¿Estás preparado para enfrentarte a la muerte? ¿A seguir siendo quien realmente eres? ¿Estás dispuesto a perderlo todo?
La oscuridad se apodera de nosotros y la lucha en contra de nuestros peores instintos ha comenzado. Lealtad. Amistad. Muerte. Enl...
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La reunión estaba a punto de empezar. Ese día, no obstante, era distinto al resto, pues Dumbledore les había pedido a ellos, y no a los adultos, que asistieran. Hermione pensaba que quizás tenía que ver con las dudas que ella había compartido el día anterior, respecto a tener a Harry encerrado en Privet Drive sin saber absolutamente nada de lo que ocurría. Enllunada, sin embargo, no estaba tan segura de las intenciones del director de Hogwarts, aunque se ahorró de discutirlo con su amiga.
La mayoría ya habían bajado a la cocina donde el profesor Dumbledore los había citado, cuando Tonks tropezó con el paragüero con forma de pierna de troll del pasillo. Las cortinas aterciopeladas y desgastadas por las polillas y el paso de los años, se descorrieron para mostrar el viejo cuadro de la madre de Sirius:
—¡Descastados! ¡Perros sarnosos! ¡Deshonra de la familia! ¡Sangre sucias! ¡Fuera de mi casaaaaaaaaa!
Las disculpas de Tonks quedaron ahogadas por los chillidos de la señora Black y los de Enllunada, a quien le pareció divertido ponerse a gritar de igual forma a Walburga. Asemejaba a una lucha para ver cuál de las dos se imponía a la otra.
—¡Enllunada! —protestó la señora Weasley casi inaudiblemente mientras se tapaba los oídos—. ¡Haz el favor de parar!
Antes de que los gritos de la señora Weasley se añadieran a los de ambas, Sirius apareció por el largo pasillo y tapó el cuadro con un movimiento indulgente de varita.
—Esto es una casa de locos... —iba refunfuñando la señora Weasley sin darse cuenta de la mirada divertida y de complicidad que Sirius compartió con Enllunada, mientras se dirigían al final de la escalera hacia el sótano.
Solo por haber hecho reír a Sirius, a Enllunada ya le valía la pena molestar a la madre de los gemelos.
Bajaron tras la señora Weasley y entraron a una habitación oscura de paredes de piedra, iluminada solo con la chimenea del fondo. El humo de la pipa de Mundugnus (un mago pelirrojo de gran envergadura), impregnaba el ambiente, dejando ver a duras penas las grandes ollas y cazuelas de hierro que colgaban del techo. La alargada mesa de madera que ocupaba la mayor parte de la estancia, encabezada por Albus Dumbledore (quien hablaba con Ojoloco de forma animada), estaba abarrotada por los hijos de los Weasley y algún otro miembro de la Orden del Fénix que ya se encontraban sentados; como Tonks, los mismos señores Weasley, el profesor Snape y Remus.