Ritmo, notas, arte, música. Sonidos que hacen que delires, que te hacen sentir un completo viaje a otro universo cuando escuchas las canciones que hacen ese clic en ti.
No importa el momento, la ocasión o la situación en la que te encuentres. Cuando...
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Cuatro días de retraso.
Miro las dos pruebas entre mis manos a punto de romper a llorar y la dejo en el lavamanos para esperar los tres minutos. Paso las manos por mi rostro y lo froto reteniendo la frustración que me carcome por dentro en estos momentos.
Doy un suspiro y salgo del baño de mi casa e invito a Milan a pasar, él está igual, o incluso más asustado que yo.
Al ver mi estado se acerca a mí y me estrecha ante sus brazos, ahí me permito llorar con fluidez porque entiendo que no va a juzgarme.
—Sería hermoso—lucho para decir entre sollozos—. Pero no ahora, estamos muy jóvenes.
No puedo verlo y aun así juraría que asiente lentamente con la cabeza.
—¿Qué haremos?
—Si sale positivo, darlo todo, y si no, seguir cuidando esto—sugiero, él vuelve a asentir.
—Quiero que sepas que pase lo que pase yo estaré contigo, mi princesa, no voy a dejarte sola.
Lloro esta vez con más fuerza.
Lloro por irresponsable, porque quería que este momento llegara de una manera distinta, tengo mucho miedo dentro de mí e inseguridades que me recuerdan lo mala madre que sería.
La alarma suena y sorbo mi nariz, los latidos de mi corazón resuenan con fuerza en todo mi pecho y me estremezco, Milan me ofrece su mano y me da un apretón reconfortante, su mirada es tranquilizante, aunque sé que en el fondo está igual que yo.
—Te amo, princesa...
—Y yo a ti.
No sé cómo hago, pero a pesar de que mis manos tiemblan logro tomar las dos pruebas entre mis manos. Doy un profundo suspiro y me preparo mentalmente antes de girarlas hacia nosotros.
Una raya.
Negativo.
Vuelvo a suspirar, esta vez de alivio y escucho como Milan ríe de los nervios, dejo el plástico en la papelera y me giro hacia él más tranquila.
—Que susto me ha dado eso—confieso.
—Antes solías decirme eso a mí—intenta bromear y de inmediato vuelve a ponerse serio—. No era el momento, pero, ¿alguna vez quisieras formar una familia conmigo?
—Claro que sí, Milan. Solo que no ahora, somos jóvenes, con muchos sueños y ambición. Nuestra meta en estos momento no es vivir juntos y cuidar un bebé, no ahora.
—Eso sonó un poco cruel, pero tienes razón.
—La verdad duele.
Limpio el resto de lágrimas y me apresuro a apagar la alarma del móvil que sigue sonando.
