Capítulo 28

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Wolfgang

Max y yo estábamos en White Mountain, en la cumbre de los alfas.

Mi objetivo principal era conseguir aliados para vencer a los renegados, pero Remus había averiguado que no muy lejos de aquí estaba la localidad de donde era la madre de Aurora.

Me fui unos días antes que Max para poder ir allí primero. Una vez que llegué, me reuní con uno de los ancianos de su manada.

Dijo que la recordaba. Había sido una loba única, en muchos sentidos.

Había aparecido allí, totalmente desconocida para la manada, cuando sólo tenía 3 años. Con ella había llegado su tutora, una bruja.

Habían dicho que huían de los cazadores.

Que sus padres habían muerto, y la habían confiado a aquella mujer, cuyo nombre era Eleanora.

Eleanora explicó que era la bruja de la manada y que venían de las ciudades del oeste. Antes de ser atacados y obligados a marcharse.

Cuando la manada del alfa había preguntado por el nombre de su manada, ella había dicho que era la manada de la Luna de Plata.

-Pero eso no podía ser -me dijo el anciano-. Era imposible.

Era sabido que aquella manada había desaparecido muchos años atrás..

Eleanora había hecho que la manada se escondiera para mantener a salvo a su estirpe.

-¿Su estirpe? ¿A qué se refería? ¿Los licántropos? -no pude evitar preguntar.

-No lo especificó -respondió el viejo-, pero me dio la sensación de que no sólo  hablaban de nuestra especie. Creo que hablaban de algo mucho más grande, y más particular.

-Necesito averiguar más -dije.

***

Max y yo íbamos de camino a nuestra suite del hotel después de la reunión final con los alfas.

-Ha ido bien, ¿verdad? -comentó Max mientras doblábamos la esquina hacia nuestras habitaciones.

-Ajá -murmuré, sin escuchar realmente.

En efecto, así era. Habíamos ganado más aliados para la siguiente campaña contra los renegados.

Pero hacía horas que sentía un incómodo picor en la espalda. Una sensación persistente de la que no podía deshacerme.

-Algo no está bien. Puedo sentirlo -dijo Cronnos en mi cabeza.

Me ponía de los nervios.

-Cállate, saco de pulgas -estaba irritado por la picazón que había sentido toda la noche. No necesitaba sus constantes quejas.

Al entrar en la habitación fui directamente al vestidor y me deshice de la chaqueta y la camisa.

Oye, Wolfie! Hay una 20 llamadas perdidas y un montón de mensajes de texto de Remus en mi teléfono -gritó Max desde el salón.

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora