Capítulo 04: Dulces.

140 22 9
                                    

Xiao Zhan se había quedado atónito, sin saber qué decir. De todas las cosas de las cuáles hablaba con tanta naturalidad, sólo había una sola de la que no lo hacía; la cícatriz que estaba plasmada en su piel blanca. Y justamente de ella era de lo que Wang YiBo le había pédido responder.

No lo hizo enseguida. Bajó la mirada hacía sus manos, que aún cuídaban su pecesito y lo acariciaba con sus dedos delicadamente. Wang YiBo pensó que no lo presionaría repitiendo su pregunta una vez más; al haber visto su reacción se percató rápidamente de que no quería soltar ni siquiera un sonido que involucrara ése tema.

Pero aún de esa forma, Wang YiBo miró una pequeña parte de la cícatriz por una abertura de la ropa, y suspiró. No diría nada más.

No se esperó que Xiao Zhan alzase la mirada tan pronto a cómo se decidió a no indagar y, hablara con tono suave.

-Fuí castigado con látigazos cuándo tenía ocho.

Wang YiBo, que había visto hacía otra parte, se volvió nuevamente con una expresión ensombrecída cuándo lo escuchó.

-¿Qué dijiste?

Xiao Zhan miró hacía el frente, suspirando.

-Desde que tengo memoria, siempre tuve que robar- comenzó-, antes de encontrar éste lugar, vivía en la calle y muchas veces fuí mordido por perros o insectos, enfermándome- chasqueó la lengua, negando con la cabeza- desde niño, fuí reconocido por un desgraciado ladrón; nunca nadie tuvo compasión de mí- Wang YiBo, por primera vez en mucho tiempo sintió su corazón quebrarse cuándo los ojos de Xiao Zhan se llenaron de lágrimas y se limpió sus bordes para evitar que saliesen- en los tiempos de lluvia, todo se inundaba, ¿dónde podría refugiarme?, así que una vez durante la noche, tenía tanto miedo que me metí a una casa. Cuándo fue la mañana, y me vieron, me azotaron cientos y cientos de veces con sus látigos en el mismo hasta abrirme la piel.

Para cuándo dijo la última frase, Xiao Zhan permitió que una lágrima saliera del borde de sus ojos, escurriéndose por su mejilla. El Príncipe lo quedó viendo fíjamente con conmoción; la primera vez que no lo veía reír o con una ensanchada sonrísa en sus labios. Lloraba, y él deseó con todas sus fuerzas hacerlos pagar con sus propias a quiénes se atrevieron a lástimar tanto a un pequeño niño de sólo ocho años.

Wang YiBo alargó su mano y, con sus dedos, limpió la tierna húmedad salada que manchaba el rostro de Xiao Zhan. Hizo que sus ojos se conectaran; Xiao Zhan infló sus mejillas cómo si eso pudiera hacer que no llorase más, sin embargo, no se movió en lo absoluto.

-Zhan, ¿por qué jamás te vengaste?


El menor tomó las manos de YiBo, quitándoselas de su rostro. La Deidad, en cambio, cambió el agarre y fue él quién entonces tuvo las de Zhan entre las suyas. Las colocó sobre sus piernas, acariciándolas mientras esperaba su respuesta.

Así mismo, Xiao Zhan pegó una negación.

-Para mí, es mejor seguir viviendo. Olvídar y ya.

-¿Qué?

-Digo que no encuentro sentido a vengarme- dijo- con el tiempo, las heridas se curaron y, aunque al principio odiaba tanto la cícatriz, la he aprendido a mirar de buena forma.

Fall The Inmortality Of Love.Where stories live. Discover now