una bonita sonrisa y un par de ojos verdes.

Al notar mis fachas Ryan levanta una ceja.

—¿Qué harás hoy?—pregunta mirando fijamente mi rostro.

—Deprimirme hasta las tres de la mañana mientras veo pelis de amor que acaben mal y mi mente no deje de pensar en que faltan casi tres semanas para volver al infierno.

—Vaya—comenta sorprendido—. Que buen plan.

—¿Te unes?—inquiero y paso una de mis piernas por mi tobillo.

—Vale, pero solo para que no te deprimas.

—Sabes que igual lo voy a hacer.

El moreno niega divertido y se da la vuelta para perderse a la sala. Tras esto cierro la puerta y me sumerjo de nuevo en mi habitación. Mi corneta de música comienza a reproducir El tesoro de Él mató a un policía motorizado.

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