Los Weasley

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Feliz Navidad.

Perdóname.

Potter.

Estaba abandonado en el alféizar de la ventana y Amelie nunca lo hubiera encontrado si no fuera por Surrey, la cual había estado golpeando el vidrio una hora entera con su pico. Cuando Amelie al fin decidió dejarla salir, la lechuza le mostró la nota; al parecer, había visto a la lechuza de James antes de que se fuera.

Era un trozo de papel que parecía recortado en un apuro. Tenía la letra desprolija y destartalada, podría decirse que parecía temblorosa.

Había algo raro en todo. Eso era verdad: no sólo por el estado en que había llegado el saludo sino, también, por la hora en que se lo había mandado. Si al despertar lo encontró, eso significaba que había llegado por la madrugada, mientras ella dormía.

Rápidamente, contestó, preguntándole si algo había ocurrido y porque tendría que perdonarle. ¿James había olvidado comprarle algo y por eso se disculpaba? Si era por eso, ya decía que era una estupidez. No le importaba lo que él le obsequiara, con tal que la saludara y le hubiera gustado su regalo, todo estaba más que perfecto.

Agregó al envío una tableta de chicle de sandía.

-Am, ¿puedo pasar? -escucho a su hermana tras la puerta y, con su pijama de princesas, salió a recibirla.

Gwenog estaba con unas inmensas ojeras que hacían ver a sus ojos negros más oscuros de lo que ya eran, por no mencionar que su cabello pelirrojo estaba parado en todas direcciones.

-¿Participaras en algún tipo de película de terror? Porque te digo que te vendría bien el papel de payaso demoníaco.

La muchacha gruño en respuesta y empujó a su hermana para adentrarse en la habitación sin siquiera pedir permiso. Bruscamente, se arrojó a la cama, tapándose la cara con ambas manos, provocando que la nota rebotara amenazando con caer.

Murmurando un par de improperios, Amelie tomó la nota entre sus manos como si fuera un preciado tesoro.

-¿Qué es? -curioseo Gwenog.

-De James -dijo Amelie, guardándola prolijamente en su caja de recuerdos.

-¿Qué te regalo?

-Nada.

Su hermana se sentó rápidamente sobre la cama, con una ceja alzada. Parecía furiosa.

-¡¿Nada de nada?! ¡¿Por qué los hombres tienen que ser una mierda?!

-Cálmate, Gwen. Creo que... creo que paso algo. De alguna forma lo presiento. Estoy algo... preocupada -sonrió tristemente sólo para tranquilizar a su hermana y luego se acostó junto a ella en la litera.

Surrey no volvió a la hora siguiente. Tampoco a la otra... ni a la otra...

Sin darse cuenta, ambas hermanas se habían quedado dormidas. Últimamente descansaban tan poco que cualquier siesta de unos pocos minutos les venía bien. El problema fue que durmieron como por dos horas y hubieran seguido si la desconocida y pequeña lechuza blanca no picoteara tan fuerte el vidrio.

Llevaba una carta sujetada fuertemente y la dejó soltar sobre la mesilla de luz en cuanto Amelie le abrió la ventana.

Querida Amelie:

Probablemente no te has enterado pero hubo un gran problema. Hace un par de horas atrás ha fallecido mi suegra, la madre de Ginny: Molly. Sé que no la conoces o tal vez la hayas visto alguna que otra vez, pero debes saber que es una de las personas más preciadas de James. Es su mejor amiga, su confidente, él la valoraba por sobre todo.

Amelie Moore y la maldición de los PotterWhere stories live. Discover now