Jamelie

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-Es hartante. No sabe hablar de otra cosa que no seas tú. -le contó Lily, a medida que echaba unas pieles de serpiente al caldero.

Amelie río y volvió a mirar sobre su hombro. Hugo seguía sin separar su vista de ella, con su boca en forma de un gran círculo y sus ojos azules ensimismados en los rizos pelirrojos de la muchacha.

No podía desmentir que le daba ternura, aunque temía que el pequeño realmente se ilusionara y corriera a buscarla, cuando ella tan sólo podía rechazarlo.

-O sea, eres muy bonita -dijo Elliot Peyton, con las mejillas sonrosadas-. Pero él exagera.

-¿Bonita? ¡Amelie es la más perfecta de todo Hogwarts! -declaró Ives, colocándose a su lado y alejando su corbata azul de Ravenclaw de la poción.

-¡Oye! ¡¿Y yo?! -exigió Lily con la arrogancia de su hermano. -Tú también eres perfecta, Lilianne. La mejor de todas. -dijo Ives rápidamente, regalándole un beso en la mejilla, mientras Elliot bufaba y rodaba los ojos.

El frío era tan potente que penetraba en cada uno de los rincones del cuerpo de Amelie. Hasta los dedos de sus pies temblaban. Y, en las mazmorras, la temperatura era aún más intolerable. De haber sabido que haría tanto frío, se habría negado a dar la clase de Pociones de tercer año como un trabajo de Premio Anual y un favor hacia el profesor Slughorn, quien se encontraba con Spattergroit, imposibilitado de impartir la materia.

Más allá de eso, se alegraba de que al menos conociera a unos pocos de sus alumnos temporales, así no tenía que saciar su aburrimiento charlando con Potter. La clase que compartían Gryffindor y Ravenclaw de tercer curso era la primera del día. Luego tenían tres más: a los leones y serpientes de sexto, luego de quinto y, finalmente, de cuarto.

Le había pedido encarecidamente al profesor Longbottom que cambiara a su compañero. Que pusiera a quien sea. Pero no, la obligó a estar con James por la simple razón de que ambos eran los premios anuales... ¡¿Siquiera había pensado en la cantidad de desastres que ellos dos habían provocado en las mazmorras?! La mitad de sus peleas -tal vez ¾ del porcentaje- se habían situado en el aula de Pociones.

-¿Porque carajos todos los nenitos están enamorados de ti? -inquirió James apareciendo de repente y apoyándose en su hombro.

-Pregunto lo mismo.

Tras el mayor de los Potter había un grupo de chicas, amontonadas entre ellas, cuchicheando y soltando risitas nerviosas, sin dejar de mirarlo. Si fueran dibujitos animados, Amelie estaba segura de que tendrían corazoncitos como pupilas.

Lily Luna rodó los ojos y murmuró algo inentendible, enfadada.

-James... ¿crees que esto esté bien? -murmuro una muchacha de cabello negro, batiendo tontamente sus pestañas mientras estiraba su caldero hacia el aludido.

-Merlín, McLaggen. ¿Siempre eres tan estúpida?

-Cállate Potter. Estoy hablando con tu hermano.

Por experiencia propia, Amelie sabía que Lily estaba por explotar de la bronca. Sus mejillas estaban tan rosadas como el Amortentia que descansaba en el caldero principal de la sala. James, por su parte, río a carcajadas.

-Aaaaaaaaay, chiquita... espera, ¿Cómo era tu nombre?

-Charlotte Olive McLaggen -musito la muchacha, enfadada, pero sin perder su porte orgulloso.

-Eeeeeeh... Charlie, bien. Créeme que me agradas mucho y todo, más que nada por el hecho de que le caes como un golpe en el estómago a mi hermana, pero lamento informarte que no puedo estar contigo. -dijo, apretando sus labios para contener la risa, mientras la miraba fingiendo una enorme tristeza.

Amelie Moore y la maldición de los PotterWhere stories live. Discover now