Capítulo 61: El click del destino.

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La puerta se cerró con un sonido estruendoso y las luces se apagaron, literalmente no pudimos reaccionar, lo próximo que escuché fueron tres golpes Fuertes, como algo pesado que cae al suelo, luego un fuerte mareo sacudió mi cuerpo, mis piernas temblaron y caí de espaldas contra el piso. Las luces se prendieron y pude ver a los chicos desmayados a mi lado, a Andreu con una especie de máscara antigás, que solo le cubría la boca y la nariz.

El lugar estaba inundado por un humo apenas visible e inodoro, otra vez el mismo truco y caí como una idiota, debería cambiarme el nombre a Imbécilena, lo último que pude ver antes de desmayarme fue cómo el autoproclamado ¨Profeta¨ acariciaba tiernamente mi rostro sin yo poder poner resistencia.

Cuando desperté, por suerte esta vez no estaba desnuda, ni atada a ninguna mesa, me encontraba en una habitación hermética, totalmente blanca, una puerta metálica frente a mí era lo único que me indicaba la vía por donde pudieron haberme traído. No me sentía ni mareada ni débil, todo mi cuerpo respondía a la perfección, por lo que asumí que al menos pasaron varias horas antes de despertarme. Sin pensar mucho las cosas me dirigí hacia la puerta, acumulé toda mi fuerza en el puño derecho y me dispuse a derribarla, pero una voz detuvo mi impulso.

– Yo no haría eso si fuera tú - era Andreu.

– ¡Esta vez no me vas a convencer! - grité - ¡Voy a salir de aquí y te voy a matar! - di un fuerte golpe y la puerta no cedió ni un poco, el lugar tembló un poco, pero la puerta no tenía ni un rasguño, estaba hecha para contenerme.

– Sé que la puedes derribar si das todo de ti y sigues intentando - dijo - pero si lo haces tus amigos pagarán el precio.

– ¡¿Dónde están?! - grité nuevamente exasperada - ¡Te juro que si les pasa algo te arrancaré cada miembro de tu cuerpo!

– Calma, calma, ellos están bien, observa.

La pared del costado derecho se volvió transparente y pude ver a los tres en una habitación contigua, estaban consientes y tampoco estaban amarrados, eso me daba algo de alivio. Golpeé la pared, pero el material del que estuviese hecho era incluso más resistente que la puerta, ni siquiera se marcó mi puño en ella y aunque no empleé toda mi fuerza, era realmente dura.

– ¿Qué pretendes ahora? - pregunté con mis puños apretados por la impotencia.

– Esa es la pregunta correcta - una risa se escuchó, en serio este tipo no para de reírse nunca.

– ¡Entonces responde ya!

– Primero necesito que te calmes y con ese objetivo te cuento que, si te pones violenta y abres esta puerta a la fuerza, la habitación de tus amigos se llenará de gas y esta vez no será un somnífero, será la última vez que los veas respirando – mierda, este loco y sus trampas.

– Bien, estoy calmada, te escucho.

– Entonces vayamos al grano, te voy a dar dos opciones, solo tienes que elegir una obviamente, tendrás una hora justa para decidir, ni un minuto más, si pasado ese tiempo aun no has decidido nada, los mataré igualmente y te encerraré aquí, tal vez logres salir, pero nunca más me encontrarás.

– Así me gusta, sin presión – dije sarcásticamente – ¿Qué debo elegir?

Una pequeña abertura debajo de la puerta apareció y por ella fue lanzado un control, un mando. Recogí el dispositivo, era del tamaño de mi mano y en él había dos botones únicamente, uno rojo y otro azul, claramente la decisión consistía en apretar uno de los dos.

– Como ya debes haber descifrado, debes decidir cuál de los dos botones vas a apretar, por supuesto, atendiendo a las condiciones que te voy a decir ahora – explicó – no hay posibilidad de elegir los dos, apretarlos al mismo tiempo no hace nada y cuando se presiona uno el otro queda inutilizable, la decisión es irrevocable.

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