12. Confesiones Confusas

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Narra _____

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Narra _____

―Espera, ¿qué demonios tiene que ver ése tal Félix en ésto? ―le pregunto poniéndome de pie de un salto.

Más lento, imbécil, aún estás ebria…

Me sujeto de la pared para mantener el equilibrio y vuelvo mi atención hacia Adrien, quien se acerca a mí con pasos lentos y me quita la taza para dejarla junto a la suya.

―Quien rompió tu carta fue Félix ―repite y yo arrugo el ceño.

―¿Y quién se supone que es Félix?, ¿un gemelo malvado, acaso?

Adrien rueda los ojos y saca su teléfono del bolsillo de su pantalón de mezclilla. Busca algo en él antes de mostrarme la pantalla.

―Éste es Félix ―informa señalando al chico junto a él en la foto. Y por supuesto que son muy similares, aunque podría decir que ahora está muy diferente a aquél entonces.

Me quedo embobada mirando la pantalla por lo que me parece una eternidad, hasta que por fin mi cerebro hace clic y todo se vuelve obvio.

Desde su forma de caminar, su aroma, el ligero acento, la frialdad en su mirada.

¿¡Es que acaso soy estúpida!?

Sí, siguiente pregunta…

―¿Éso quiere decir que… que tú…? ―mi voz suena temblorosa y Adrien me detiene con una cálida sonrisa.

Sus pulgares limpian con gentileza las lágrimas que no sabía que estaba derramando y de un momento a otro ambos estamos riendo como dos tontos sin sentido.

Me abraza con ternura y la paz que siento estando en sus brazos es tan agradable y reconfortante que no puedo pensar en nada más.

―Cuando lo vea de nuevo lo golpearé ―dice con tono divertido mientras acaricia mi cabello. Río en lo bajo.

―No si yo lo hago primero ―bromeo de regreso y nos separamos con una sonrisa.

Adrien se deja caer sobre la cama soltando un fuerte suspiro y yo hago lo mismo. Nuestros hombros se tocan y nuestras manos se buscan inconscientemente. Miramos el techo como si fuera lo más interesante del mundo y por primera vez en tres años ya no me duele el corazón.

―¿_____?

Me giro al oírlo pronunciar mi nombre y la respiración se me atora en los pulmones cuando me topo nuevamente con ésos intensos ojos verdes mirándome con atención.

La imagen de Chat Noir vuelve a aparecer frente a mí como un destello y le echo la culpa al alcohol que aún persiste en mi sistema.

―¿Sí, Adrien? ―pregunto y espero a que él continúe.

Adrien abre y cierra la boca un par de veces, como si estuviera debatiéndose si debería decir lo que está pensando o no.

Su expresión nerviosa y su rostro sonrojado por el alcohol despierta en mí el impulso de tocarlo, por lo que estiro la mano hasta acariciar su cabello, ignorando cualquier pizca de sentido común, que me dice que no debería hacerlo.

Él cierra los ojos y disfruta de mi toque como un gatito mimoso. Mis dedos bajan lentamente hacia su cuello y dibujan círculos sobre su piel expuesta, tanteando poco a poco sus reacciones.

Es entonces que sus ojos se abren y el fuego que hay en ellos es abrumador. Mi corazón se salta un latido y sé que me estoy metiendo en serios, serios problemas.

¿Es porque se parece a Chat Noir?

―_____, no sabes cuánto deseo besarte ahora mismo… ―confiesa en un arrebato de honestidad y ésas palabras lo empiezan todo.

Junto mis labios con los suyos en un beso lento y tierno que enseguida se vuelve intenso y demandante, logrando que todo mi ser se encienda en respuesta.

Sólo basta soltar un suspiro para que su lengua se haga paso en mi boca, se encuentre con la mía y empiece una danza hipnótica y adictiva a la que no me puedo resistir.

Sus manos se posan en mi cintura, pegándome más contra su cuerpo, y me resulta imposible contener el gemido ahogado que nace en mi garganta.

Las caricias y besos suben de tono y en cuanto me doy cuenta, ya me encuentro a horcajadas sobre él, con sus manos en mis caderas y sus labios en mi cuello. Su aroma corporal nubla mis sentidos y me dejo llevar por la calidez de su cuerpo junto al mío.

Todo ésto se siente tan bien. Tan delicioso. Tan… embriagador.

Sus caricias son suaves y sugerentes. Exploran mi cuerpo con vehemencia, atento a cada uno de los sonidos que se escapan de mi boca. Finalmente sus dedos rozan mis pechos y muevo las caderas por instinto, arrancando un gruñido ronco de su garganta.

―_____… ―jadea mi nombre y la forma en la que lo hace provoca una corriente eléctrica que me recorre entera.

Abandono su boca y beso la comisura de sus labios, luego bajo hasta su mentón y sigo hasta su cuello, donde su aroma se vuelve más fuerte con cada caricia.

Huele a alcohol y a colonia, mezclado con un poco de sudor. Es… irresistible.

¿En dónde es que nace exactamente ésta atracción? ¿Es por el alcohol en mi sistema?, ¿es porque se parece a él?

Alejo ésas preguntas de mi mente en cuanto se presentan y continúo con mi recorrido de besos húmedos por su pecho.

Porque ésta noche nada de éso importa. Nada más que nosotros. Nada más que Adrien gimiendo mi nombre, mordiendo mi labio inferior, perdiendo la razón sólo por mí.

Mi blusa empieza a estorbar y enseguida me la quito por encima de la cabeza, dejando a la vista mi sujetador rosa favorito.

Sonrío aliviada por haber escogido éste y no aquél top deportivo que llevo usando toda la jodida semana.

Pueden juzgarme si quieren, no suelo mostrar mi ropa interior a nadie.

―¿Estás segura? ―la pregunta de Adrien me regresa a la realidad y lo miro con una media sonrisa.

―No creo que podamos detenernos ahora ―respondo moviendo las caderas, haciendo énfasis en su creciente erección. Él se estremece y sus ojos verdes se dilatan.

―No quiero, pero puedo… ―éso dice, aunque sus manos no dejan de acariciar mis muslos.

―Bueno, tú puedes detenerte, yo no… ―murmuro en su oído antes de tomar el lóbulo de su oreja con los dientes y tirar de él con suavidad, consiguiendo un gemido ronco de su parte.

Y sé que acabo de encender un fuego que nos consumirá a ambos hasta volvernos cenizas…

Y bendito sea Dios por ésto.

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El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú)Where stories live. Discover now