28. Ave Enjaulada

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Narra _____

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Narra _____

Admito que nunca, ni siquiera en mi momento más inestable, me imaginé viviendo en la mansión Agreste.

Tampoco te imaginaste embarazada, pero aquí estás…

Como les decía… jamás imaginé que mi vida terminaría en una situación así. Que Noreen me dejaría a mi suerte en la casa del enemigo y que, no conforme con éso, utilizaría lo único valioso que me queda en la vida para chantajearme.

La pastelería de mi madre…

Suelto un suspiro y me miro al espejo con un ceño fruncido, preguntándome en qué momento me crecieron las mejillas. Aunque no tardo mucho en recordar la razón.

Ya son tres semanas desde que me mudé a la mansión, y tomando en cuenta la buena comida, los antojos a medianoche, y que no he hecho más que ir y venir de la escuela en un coche con chofer… el resultado es éste.

No es que me moleste particularmente, pero me hace pensar en lo poco que he hecho desde que llegué. En la poca libertad que me han dado. Incluso tuve que dejar el esgrima porque no era recomendable continuar en mi estado.

Es decir, obvio que sabía que habría reglas y condiciones al vivir bajo el mismo techo que Adrien; como mantener la distancia, no visitar al otro en su cuarto, no quedarnos a solas, blah, blah, blah, pero no creí que me prohibirían salir cuando yo quisiera.

Me tienen enjaulada como un ave.

―¿Así que no vendrás? ―pregunta Kagami al otro lado de la línea. No nos hemos visto ni una sola vez fuera de la escuela y ya debe estar cansada de mis negativas y excusas.

Vuelvo a suspirar y miro la ventana con la ingeniosa ―y peligrosa― idea de escaparme a través de ella.

No, fuera impulso de idiotez…

―Nathalie insiste en que debo preguntarle a Gabriel ―respondo, obligándome a alejar ésas ideas de mi mente.

Entonces pregúntale. 

―Por supuesto que no.

¿Qué? ¿Por qué no?

―Me da miedo ―le recuerdo con tono obvio―. Además, las pocas veces que hablo con él me mira como si fuera una piedra en su zapato. No me gusta, ¿sabes?

Kagami hace un ruidito gracioso con la boca y puedo imaginarla rodando los ojos con fastidio.

¿Y qué hay de Adrien? ―cuestiona de pronto y la mención de su nombre me pone nerviosa.

Y no es porque haya sucedido algo entre nosotros. Es justamente lo contrario.

Desde que me mudé, e incluso antes, cuando le dijeron las "buenas nuevas" durante la reunión en el hotel, Adrien no sólo palideció por completo y se negó, si no que, por primera vez desde que nos conocimos, lo vi así de alterado.

El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú)Where stories live. Discover now