26. Nerviosismo

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Narrador

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Narrador

_____ apenas levantaba su mirada de la lustrada caoba frente a ella. Sus dedos se retorcían entre sí en un claro indicativo de nerviosismo y ni siquiera se atrevía a seguir el hilo de la conversación dada la seriedad del asunto.

A éso, debía sumarle los intensos ojos verdes que parecían no querer apartarse de ella y de su temblorosa existencia.

Trató de ignorarlos, concentrándose en algo más.

La falda negra y la blusa caqui de cuello alto que llevaba encima eran menos formales que un vestido, pero igual de presuntuosas y caras, lo que la hacía sentir que estaba usando un desagradable disfraz. Sin mencionar las ostentosas joyas que Noreen le había obligado a usar.

Suponer la razón no era difícil. Quería que se viera digna.

¿Digna de qué?

¿De estar en la presencia del gran Gabriel Agreste?, ¿o de llevar a su nieto en el vientre?

La sola realización de ello hizo que _____ se perdiera en un espiral de autodesprecio. Jamás sería digna.

Ni para Noreen. Ni para Gabriel. Mucho menos para Adrien.

―¿Te sientes bien? ―la suave voz del joven la hizo dar un saltito involuntario. Asintió, pero no pareció convencerlo―. ¿Quieres un vaso de agua?

_____ aspiró profundo y por fin se atrevió a levantar la mirada de la mesa, sólo para descubrir que todos la estaban mirando.

―¿Te sientes bien, dulzura? ―Noreen tomó su rostro entre las manos, analizando a la joven.

Ella volvió a asentir.

―¿Desayunaste correctamente? ―aquella pregunta formulada por ésa voz en particular aumentó la tensión de su cuerpo.

¿Gabriel, preocupándose por ella? ¿Qué clase de suceso era ése?

―Lo hizo, por supuesto ―Noreen intercedió―. Pero no sé si recuerdas que, para una embarazada, es difícil retener la comida en su lugar los primeros meses ―presionó y sonrió.

Gabriel volvió a aclararse la garganta. Parecía hacer éso cada vez que el recuerdo del embarazo llegaba a su consciente.

―Estoy bien. No se preocupen ―la suave y temblorosa voz de _____ apenas se escuchó. Ya se sentía demasiado presionada sólo con estar allí, no necesitaba más atención.

Noreen soltó un suspiro. Adrien apartó la mirada. Gabriel se aclaró la garganta. Y la conversación regresó al objetivo principal.

―Supongo que tú y Adrien ya se pusieron al día.

Gabriel miró a su hijo de reojo y luego relajó su expresión.

―Sí, así es.

―Perfecto. ¿Alguna duda? ―la pelirroja ladeó la cabeza, su atención fija en el hombre mayor, quien recuperó la postura tan habitual en él antes de fruncir el ceño.

El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú)Kde žijí příběhy. Začni objevovat