37. El Héroe Salva el Día

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Narra _____

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Narra _____

¿Es ésto un déjà vu?

Siento que ya he sido atrapada por un akumatizado más de una vez. ¿Debería ponerlo en mi currículo laboral? ¿O en el expediente médico?

¿Me darán un seguro contra akumas?

Odile nunca me ha dado miedo. Ni siquiera cuando iba tan lejos como para cortar mi uniforme con tijeras o acercar el cigarrillo encendido a mi cabello. Sus palabras hirientes no me hacían verdadero daño y más allá de sus uñas marcadas en mi piel cada tanto, no había nada que me hiciera sentir en peligro al estar cerca de ella.

¿Me cae mal? Sí.

¿Es irritante? Obvio.

¿La odio? Quizá.

¿Le temo? Jamás.

Bueno, supongo que tenerle miedo ahora podría ser un sentimiento natural e instintivo, considerando la sombría mirada en sus ojos color ámbar, su extraño vestido negro o ése montón de plumas que flotan sobre ella como congeladas en el tiempo.

Me doy cuenta algo tarde que las plumas no sólo sirven para convertir a la gente en cisnes, también hacen que ella se eleve del suelo y, por supuesto, que se mueva mucho más rápido de lo que yo podría moverme con mis mal acostumbradas piernas.

La última vez que pasé por algo similar no estaba embarazada, tenía buen estado atlético y mis habilidades en el esgrima estaban en su punto máximo. Pude defenderme entonces, pero no puedo hacerlo ahora. Sólo me queda ocultarme.

Y no te estoy culpando, frijolito. Mamá te ama.

No tengo buena suerte. Odile no tarda en encontrar el salón apartado del último piso en el que me dejó Kagami hace unos minutos y, a pesar de estar escondida entre los bancos y pupitres mal acomodados, uno a uno empieza a desaparecer ante el suave toque de las plumas.

―_____… ―el tono de voz de Odile se vuelve áspero, frío y lleno de ira.

Me pone los pelos de punta.

El último pupitre que nos separaba desaparece y de pronto me encuentro en un salón vacío y lleno de plumas, sin ninguna forma de escapar o esconderme otra vez.

―Odile… ―suelto en un jadeo ahogado al toparme con sus brillantes ojos fijos en los míos―. Sé que estás enojada… y lo entiendo. No debí escuchar una conversación que no era mía, tampoco hacerte sentir así frente a tantas personas… pero no todo es culpa mía. Tú también hiciste cosas malas que…

¡Ya cállate, _____, cállate!

―¡Silencio! ¡No me llames así! ―exclama con voz estridente y dramática―. ¡Desde ahora soy Black Swan!

―Ah, no me digas. ¿El lago de los cisnes? ―la ironía en mi voz es palpable y quiero golpearme por ser tan impulsiva.

¿Dónde demonios quedó mi sentido de la autopreservación?

El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú)Where stories live. Discover now