Bufandas para el frío

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Había una marca. Justo en la curva derecha que unía a su cuello con el hombro. Era demasiado obvia, tenía un color tan llamativo que cualquiera podría haberla notado a la distancia.

Para su mala suerte, había dejado su bufanda (lo único que podría cubrirla) en la habitación de James.

Busco con la vista la mochila que guardaba el traje de Quidditch, para tener una excusa de acercarse a él en busca de su prenda, pero, al menos en su cuarto, no se encontraba; seguramente también había dejado inconscientemente el uniforme en medio de aquellos odiosos besos...

Rayos. Los labios de James la embobaban al completo.

Se vistió con su uniforme y paro el cuello de la camisa, para que sirviera temporalmente de escondida a la pista que delataba que el maldito Potter había estado por allí.

Cuando salió de su habitación, descubrió que Dean se había dormido accidentalmente frente a la puerta. No lo despertó, si lo hacía probablemente el muchacho saldría corriendo hacia Kyle para molestarla, y Amelie no tenía el tiempo ni la paciencia suficiente como para quedarse a evitar la cadena perpetua a su amiga.

No quería que nadie se enterase de lo que había ocurrido ayer, pero lamentablemente se había convertido en un secreto de a tres, luego de que Dylan irrumpiera en la habitación. Por suerte, no fue Fred quien abrió la puerta de los merodeadores.

-¿Tan temprano? ¿Qué quieres?

-Mueve tu trasero Belby y llama inmediatamente a Potter.

-Oh, por Merlín -musito Dylan, impresionado-. ¡Pedazo de chupón!

Amelie se apresuró por cubrirle la boca bruscamente con su mano. Miro para ambos lados, temiendo que alguien hubiera escuchado y se aseguró subir aún más el cuello de su camisa.

-¿Qué ocurre?

-Fred, carajo, vuelve a dormir.

Acto seguido, escucho el ruido seco del colchón en cuanto James empujó a Fred sobre él. ¡Rayos! ¡Estaba otra vez sin camiseta! Amelie ya había pensado seriamente en regalarle un pijama por su cumpleaños.

Una risita asomo por los labios de James en cuanto estuvo frente a Amelie. Dylan, por su parte, se carcajeo y lo felicito por "su buen trabajo" mientras lo golpeaba en el pecho, antes de cerrar la puerta tras de sí, dejándolos solos.

-Vaya, no creí que realmente lo había hecho... eres demasiado paliducha, Moore. -la regaño, como si fuera su culpa. Idiota.

-No tengo la culpa de ser así. Pero tú si tienes la culpa de ser un completo idiota. Tan sólo tráeme mi bufanda. No he venido aquí para nada más. -se cruzó de brazos y James resoplo, antes de volver a adentrarse a la habitación.

No iba a dejar que él la pisoteara esta vez. No iba a permitir dejarse llevar, aunque él se pusiera de rodillas y le propusiera matrimonio... ¡Ja!

Pronto, James volvió, con la bufanda de Gryffindor de Amelie en una mano y un pequeño frasco morado en la otra. Era un quitamoretones.

-Debes ponértelo cada ocho horas. Saldrá mañana, de seguro. -murmuro, a medida que destapaba el frasco y untaba un poco de la crema en sus dedos índice y mayor, para luego desparramarla cuidadosamente sobre la marca de Amelie.

Mierda. James la podía.

Lo observó minuciosamente; la pequeña mancha de nacimiento sobre su oreja, la mota verde en sus ojos cafés, el tieso remolino de cabello azabache que se formaba un centímetro arriba de su nuca y las muy pequeñísimas pecas que apenas se vislumbraban en la punta de su nariz. Por no mencionar la forma en que fruncía sus labios al concentrarse. Detalles... uno más perfecto que otro.

Amelie Moore y la maldición de los PotterWhere stories live. Discover now