Nuestros recuerdos

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《Jack》

Ahtohallan se veía imponente, lo que me generaba una extraña sensación de inquietud en el pecho; caminé con cuidado cruzando los resbaladizos senderos de hielo hasta que escuché una voz conocida.

—¡Jack!

Volteé a todos lados pero no había nadie.

—¡Jackson Overland!

Aquella voz empezaba a ponerme nervioso, así que corrí con impaciencia para saber de donde venía, pero me detuve justo en el borde de un acantilado, miré hacía abajo, había mucha neblina y no podía ver con claridad.

Si lejos vas será el final...

Me quedé estático por un momento y luego de armarme de valor inhalé profundamente para saltar al vacío y caer sobre la nieve de un bosque, pero cuando volteé a mi alrededor mis ojos se abrieron con asombro.

—Wow...

Había... recuerdos, muchos recuerdos.

—¿Tus dientes son tan blancos como dicen? ¡Oh, realmente brillan como nieve blanca caída del cielo!— reí al ver mi cara mientras Hada inspeccionaba mis dientes y las haditas simulaban desmayarse.

—¡Tu hiciste que nevara!— dijo Jamie con asombro saltando sobre su cama.

—¡Lo sé!— sonreí sin poder creer que alguien pudiera verme por fin.

—¡En mi cuarto!

¡Lo sé!—grité aún más emocionado.

—¿Eres real?

—¡Sí! ¿Qui-quién crees que causa las ventiscas y los días nevados?—le dije con una alegría tan inmensa que hacía que se me trabaran las palabras.

Una sonrisa se formó en mi rostro al recordar la calidez de ese momento, nunca olvidaré la forma en la que mi corazón empezó a latir cuando Jamie dijo mi nombre, cuando me di cuenta de que no volvería a estar solo.

—¡Te vas a caer, Jack!

—Jackson Overland nunca pierde en una apuesta, Emma.

—Eres un terco.

Aquella voz que escuché pertenecía a mi hermana, quien me miraba con molestia mientras me empeñaba en escalar un muro de ladrillos.

—¡Estaré bien! Llegaré para la hora de la cena.

No recordaba ese día, así que movido por la curiosidad, me impulsé con mi cayado y seguí la trayectoria de Jackson.

《Narrador》

El castaño estaba parado en la orilla del muro del castillo de Arendelle, volteó a todos lados hasta que vio una ventana entreabierta del otro lado.

Caminó con cuidado y sin pensarlo dos veces se impulsó para entrar de un atropellado salto.

El chico de la capucha irrumpió en la habitación y cayó torpemente sobre una alfombra morada.

Dentro de aquella recámara, una princesa, que aparentemente se encontraba leyendo, se levantó de un sobresalto del sillón, impresionada de que un ladrón hubiera podido burlar a la seguridad del castillo; el chico se levantó del suelo sacudiendo sus ropas.

-¡Ja! ¡Lo logré!- rio victorioso sin percatarse de la presencia de Elsa hasta que levanto la mirada, la cual se detuvo en el rostro de la joven.

La princesa albina utilizaba un vestido azul oscuro en conjunto con un torero y su cabello recogido en un rodete hacia arriba de la cabeza; Su piel era blanca y sus mejillas ligeramente rosadas con unas pequeñas pecas apenas perceptibles, finos labios y nariz pequeña, pero lo que más destacaba de su rostro eran sus ojos, eran de un azul cristalino que el chico nunca había visto en su vida.

𝑬𝑳 𝑪𝑶𝑺𝑻𝑶 𝑫𝑬𝑳 𝑶𝑳𝑽𝑰𝑫𝑶  [𝐉𝐞𝐥𝐬𝐚]Where stories live. Discover now