15. 𝖬𝗂𝖾𝖽𝗈

21 7 2
                                    

Erdély 1991-92 / Tercero, Hogwarts (Curso 93-94)
────── 🌙 ──────

❝𝗣𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝗼𝗿, 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗿 𝗮𝗾𝘂𝗲𝘀𝘁 𝗽𝗮̀𝗻𝗶𝗰 𝘁𝗮𝗻 𝘀𝘂𝗯𝘁𝗶𝗹 𝗶 𝘁𝗮𝗻 𝗯𝗼𝗶𝗴. 𝗗𝗲 𝗻𝗼 𝘀𝗲𝗿 𝗰𝗮𝗽𝗮𝗰̧ 𝗱𝗲 𝘀𝗼𝗺𝗿𝗶𝘂𝗿𝗲 𝗾𝘂𝗮𝗻 𝗱𝗶𝘂𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗺'𝗲𝘀𝘁𝗶𝗺𝗲𝘀❞.

❝𝘔𝘪𝘦𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘪𝘦𝘥𝘰, 𝘥𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘱𝘢́𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘵𝘢𝘯 𝘴𝘶𝘵𝘪𝘭 𝘺 𝘵𝘢𝘯 𝘭𝘰𝘤𝘰. 𝘋𝘦 𝘯𝘰 𝘴𝘦𝘳 𝘤𝘢𝘱𝘢𝘻 𝘥𝘦 𝘴𝘰𝘯𝘳𝘦𝘪́𝘳 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘥𝘪𝘤𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴❞.

 𝘋𝘦 𝘯𝘰 𝘴𝘦𝘳 𝘤𝘢𝘱𝘢𝘻 𝘥𝘦 𝘴𝘰𝘯𝘳𝘦𝘪́𝘳 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘥𝘪𝘤𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴❞

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A medida que Enllunada crecía, sus miedos lo hacían con ella. No era un tema que le gustase tratar y por eso nunca pensaba en ello. Muchos eran los que creían que su valentía residía en no temerle a nada, pero ¿cómo podía mostrar coraje si nada la amedrentaba?


Desde que Remus había aparecido en su vida después de rescatar lo que quedaba de ella en Dózsa Haz, le había tratado de instruir en muchas ramas de la magia usando la única varita de la que disponían; la del hombre lobo. Ella ya tenía edad para poseer una propia, pero delante de la burocracia su nacimiento no constaba y, por ende, se suponía que no existía, Remus había entrado en Erdély de forma ilegal y, lo que era más importante, la Securitate les estaba buscando a pesar de la revolución que llevó a la muerte de Ceauşescu. En aquellas condiciones ambos vagaban por Erdély como antaño Enllunada lo había hecho con Joana, sin poder permitirse el lujo de desplazarse hasta Alemania a la tienda de Gregorovitch (el fabricante de varitas), y aún menos viajar a Gales.

A la pequeña se le hacía extraño ese cambio de acontecimientos. Era como un giro irónico de la vida; su anya trató de encontrar a Remus para poder ir al Reino Unido, y ahora ella estaba muerta, Remus se encontraba en su tierra durmiendo junto a Enllunada bajo las estrellas y cazaban para comer. Eso cuando Remus no encontraba algún pequeño trabajo temporal para muggles que les permitía poder vivir unas semanas en posadas de mala muerte, siempre lejos de la comunidad mágica (algo por lo que el mayor estaba acostumbrado a pasar).

Aunque Enllunada había oído hablar de su apa desde que recordaba, tenerle por fin en carne y hueso le resultaba una especie de ensueño. A menudo, por las noches, se quedaba despierta escuchando sus ronquidos mientras le acariciaba las pestañas tratando de no hacerle cosquillas y despertarle. Así permanecía durante largos minutos hasta que el compás de los latidos de Remus le servían para calmarse y dormir, a veces, sin pesadillas. Se concentraba en ese sonido reconfortante para no pensar en nada e igual que pasaba con los lobos, se abandonaba a los brazos de Morfeo gracias a aquella pequeña tranquilidad que el corazón de Remus le ofrecía.

Until the very end | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora