Capítulo 24

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Después de la muerte de Montana Craton, había hecho todo lo posible para mantenerme lo más lejos posible de Aurora.

A ojos de mi manada, había iniciado una relación oficial con Tallulah, aunque ni Max ni Remus pensaban que fuera una buena idea.

Pero no necesitaba obtener su permiso en mi vida personal.

,ax y Aspen se habían acercado a mi compañera como si fueran amigos de toda la vida, e incluso Remus había empezado a tratarla habitualmente.

Por supuesto, él también había estado estudiando la teoría de que Aurora era descendiente de la Diosa de la Luna, y yo tenía claro que Remus la reconocía como una igual.

De alguna manera, Aurora tenía ese poder, el de rodearse de gente y hacerse amiga de ella fácilmente.

Tuve que ordenar a la señora Karla que mantuviera alejados a ciertos machos de ella, para asegurarme de que no hablaba con ellos.

Después de todo, era una loba sin pareja, y en el momento en que entrara en celo sería el objetivo de todos los lobos sin pareja de nuestra manada.

-Estaría a salvo si la marcamos -dijo Cronnos.

-No voy a marcarla. Métete en la cabeza que no la reconoceré como mi compañera -gruñí a mi lobo.

Se limitó a resoplar, molesto, antes de desaparecer en mi subconsciente.

Pero tenía razón. Si no la rechazaba o la marcaba antes de su celo, estaría en peligro.

Una tarde estaba sentado en mi despacho cuando un toque en la puerta me distrajo de la pantalla del ordenar y de mis pensamientos sobre Aurora.

-Entra.

La puerta se abrió y entraron los tres ancianos: Leto, Aldo y Radolf.

-Alfa Wolfgang -saludaron. Se inclinaron ante mí.

-¿A qué debo la visita de sus eminencias? -les pregunté mientras continuaba con mi trabajo. Era extraño que los tres pasaran por mi despacho a aquellas horas.

-Alfa Wolfgang, hemos llegado a la horrible conclusión de que aún no has encontrad pareja -comenzó Alfa Leto, el de más edad de los tres- Como alfa, es imperativo que asegures el linaje del clan Fortier Gagliardi. Por lo tanto, te sugerimos que empieces a buscar una candidata adecuada y la proclames como la futura Luna lo antes posible.

-No necesito buscar a nadie para nombrar a la Luna de la manada. Ahora mismo, mi principal preocupación es deshacerme de ese ejército de renegados que nos amenaza.

-Además, ya has encontrado a tu pareja, pero eres demasiado idiota para admitirlo -resopló Cronnos en mi mente.

-El ejército e pícaros es la razón por la que es tan importante que nombres una Luna para la manada. Debemos asegurar la descendencia, en caso de que no vuelvas del frente de batalla -dijo el anciano Radolf.

-¿Y quién dice que no volveré? -repuse. Finalmente levanté la mirada y me encontré con los tres pares de ojos.

-¡No sabemos lo que puede pasar! Si marchas a la guerra sin garantizar un primogénito para la manada, estarás poniendo en peligro a toda la comunidad -aseguró Aldo...

-Pero volveré. Destruiré al líder del ejército rebelde y regresaré aquí para seguir gobernando a la manada -afirmé, cerciorándome de que la autoridad de mi voz era clara.

-No permitiremos que el ejército salga de la aldea y luche contra los rebeldes a menos que soluciones la situación de no tener pareja -anunció el anciano Leto. Lo fulminé con la mirada.

Sabía que hablaba en serio.

Yo era el alfa, pero como los ancianos eran antiguos gobernantes, ellos eran los que tomaban la decisión final cuando se trataba de enfrentamientos militares o acciones bélicas contra otras manadas.

Si decidían que enviar a los guerreros a cazar y matar a los renegados no era la mejor opción, yo no podía hacer nada al respecto.

-De acuerdo pues. Buscaré a alguien adecuado para proclamarla como la futura Luna de la manada de la Luna de Sangre -me plegué, molesto por haber sido forzado.

Parecieron satisfechos, ya que inclinaron la cabeza y salieron del despacho poco después. No pude evitar el suspiro de exasperación que salió de mi boca mientras me recostaba en la silla.

Estaba estresado,  y agotado, por toda aquella tontería del apareamiento.

Aquella noche, cuando me dirigía a mi habitación, su celestial aroma se coló en mi nariz cuando me acerqué a la puerta de su alcoba.

Mi cuerpo reaccionó inmediatamente y sentí que mis músculos se contraían.

Con un aullido, Cronnos apareció de súbito en mi mente. Moviendo la cola sin cesar, corrió de arriba abajo en mi cabeza.

Compañera! ¡Compañera! ¡Compañera! -vociferaba, fuera de sí.

-Mierda...¡esto no puede estar pasando!

Traté de ignorar aquella fragancia, traté de obligar a mis pies a seguir caminando hacia mi habitación.

Una vez, podría tomar una ducha fría, y tratar de mantenerla fuera de mi mente.

Pero no podía moverme. Estaba clavado allí, frente a su puerta.

Su olor me cautivó; perdí todo el sentido. Cronnos luchó conmigo por el control.

Mi mano se levantó inconscientemente y llamé a su puerta.

-¿Sí? -la oí preguntar desde el otro lado, pero no contesté. Unos segundos después, la puerta se abrió. Y allí estaba ella, en todo su esplendor.

Su largo cabello castaño estaba recogido en una trenza que colgaba a un lado. Llevaba una sencilla sudadera y mallas negras que abrazaban perfectamente todas sus curvas.

-Alfa Wolfgang. ¿Necesitas algo? -inquirió.

No me atreví a contestarle, porque no confiaba en mi voz en aquel momento.

-¿Alfa? -insistió.

Mis ojos se dirigieron a sus sonrojados labios cuando sacó la lengua y la pasó por ellos. Aquel detalle me excitó aún más

Podía sentir el calor que emanaba su cuerpo, lo que significaba que defectivamente estaba comenzando su celo.

Se retorció bajo mi mirada y sentí que su acaloramiento iba en aumento. Respiré rápidamente. Estaba perdiendo todo el control, Cronnos llevaba las de ganar.

Obligó a mi cuerpo a dar un paso hacia Aurora, pero ella retrocedió. Me acerqué un paso más, pero entonces pude recuperar el control de mi cuerpo.

Me aparté y me alejé a toda velocidad de su puerta. Corrí hacia mi habitación, cerrando la puerta tras de mí.

Corrí al baño y abrí la ducha. Me puse bajo el agua fría, intentando controlar mis impulsos carnales.

-¿Qué diablos ha sido eso? -grité a mi lobo.

Le observé tratando de recuperar el control de sí mismo. Jadeaba con fuerza. Finalmente, levantó la mirada y me miró.

Con un gruñido, se perdió de vista. De vuelta a mi subconsciente.

Aquello se me estaba yendo de las manos. Había estado a punto de marcarla.


Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora