Epilogo

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El veinticinco de diciembre de dos mil diecinueve, Iván Martínez, de cincuenta y siete años, se levanto a las seis de la mañana. Normalmente solía levantarse sobre las nueve y media y solía desayunar una tostada de mantequilla, le chiflaba la mantequilla, desde pequeño. Cuando terminaba de desayunar, se daba una ducha, y cuando terminaba, se vestía, y sobre las diez y cuarto estaba listo para trabajar y para afrontar todo lo que se le pusiera por delante en el negocio de su padre. Su padre no era un padre ejemplar, ni ideal, era bueno con el, pero no era ningún ejemplo a seguir, si Iván tuviera que definir a su padre con tres sencillas palabras, las ideales serian. "Trabajador obsesivo-compulsivo" Se pasaba todo el día trabajando en Math and Friends, y de hecho, Iván juraría que llego a obsesionarse con aquel restaurante, habia días incluso que se quedaba a dormir alli, pero eso no ocurrió hasta después de que muriera aquel pobre niño en mil novecientos ochenta y seis. No tenia muchos recuerdos de el, de su madre si, desde luego, como para no tenerlos, habia sido criado por ella, pero por su padre... Los únicos recuerdos que tenia de el, eran esos en los que iba a verle para comer en el restaurante, nada mas. Vivía con ellos pero... Como si no lo hiciera. Si no trabajaba en la pizzería, trabajaba en casa, y las veces que no trabajaba en casa, se quedaba a dormir en la pizzería para hacer lo que quiera que hacia a esas horas de la noche, que seguramente no era otra cosa que trabajar.

Cuando su padre se quito la vida en mil novecientos noventa y dos, tiempo después de que aquellos pobres tres niños desaparecieran en el restaurante, Iván solo tenia veinticinco años, y mentiría si dijera que no le habia dolido la muerte de su padre, claro que le habia dolido. No habia tenido muchos recuerdos con el debido a que estaba todo el día trabajando, pero era su padre al fin y al cabo, y lo quería, a su manera. No se sorprendió cuando descubrió que su padre le habia hecho un testamento dejándole en herencia el restaurante, era algo que se habia imaginado que pasaría desde que tenia catorce años, por esa razón habia decidido estudiar todo lo relacionado a cosas de comercio para que el negocio de su padre pudiera seguir a flote. Tal vez, su padre habia limpiado el nombre del restaurante por lo que paso en mil novecientos ochenta y seis, pero el lo habia hecho por lo que paso en mil novecientos noventa y dos. Tal vez su padre comprara a los medios para que la noticia no se extendiera como la pólvora, pero eso solo era una parte de todo lo que habia que limpiar, el resto lo habia hecho el, solo el, y menos mal que lo habia hecho, sino... Quien sabe lo que podría haber pasado.

Cuando se adueño del restaurante, se prometió una cosa, solo una. No acabar como su padre. Se juro a si mismo que nunca, nunca, se obsesionaría con aquella pizzería, y que nunca, nunca, trabajaría de la misma manera que su padre. Si algún día formaba alguna familia, no consentiría que su hijo, o su hija, se criaran sin un padre por un dichoso restaurante.

No cumplió su promesa.

Supongo que, de tal palo, tal astilla. Se dijo mentalmente un día. No habia formado una familia, habia comenzado a salir con una chica, pero ella le dejo a los pocos meses de comenzar la relación, según ella "Trabajaba demasiado" y tenia razón, trabajaba demasiado, se habia convertido en su padre, ¿Y sabéis que? Le encantaba, le encantaba trabajar en aquel dichoso restaurante. No iba todos los días alli, a diferencia de su padre, el solo iba cinco días por semana. Un día si, y otro no, se habia dado cuneta de que su negocio funcionaba igual de bien, aunque no estuviera alli. Asi que, ¿Por qué no olvidarse de la pizzería al menos durante dos días? Y en un principio, podría haberlo hecho, podría haberlo olvidado, pero no quería hacerlo, le gustaba demasiado trabajar, cuando trabajaban, las horas corrían a toda pastilla, y cuando se daba cuenta, habia pasado un día entero. Para algunas personas seria una desgracia, un día perdido, otro día en el que sus hijos crecen sin un padre, ¿Y que se habrán perdido esta vez?, ¿La caída de su primer diente?, ¿Su graduación?, ¿La primera cita con la chica con la que perdería la virginidad? Para muchos serian un desastre, una desgracia, pero para el, era una jodida maravilla. Por esa razón, los días que no iba al restaurante, se quedaba en su casa, trabajando sobre la contabilidad del restaurante, y preparando los contratos de los próximos empleados y la renovación de los viejos, si es que quería seguir trabajando alli claro, podría contratar a alguien para que lo hiciera por el, el negocio iba bien, no tanto como para abrir otro restaurante, pero si como para contratar a varias personas para que se encargaran de todo aquello, pero prefería no hacerlo, prefería hacerlo el. Pero a pesar de que le gustaba trabajar, muchas veces se habia replanteado el hecho de cerrar el restaurante para siempre, le gustaba trabajar, pero sabia que aquel no era un estilo de vida adecuado. Le gustaba trabajar pero... ¿Después de eso que?, ¿Qué pasaría cuando se jubilara?, ¿Qué tendría? Nada, no tendría nada, y el lo sabia. Sabia que estaba desperdiciando su vida, sabia que la estaba tirando por el retrete. Apenas habia organizado fiestas con sus amigos, los cuales no habia vuelto a ver desde que se adueño de Math and Friends, apenas habia salido con chicas, y la única chica con la que habia salido, y con la que habia tenido una relación "Formal" habia sido con aquella chica que le dejo por ser demasiado trabajador. Aun estaba a tiempo, podía cerrarlo, acabar con todo, podría cerrar el restaurante y recuperar a sus amigos y a aquella chica. Bueno, probablemente no, a la chica no, pero ya sabéis lo que dicen, soñar es gratis.

El guardia de Math and FriendsOù les histoires vivent. Découvrez maintenant