31. Frágil E Inestable

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Narra _____

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Narra _____

Por supuesto que después de bajar de la torre Eiffel no le pedí a Ladybug que me llevara a la mansión Agreste.

Por fin estoy afuera después de pasar tres semanas enteras encerrada y no lo voy a desaprovechar así nada más.

Mucho menos cuando sé muy bien lo que me espera al regresar.

El dolor en mi estómago disminuye considerablemente ahora que estoy en el suelo y suelto una maldición en lo bajo al descubrir que mi teléfono está muerto.

Éso explica porqué no ha sonado…

La idea de visitar a Kagami queda descartada ya que, por desgracia, olvidé mi bolso y mi dinero en casa ―tampoco es como si se me hubiera podido ocurrir tomarlos antes de quedar colgada en la ventana―, así que no puedo coger el bus, ni mucho menos pagar un taxi. Y sin batería en el móvil, no le puedo pedir a ella que venga por mí.

Y ni en sueños soy lo suficientemente sociable como para pedirle el teléfono a alguien más, así que…

Suelto un suspiro cargado de frustración y me decido por dar un pequeño paseo por los alrededores con la intención de despejar mi mente.

El clima de febrero es fresco y húmedo, y los días soleados como éstos son escasos. Por suerte, las calles no están tan abarrotadas como suelen estarlo durante el verano y mi caminata hacia el río Sena es tranquila y reconfortante.

Sin embargo, la calma en mi mente dura muy poco, pues sólo basta mirar el broche de catarina de una joven al pasar para que mis esfuerzos por ignorar las palabras de Ladybug se pierdan en el fondo del río.

Maldición. ¡Maldición! 

Nunca esperé ser algo más que una amiga para Chat Noir, lo juro, pero ser reducida a una “simple admiradora” definitivamente fracturó algo dentro de mí. Algo frágil e inestable que ya había sido roto antes.

Y para colmo estoy tan sensible…

El dolor de estómago regresa y se fusiona con ésas desagradables náuseas que últimamente no me dan tregua, y todo lo que quiero ahora es esconderme en mi departamento y llorar hasta secarme.

¿Por qué debo deprimirme el único día que salgo?

―¿Te encuentras bien? ―la voz que me lo pregunta es suave y amigable, casi cautelosa.

Por favor, dime que no estoy llorando…

Me llevo una mano a la mejilla sólo para asegurarme y suelto un suspiro de alivio al descartar la posibilidad.

―Estoy bien, gracias ―murmuro, pero él no se conforma con éso.

―¿Puedo ayudarte en algo?, ¿quieres un poco de agua? ―suena tan preocupado que no puedo evitar mirarlo.

El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú)Where stories live. Discover now