Por ti

15K 829 562
                                    

-Diría que eres hermosa, pero eso sería una mentira -afirmó James con seguridad, reprimiendo una risa.

Amelie lo golpeó en la cabeza, indignada, mientras trataba de no burlarse. Lo más entretenido es que había cerrado las cortinas (por más que había sido muy difícil despegarlas de la asquerosa baba violeta que habían usado los merodeadores para su última broma) por lo que los rayos de sol apenas se colaban a la habitación, para la mala suerte de James.

-Estas mal de la cabeza, yo si soy hermosa -indicó ella, tratando de imitar su gruesa y arrogante voz.

-No estoy mal de la cabeza, estoy sin mis anteojos -gruño James-. Si me los devolvieras, tal vez cambiaría de opinión.

Amelie soltó otra inmensa carcajada cuando lo observó entrecerrar los ojos hacia todas direcciones. La muchacha estaba exactamente sobre la litera de Fred, aprovechando que el merodeador no estuviera en su cuarto para sacarla a patadas.

La silueta borrosa de la pelirroja se dibujó en las pupilas de James.

-Fred se enojara si te ve allí.

Amelie giro y balanceo las gafas entre sus dedos con diversión, apoyándose contra la pared en espera de James, quien se había parado a buscarla, con sus ojos entrecerrados y el ceño fruncido en concentración. Por no mencionar que parecía un auténtico zombie con su lenta y tiesa caminata de brazos estirados, rogando para no chocar con nada.

Cuando estuvo un poco más cerca de ella, la puedo ver mejor. No del todo, claro, pero mejor en comparación. Palmeo la cama antes de sentarse en el borde, a un par de centímetros de Amelie.

-¿Quieres devolverme mis anteojos?

-La palabra mágica -canturreo Amelie.

-Hay miles de palabras mágicas.

-Sabes a que me refiero.

-Por favorrrrr -el mohín de James con su labio inferior convenció a Amelie totalmente de sentarse junto a él, hombro con hombro.

Sin decir más, le entregó a James sus gafas, aprovechando para observarlo con deleite por una millonésima vez más sin que él lo note.

Últimamente, Amelie había estado mucho por la habitación de los merodeadores. De hecho, estaba pasando con James más tiempo que el que una persona común acostumbraría, algo que ciertamente no sabía si le gustaba o no. ¡Alto! No malentiendan: claro que le gustaba pasar tiempo con James, el problema es que ya temía enterrarse aún más en la friendzone.

No había tenido ningún tipo de encuentro amoroso con James desde el funeral de su abuela. No había vuelto a probar sus labios y ni siquiera había obtenido algún tipo de cumplido insinuador. No hacían entre ellos más que bromas y juegos, y... se abrazaban, sí. Pero como amigos.

Eran amigos.

-¡Al fin! -murmuro James y sonrió en cuanto se volvió a ella-. Tengo que mostrarte algo.

Con un sólo movimiento de varita, las cortinas dieron paso a los potentes rayos del sol, provocando que Amelie tuviera que entrecerrar los ojos con dolor. Se sentía como un vampiro que, si no controlaban, se abalanzaría sobre James para prender sus dientes en el cuello.

Bah, ni era necesario que fuera un vampiro para desearlo.

Mientras Amelie volvía descansar sobre el respaldar de la cama de Fred, James se había subido a la litera de Dylan que quedaba por sobre la de su primo. La pelirroja levantó una ceja con intriga al ver a Potter levantar todo el colchón para sólo sacar un viejo y arrugado pergamino.

Amelie Moore y la maldición de los PotterWhere stories live. Discover now