35. Latidos en Sincronía

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Narra _____

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Narra _____

Mis dedos se retuercen de manera nerviosa sobre mi regazo y hago un esfuerzo sobrehumano para obligarme a mantener mi cuerpo sobre la camilla y no ceder al tentador impulso de salir corriendo como tanto deseo.

Odio, en verdad odio los hospitales.

El simple aroma me marea, el silencio típico me hace sentir extraña y el desagradable ambiente me lleva de regreso sin consentimiento a aquellos días en los que todo mi mundo se vino abajo. Ésos días en los que mi amado y gentil padre me esperaba con paciencia en una cama de hospital mientras se le iba poco a poco su preciosa vida.

―¿Estás bien? ―la voz de Adrien suena preocupada y es el suave toque de sus dedos lo que me devuelve a la actualidad.

Recuerda dónde estás.

Recuerda a qué viniste hoy…

Parpadeo varias veces al salir de mi ensoñación y levanto la mirada hacia la tercera persona en la habitación.

Allí, parada junto a Adrien y mostrando una perfecta y profesional sonrisa, la doctora Graham me observa como si esperara que hiciera algo.

―Perdón… ¿qué decía?

―Tu blusa… ―repite mostrando el gel en sus manos.

―Oh, sí. Claro. Lo siento ―me apresuro a levantar la tela de la blusa celeste que llevo encima y hago todo lo posible por no dejar que cierta mirada verde me ponga nerviosa.

―El gel puede estar un poco frío… ―informa la mujer antes de verter el líquido viscoso sobre mi vientre y untarlo con sus dedos enguantados.

Contengo el aliento sin darme cuenta y un escalofrío recorre mi cuerpo al sentir la sensación fría y extraña del transductor deslizándose en mi estómago.

La pantalla frente a nosotros comienza a captar los movimientos y no tarda en mostrar una imagen medio borrosa que poco a poco se aclara a medida que la doctora busca el lugar perfecto.

El sonido de un suspiro entrecortado llama mi atención y es inevitable no sentirme enternecida al verlo.

Los ojos de Adrien brillan de manera hermosa, fijos en el monitor. Está tan concentrado en lo que sucede en ése pequeño cuadro que apenas debe ser consciente de la adorable expresión que muestra ahora mismo. Una expresión repleta de anhelo, confusión y anticipación pura.

―Está bien posicionado ―comenta la doctora apretando algunos botones en el panel de control del ecógrafo para capturar la imagen―¿Lo pueden ver aquí? ―pregunta señalando un pequeño frijol gris en la esquina de una gran mancha negra―, es el embrión. Tiene alrededor de nueve a diez semanas. 

Las palabras hacen eco a lo lejos. La sensación que experimento es abrumadora, asfixiante, dulce y confusa, todo al mismo tiempo. Mi labio inferior tiembla al igual que mis manos y mis piernas, y el picor en mis ojos me obliga a parpadear muchas veces.

El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú)Where stories live. Discover now