Capítulo 11: Un incierto Destino.

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Pasaron los días. Después las semanas de par en par hasta completarse dos meses.

Dos meses que se sintieron cómo dos mil años para Su Excelencia, Song JiuYing. Las dudas eran cada vez más frecuentes dentro de su alma, las sospechas, así cómo las afirmaciones que ella misma creaba dentro de su mente todos los días a cualquier hora; durante todas las noches en las que sus pensamientos fébriles se manifestaban dentro de sus sueños medíante espantosas pesadillas.

En todas esas pesadillas sólo existía una cosa presente; la venganza de Yang XiuYan y Xiao YiXuan ante cada una de las cosas que ella misma causó. Song JiuYing ya no podía dormir tranquila; no después de ver cómo Xiao Zhan se notaba tan géntil, con una tierna mirada que denotaba inocencia. Una mirada que estaba atrapando el corazón de los dos Príncipes del Reino del Cielo.

La misma mirada inocente que Yang XiuYan tenía; los mismos ojos dulces con los que el fiel sirviente de su marido había caído ante ella. La misma maldita sonrísa tierna de la que Wang ZiaoHang se había condenado incluso cuándo ya estaban casados, dejándola atrás para ir detrás de ella con el puro pecado del adulterío.

—...Su Excelencia, no soy capaz de ver el Destino de una persona fallecida.

La Diosa del Destino, arrodíllada en medio del Pabellón Otoñal, bajo la luz de la Luna rosa y el cielo nocturno, negaba con lentitud dada las peticiones de la Reina. No podía cumplirlas; no podría indagar entre los Destinos de personas muertas porque era una gran falta de respeto a ellas.

Mucho menos porque el Destino que Song JiuYing deseaba ver era el de su propia madre muerta.

—Eres una inútil.

—Lo siento mucho, Su Excelencia. Realmente es imposible ver el Destino de alguien que ya no existe más...

—Eres tan débil e inservible cómo tu madre.

Yang Zi mordió su labio. Se inclinó hasta sostenerse de sus manos en el suelo, lastimándose sus uñas por la fuerza ejercida en su agarre con prácticamente nada. Era débil; por supuesto que lo era. No había otra palabra que pudiera definir a la bonita Diosa que amargamente se encerraba a sí misma dentro de su Pabellón, llorando todas las noches. Deseando que su agridulce destino terminara pronto y su amado pudiese volver.

Sus fuertes poderes no existían más. Todos ellos fueron dismuyendo hasta no quedar más que el diez por cierto de ellos; todo causado por el vínculo roto contra Deng Lun. Si estaba vivo, si estaba muerto... no tenía idea.

Yang Zi estaba muriendo lentamente en soledad, preguntándose una y otra vez, ¿por qué no podía manejar su propio Destino?

—Muéstrame el destino de Xiao Zhan.

Con ese nombre mencionado, a Yang Zi le latió el corazón muy fuertemente. No podía ser posible. Se incorporó lo más rápido que pudo de su inclinación, quedándose otra vez de rodíllas y con una cristalización visible en sus ojos.

—¿Xiao Zhan? ¿Mi...?

—¿Tu qué? ¡Tu qué!— exclamó la Reina.

Yang Zi se percató de la ignorancia que tenía hacía lo que ella sabía, y decidió callar.

—Mis disculpas, Su Excelencia. Confundí los nombres.

Fall The Inmortality Of Love.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora