Ritmo, notas, arte, música. Sonidos que hacen que delires, que te hacen sentir un completo viaje a otro universo cuando escuchas las canciones que hacen ese clic en ti.
No importa el momento, la ocasión o la situación en la que te encuentres. Cuando...
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Milan me abraza por detrás y acaricia mi abdomen con cariño, estoy un poco nerviosa y creo que él lo sabe, por lo que intenta calmarme dándome de su amor.
Hoy es el concurso en la tarde y los nervios están latentes en mi organismo. Será la primera vez que baile en una tarima con alguien más, y el que sea Milan lo hace mejor aún.
-¿Crees que salga bien?-le pregunto mirando su rostro a través del espejo de mi baño...
-¿Confías en mí?-asiento con la cabeza-. ¿Y confías en ti?
-Sí-respondo no muy convencida.
-Entonces todo saldrá bien, princesa. Y si no, yo haré que no estés triste.
-¿Y cómo?-me giro quedando muy cerca de su rostro y me fijo en su expresión divertida.
-Podrás descubrirlo tú misma.
Sonrío maliciosamente y paso mis manos por su cuello para comenzar a dejar besos por todo su rostro.
-¿Y no puedos hacerlo ahora?-añado, divertida por la situación.
-¿Es lo que quieres?-alza una ceja-. Si mi princesa lo quiere, lo tendrá.
Siento sus manos posicionarse debajo de mis muslos y me alza como si fuera una pluma, enredo mis piernas en él sintiendo cada parte de su cuerpo y lo beso. Sus labios suaves me atrapan con ese movimiento lento, pero cautivante. Ladeo la cabeza y subo mis manos a su cabello para jugar un poco con él, escucho un gruñido por lo bajito y yo gimo cuando el sonido llena a mis oídos.
Siento mi cuerpo posicionado en la suave textura de la cama y ahí es donde me doy cuenta de que ya estamos en la habitación.
-Usa protección, no quiero pasar otro mal momento-intento bromear aunque mi cuerpo arda.
-Sigo creyendo que la idea de tener un hijo contigo es completamente hermosa, enana.
Me dejo llevar por sus roces y caricias. Y no salimos de la cama hasta una hora después, cuando los do logramos recomponernos.
-Creo que me será un poco más difícil bailar-me quejo por lo bajito intentando caminar con normalidad y escucho su risa detrás de mí.
-Hace diez minutos no te quejabas.
Tomo lo primero que se me cruza por el camino que resultó siento el control de la televisión y se lo lanzo. Con suerte acaba atajando el objeto y evita que le de justo en el ojo y termine con un morado terrible en él.
Que nunca sepan tu siguiente movimiento.
-Ven aquí, enana-me pide luego de unos minutos aún acostado en la cama.
