Nany, Roro y Papu [19]

31 7 92
                                    

Nany, Roro y Papu.

Nany, Roro y Papu

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


—No, Milan... me da mucha vergüenza.

El chico me arrastra casi que por toda la montaña mientras yo me quejo queriendo esconderme en uno de esos árboles y no salir más de ahí.

—No te van a comer, princesa. Vamos...

Intento frenar pisando con mucha fuerza el barro, pero no sirve de nada, porque su fuerza es por naturaleza mucho más que la mía, y termina arrastrándome hasta que estoy frente a lo que parece una granja.

Hay animales por todos lados y una pequeña casita, muy bonita por cierto, la fachada es como si estuviera en los años 80's, consiste en paredes blancas y tejado rojo.

¿Cómo es que llegué a esta situación?

Bueno, hace dos días Milan me contó sobre su familia, y de alguna manera llegamos a sus tíos, quienes viven en la montaña. A él se le ocurrió la maravillosa idea de traerme, y aunque me negué insistió tanto que no pude resistirme y terminé accediendo.

Y así es como estoy ahora hecha una bola de nervios porque al fin conoceré a parte de su familia, a parte de Karen, el chico me asegura que son las personas más dulces que voy a conocer, aunque no le creo mucho.

Con mi ex novio tuve un pequeño altercado dado a que sus padres, y su familia en general me odiaban por ser de otro país, me llamaban "pobre" y me trataban de manera despectiva, como si ni siquiera debiera vivir. Desde ahí comencé a ocultar de donde vengo, y me arrepiento, pues es mi tierra y debo decirlo con orgullo.

Inspiro con fuerza para calmar mi errática respiración y Milan sigue arrastrándome por el barro hasta que estamos frente a la puerta que nos separa de su gran familia.

—Ay, tengo miedito—admito en voz baja y escucho su risa.

—No seas tonta Adaia, te prometo que te sentirás bien. ¿Confías en mí verdad?

—No—bromeo y consigo una mala mirada de su parte.

Él se acerca a la puerta y toca un par de veces consiguiendo un jadeo de mi parte, mi corazón late con fuerza, tanto que retumba en mis oídos. Y no pasa mucho tiempo cuando una señora mayor nos abre la puerta con una sonrisa.

De inmediato me fijo en lo hermosa que es, debe de tener unos sesenta y tantos años, y su figura es perfecta, tiene una sonrisa muy dulce y unos ojazos verdes que llaman la atención de cualquiera. Y ni hablar de sus mejillas sonrojadas gracias al frío de las montañas.

—¡Mi niño!—exclama con una felicidad contagiable y se abalanza sobre Milan para abrazarlo con fuerza.

—Nani... me estás ahogado—dice el pobre chico a duras penas.

MuéveteWhere stories live. Discover now