Desde James

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Una mullida almohada golpeó su cabeza y James gruñó en respuesta.

-¡ARRIBAAAAAAAA!

Extrañaba y prefería aquellas noches en que Dean se dormía frente a la habitación de Kyle y esperaba a que Hua despertara para poder escabullirse dentro. A James le daba igual si su amigo moría de frío en el piso, si eso significaba que a la mañana siguiente no tenía que escuchar sus gritos de despertador.

-James, Fred, por favor -rogó Dean, mientras el pelirrojo se daba vuelta sobre su cuerpo y hundía su cara en el colchón.

James presionó la almohada que le habían lanzado contra su rostro en cuanto Dean descorrió las cortinas y permitió que los rayos del sol alumbraran la habitación.

-¿Que carajos te pasa? -rugió James.

-Debo ir a almorzar ahora mismo y no iré solo. Necesito llamar la atención de Kyle antes de que Amelie la acapare para ella sola.

-¿No es que están peleadas? -recordó Fred.

Sin saber si lo estaban mirando o no, James asintió con la cabeza. Amelie y Kyle estaban en más que una simple pelea: ni siquiera se hablaban.

-No -dijo Dean-. Anoche se arreglaron. Supongo que después de que Moore haya llegado llorando a su cuarto.

Todo el sueño que lo envolvía se esfumó de repente y, de un brinco, James se enderezó sobre la cama.

-¡¿Llorando?!

La carcajada de Fred resonó amortiguada contra el colchón. Las mejillas de James se sonrojaron sin que él pudiera evitarlo.

-No seas idiota, Fred -gruñó-. Ya hablamos de esto.

El aludido despegó su cabeza unos segundos, drogado de sueño, alzando una ceja hacia su primo.

-Oye, que yo no he dicho nada.

Esta vez, Dean fue quien rompió en carcajadas. Y, murmurando improperios por lo bajo, James se encaminó hacia el baño.

Mientras se aseaba y cambiaba su ropa, escuchó que Dean seguía intentando despertar a Fred, gritando cosas como que no podría ver a Jenna más que en el desayuno. Al pelirrojo parecía importarle muy poco.

Hundió su pelo en el lavabo y sacudió su cabello con la mano, despeinándolo para que, poco a poco, se acostumbrara a su forma de siempre.

Cuando finalmente volvió, anudando su corbata, Dean se había dado por vencido con Fred, pero James no.

-¿Y Dylan? -inquirió, guiñando un ojo a Dean y aprovechando que su primo siguiera sin mirarlo.

-Oh -sonrió malicioso-. La última vez que lo vi estaba por los cuartos de las mujeres.

Fred destapó sus sábanas increíblemente rápido y se puso de pie antes de que James y Dean pudieran estallar en carcajadas. Entendiendo casi al instante, el pelirrojo comenzó a refunfuñar, cruzando los brazos sobre su torso desnudo.

-No me causa. Me mintieron.

Sus párpados apenas podían mantenerse abiertos y sus cabellos estaban todos desordenados, cayendo en forma de ondas sobre su frente. Su expresión adormilada no daba ni un ápice de miedo, así que sólo provocó que más risas se retomaran tras su amenaza.

-Deja de quejarte. Y cámbiate -le ordenó Dean, tirándole el par de prendas que estaban en la punta de su litera-, no voy a volver a rescatarte de las locas fanáticas si vuelves a salir a la Sala Común en ropa interior.

Encogiéndose de hombros, Fred observó los bóxer negros con los que había dormido aquella noche y, luego, enarboló una sonrisa socarrona.

-A Wood le gustaron.

Amelie Moore y la maldición de los PotterWhere stories live. Discover now