Capítulo 34

2.7K 231 6
                                    

AURORA

Klaus se alejó tambaleándose, sujetándose el cuello.

-¡Perra! -gorjeó mientras la sangre le inundaba la boca.

Observé con horror cómo se sacaba el hueso del cuello y se cubría la herida con la mano, intentando contener la sangre que brotaba de ella.

-¡Te voy a matar! -gritó. Saltó hacia adelante y me agarró un mechón de pelo con fuerza.

-¡Déjame ir! -grité, empujando su pecho, luchando por liberarme.

Me dio un puñetazo en la tripa, dejándome sin la respiración. Me doblé de dolor, pero no se detuvo ahí. Me tiró del pelo, volviéndome de cara a él.

-Te enviaré de vuelta a manada en pedazos -boca se alargó y enseñó los colmillos-. ¡Te voy a destrozar! Luego me encargaré de esa jauría tuya.

Intentó morderme en el cuello, arrancarme la tráquea, pero me aparté y sus dientes se hundieron en mi hombro.

-¡Rhea! Te necesito. Ayúdame a cambiar de forma! -llamé a mi loba, pero estaba demasiado débil.

Observé cómo intentaba dirigir su poder hacia mí, pero fue incapaz.

Lo máximo que consiguió fue hacer que mi uñas se convirtieran en garras. Arañe a Klaus en su ojo, cegándolo parcialmente.

-¡Maldita Zorra! Te voy a hacer pedazos -gruñó, tambaleándose.

Aproveché la oportunidad y me lancé hacia la puerta, pero me agarró del brazo mordido y me estampó contra la pared.

Gemí de dolor, pero me giré a tiempo para ver cómo cargaba contra mí. Conseguí esquivar el impacto lanzándome hacia un lado.

Se golpeó contra la pared y vi cómo el muro se agrietaba . Klaus se había transformado casi por completo en su lobo.

Su boca había crecid hasta convertirse en un largo hocico. Sus piernas estaban torpemente dobladas, como las patas traseras de un perro. Sus manos eran como garras, y sus ojos...

Brillaban con un rojo mortal mientras se centraba en mí. Su presa.

-¡Te voy a matar! amenazó con voz grave y aún más amenazante.

Me puse de pie tambaleándome, sujetando mi hombro sangrante.

La luparía debía de estar todavía en mi sistema. La herida no sanaba.

Si no tenía cuidado, alguno  de sus golpes podía ser fatal.

Tenía que penar en algunas formas de matarlo si quería escapar.

Miré alrededor de la habitación vi su daga de plata. Debió de haberse caído cuando le ataqué.

Si lograba golpearlo, más valía que fuese un golpe definitivo.

-Rhea. Sé que estás débil, pero te necesito ahora más que nunca. Por favor, préstame tu fuerza -llamé a mi loba.

Parecía más pálida que antes. Era como si se estuviera muriendo.

Klaus soltó un aullido espeluznante y volvió a cargar contra mí.

-¡Rhea, por favor! ¡Te necesito!

Se levantó a la fuerza, cojeando hacia mí. Extendió su pata y yo la alcancé.

-Esta es toda la fuerza que puedo reunir -dijo antes de derrumbarse.

Sentí la energía de Rhea recorrer mi cuerpo. La utilicé para aumentar mi velocidad, agachándome cuando Klaus me clavó sus garras. Corrí junto a él hacia la daga caída.

Se dio la vuelta y se abalanzó con sus garras sobre mí una vez más, pero logré desviarlas y luego le di una patada en el abdomen..

Volvió a tambalearse, sujetándose el estómago, pero luego volvió a lanzarse sobre mí.

agarré la daga de plata y la blandí.

Pero era demasiado tarde. Estaba sobre mí, mordiendo mi costillar.

-¡Aaaaahh! -grité de dolor.. Sus poderoso colmillos se clavaron profundamente en mi carne, atravesando mis costillas y perforando un pulmón.

Golpeé y luché para liberarme, pero no cedió.

Entonces tomé la daga en mi mano y la levanté lo más alto que pude.

Le golpeé una vez más en la garganta, justo donde le había herido con el hueso. El mango se rompió.

La daga de plata no dejaría que sus heridas sanaran. No esta vez.

Me soltó, tambaleándose hacia atrás mientras intentaba sacar el cuchillo de su herida, pero la plata le quemaba las manos y el cuello.

Observé cómo se recuperaba  de nuevo su forma humana.

Tosió sangre mientras caía de rodillas y luego cayó boca abajo.

Se había acabado...

Lo había matado.

Volvía a ser libre.

-¡Rhea! Rhea, lo hemos logrado. Voy a sacarnos de aquí y luego te ayudaré a recuperarte -dije a mi loba. Ella seguía tumbada, sin reaccionar.

Intenté caminar hacia la puerta, cuando de repente perdí todas mis fuerzas y caí al suelo.

Me agarré el tórax, tosiendo sangre.

Cada vez que respiraba me sentía como si estuviera bajo el agua. Mi pulmón se llenaba de sangre, dificultando la respiración.

Aquello era el final. Iba a morir allí, sola, en una mazmorra dejada de la mano de la Diosa.

Me arrastré hasta la puerta, pero no pude abrirla. Ya no me quedaban fuerzas.

-¡No, no, no! -intenté reunir unas última pizca de fuerza, pero se había agotado.

Iba a morir.

Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos.

-Rhea, lo siento. No he podido salvarnos....

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora