9. Tres Asaltos

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Narra Adrien

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Narra Adrien

Esta es la primera vez que _____ y yo nos enfrentaremos el uno al otro, por lo que es difícil mantener la calma.

Y hay algo en ésta situación que me tiene… extasiado.

El sentimiento de competencia, el reto que representa, la idea de enfrentarme a ella cara a cara, la necesidad abrumadora de ganarle…

Conozco muy bien las habilidades de _____. La he visto competir muchas veces y no hay duda de que es de las mejores esgrimistas de la academia. Ella y Kagami están al mismo nivel y aunque ya le he ganado a la azabache en varias ocasiones, hay una diferencia notable entre ambas.

_____ es… impredecible.

―Buena suerte ―le digo en cuanto nos ponemos en posición. Ella me ignora completamente y me obligo a no tomarlo personal.

Claro que es personal, imbécil…

El marcador electrónico nos indica el momento exacto en el que el primer asalto inicia y sacudo la cabeza para despejar mi mente. Por desgracia, mi breve lapsus de distracción no pasa desapercibido para _____, quien toma la ventaja y consigue la victoria.

Maldigo en lo bajo e intento calmarme de una vez por todas.

No puedo ver el rostro de _____ bajo la máscara, pero estoy seguro de que está sonriendo de oreja a oreja, disfrutando de mi vergonzosa derrota.

Sé muy bien que ella ama ganar más que cualquier cosa en el mundo y que odia perder con la misma intensidad, lo que la convierte en una ganadora irritante y una muy mala perdedora.

Si no lo sabré yo…

El segundo asalto empieza y ésta vez me aseguro de tener la mente completamente despejada al momento de atacar. Ella esquiva mi primer golpe dando un rápido salto hacia atrás, pero enseguida aprovecho el ligero temblor en su pie izquierdo para dar la estocada decisiva.

Este punto es mío.

Puedo oírla soltar un gruñido bajo mientras nos alejamos el uno del otro y me preparo para la cúspide de nuestro encuentro. _____ está molesta y pondrá aún más empeño en ésto, lo sé. Así es ella.

Respiro profundo y me obligo a mantener la cabeza fría. Ella podrá ser muy competitiva, pero yo tengo un motivo mucho más fuerte para ganar… recuperarla.

El tercer y último asalto inicia y lo doy todo, al igual que ella. No hay ventaja ésta vez. No hay distracción. No hay temblores. No hay dudas. Sólo dos contrincantes compitiendo sin piedad.

El tiempo se agota y la presión aumenta, lo que nos lleva a ambos a atacar al unísono en un movimiento arriesgado.

Las palmas me pican y retengo el aliento mientras volteo hacia el marcador para ver quién se ha llevado el punto. 

Mi sonrisa es inevitable…

―¡Lémery, Agreste, éso fue magnífico! ―exclama de repente el entrenador Armand, y antes de poder preguntarme en qué momento llegó, los vítores de más espectadores me cortan el hilo.

Me quito la careta al mismo tiempo que _____ lo hace y nos miramos el uno al otro por un momento que se me hace eterno.

―Lo hiciste bien ―ella rompe nuestra burbuja con ésas simples palabras. No se ve feliz, pero tampoco molesta. No hay ninguna expresión particular en su rostro.

Y no sé porqué me molesta éso.

―Después de verlos dando lo mejor de ustedes de ésta forma, no tengo dudas de que mañana tendremos la victoria ―exclama el profesor Armand rodeándonos con los brazos―. ¿Ahora qué les parece si vamos a comer algo delicioso? ¡Yo invito!

Todos nuestros espectadores inesperados gritan emocionados y siguen al entrenador con la emoción a flor de piel. Estoy a punto de hacer lo mismo cuando siento que alguien tira de mi chaqueta, llamando mi atención.

―¿No teníamos planes juntos, Agreste? ―cuestiona _____ con la mirada perdida en otra parte. Se ve nerviosa y su cercanía repentina me revuelve las ideas.

¿Me perdí de algo?

―Uh, sí, es cierto, yo… iré a cambiarme y… y te veo en el lobby ―logro balbucear como un idiota.

_____ asiente y se aleja en dirección contraria, hacia los vestidores femeninos.

En cuanto estoy solo, suelto todo el aire que no sabía que estaba conteniendo y me froto el rostro con las manos.

¿Qué me está pasando?

···•••❈•••···

Pasamos toda la tarde recorriendo los lugares más importantes de Florencia. Recordé que _____ le había dicho  a "Chat Noir" que aquella sería su primera vez fuera de París y aproveché la oportunidad para enseñarle todo lo que pude.

Me dejó comprarle un helado de pistacho y no pude evitar reírme cuando se le cayó. En disculpa le di el mío con sabor a mango, y aunque claramente no era de sus favoritos, la sonrisa en su rostro calentó mi corazón.

Casi al atardecer, la guié a través del Ponte Vecchio y admiramos los colores del atardecer reflejados en el río Arno.

Finalmente nos dirigimos a Piazzale Michelangelo, donde nos sentamos en el suelo y admiramos en silencio la mejor vista panorámica de Florencia.

―Es hermoso, ¿no crees?

_____ asiente y sonríe, aunque el gesto no le llega a los ojos.

―Es maravilloso, sí… ―murmura y el temblor en su tono de voz no me pasa desapercibido.

Volteo a mirarla con la preocupación plasmada en el rostro y me molesta la forma tan absurda que tiene el destino de ponerme a prueba.

―Tienes… chocolate en los labios ―alcanzo a balbucear, odiándome al descubrir lo mucho que quiero besarla.

Ella se relame los labios y aparta la mirada con algo de pena, dando paso a una serie de pensamientos innombrables que se ven interrumpidos cuando habla nuevamente.

―Agreste... ―empieza y me obligo a mirar sus ojos y no sus labios―. Tengo que… tengo que decirte algo ―continúa y sé que está nerviosa por la forma en la que juega con su cabello.

Tomo una gran bocanada de aire para tranquilizarme y le sonrío con suavidad.

―Dime lo que sea, te escucho.

_____ se debate en silencio por varios minutos antes de decir:

―Estás… estás aquí por mi culpa.

―Estás… estás aquí por mi culpa

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El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum