Nivel quince: Un tal Aaron

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Las donas y café que desayuno el domingo no me saben igual

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Las donas y café que desayuno el domingo no me saben igual. Las analizo, ¿están pasadas? Son exactamente las mismas que me desayuno con Arón cuando tomamos nuestro café habitual. Lo que pasa es que estas no vienen acompañadas de las risas de él y así no saben igual.

Me estoy volviendo loca.

Necesito algo que me haga dejar de soñar despierta con las sonrisas de alguien más.

¿Estamos en pleno siglo XXI y nadie ha inventado algo que te haga olvidar un amor no correspondido?

Debería dejar de pensar en Aaron. Dentro de poco empieza mi stream y mi mamá no puede verme con la carita así.

Hablando de la reina de Roma. Mi mamá aparece con una toalla para mi cabello cuando me acabo de salir de bañar. Me regaló esa toalla en la Navidad pasada, pero yo sigo usando solo la del cuerpo y dejo un rastro de gotas de agua tras de mí hasta la habitación.

—Te levantas muy tarde —es su saludo.

—Es un gusto verte también —le respondo con ironía mientras le planto un beso en la mejilla.

Ella deja sus utensilios de cocina sobre la mesa y me da un abrazo que casi me asfixia.

Mi mamá es cariñosa. Saqué de ella el cabello indomable, la piel seca y la nariz diminuta. Lástima que no me heredó los pechos grandes o sus bonitos ojos verdes.

¿Las cosas emocionales también se heredan? Porque si es así, lo único que pediría a la genética es quedarme con su manera de hacer sentir a todos como en casa.

—Estás... diferente —señala y me examina el rostro desde todos los ángulos.

—¿En qué? —cuestiono con mi mejor intento de poker face.

—Muy feliz —suelta—. ¿Por qué estás tan contenta?

—¿Perdón?

—Solo quiero saber. ¿Es algo del trabajo?, ¿o es un chico?

—¡Mamá! No empieces.

—Ah, entonces si es un chico. —Me señala con el dedo.

—No dije eso.

Glitch: del amor y otros juegosWhere stories live. Discover now