Capítulo 30

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AURORA

Me desperté y descubrí a Tallulah de pie cerca de mi cama.

-Por fin te has despertado -dijo.

Miré a mi alrededor. Estaba en una habitación blanca y limpia. Debía de ser el hospital.

Lo último que recordaba era a Max corriendo hacia mí mientras me desmayaba.

Tallulah me había acusado de robar la vajilla de plata y me habían dado 30 latigazos.

En tanto que licántropo, mi cuerpo debería haberse recuperado rápidamente de el castigo físico, pero algo había fallado.

Entonces Max me había traído aquí, y luego se marchó con Aspen para reunirse con el alfa y el gamma.

-¿Por qué estás aquí, Tallulah? Dudo que sea para asegurarte de que me estoy recuperando bien.

Todavía me sentía débil. ¿Por qué me estaba curando tan lentamente?

Tampoco podía contactar con mi loba.

-Te lo voy a advertir por última vez -escupió con veneno-. Deja la manada. No molestes más a Alfa Wolfgang. ¿No está claro que me quiere a mí antes que a ti?

Me dolía el pecho. Ella tenía razón. La amaba a ella, no a mí.

A pesar de que yo era su legítima compañera, me había ignorado y había proclamado a Tallulah como su Luna. Me había amenazado con marcarme como renegada si revelaba a alguien que yo era su pareja.

-No me importa él. Puedes quedártelo, me da igual -capitulé, bajando los ojos.

No podía soportar mirar a aquella mujer ni un minuto más.

De repente, hubo una conmoción fuera de la casa. Algo me dijo que tuviera cuidado.

Me levanté de la cama e intenté una vez más ponerme en contacto con mi loba, pero seguía sin poder localizarla.

La puerta se abrió de golpe, dando paso a un grupo de rebeldes.

Tallulah y yo nos preparamos para defendernos.

-Vaya, vaya, mirad qué tenemos aquí... -dijo el más grande con una siniestra mueca.

Al otro lado de la puerta, pude ver a las enfermeras acobardadas en un rincón. Los guardias y guerreros de la manada yacían inconscientes en el suelo.

Al menos, esperaba que estuvieran inconscientes, no muertos.

Al-¿Qué queréis de nosotros? -grité, con la rabia encendida dentro de mí.

-Estamos aquí para tomar a la Luna como rehén -anunció el hombre con indiferencia-. Ven con nosotros pacíficamente y daremos por finalizada la escabechina habrá acabado.

Dio un paso adelante para agarrar a Tallulah. Ella retrocedió asustada.

-¿Por qué iba a hacer eso? -preguntó, con el miedo escrito en su rostro.

-Porque eres la Luna querida. Como tal, debes sacrificarte por el bienestar de tu manada -dijo con una sonrisa siniestra.

Vi a Tallulah retroceder, temblando de miedo. ¿Dónde estaba su valentía en aquel momento, justo cuando la necesitábamos?

El renegado tenía razón. La Luna debía anteponer le interés de su manada a todo lo demás.

Di un paso y me puse delante de Tallulah.

-No es a ella a quien buscas, sino a mí -dije, tratando de reunir todo el valor posible.

El líder de los renegados empezó a reírse como si le hubiera contado un chiste.

-¿Qué estás haciendo, Aurora? Vas a conseguir que nos maten -susurró Tallulah a mis espaldas.

¿A ti? ¿Por qué íbamos a querer llevarte con nosotros? -dijo entre risas-. No tendrías ningún valor para nosotros.

-Ahí es donde te equivocas. Soy la verdadera compañera de Alfa Wolfgang y la legítima luna de esta manada -anuncié.

-¿Pretendes que nos lo creamos así sin más? -preguntó el renegado, aún no convencido.

Me bajé el cuello de la camisa, revelando la marca que Wolfgang me había hecho la noche que estuvimos juntos, antes de a la cumbre de los alfas.

-¿Me crees ahora? -repliqué.

Los rebeldes se quedaron allí sorprendidos. Oí a Tallulah jadear detrás de mí.

-Esas son las marcas de colmillos de Wolfgang. ¿Cuándo...? -comenzó.

-No importa -dije-. Tenías razón. A pesar de que soy su pareja, te eligió a ti.

Le dediqué una leve sonrisa y luego volví a centrar mi atención en aquellos felones.

-Si me entrego, ¿te comprometes a no hacer daño a la manada? -pregunté, mirando al líder de los renegados directamente a los ojos.

-Bueno, es menos divertido cuando no hay pelea...pero te lo prometo. No haré daño a nadie, siempre y cuando vengas con nosotros pacíficamente -convino.

Volvió su atención a Tallulah.

-Y tú transmitirás este mensaje al alfa. Dile que tenemos a su Luna en nuestro poder. Si cumple nuestras demandas, ella le será devuelta ilesa. En caso contrario, no volverá a verla con vida.

-Coged a la chica. Nos vamos -ordenó a sus secuaces. Uno de ellos se acercó a mí y me agarró del brazo con fuerza. Gemí de dolor.

Me volví hacia Tallulah y le dediqué una leve sonrisa.

-Todo ira bien -dije, tratando de tranquilizarla. Era un intento dirigido más a mí misma que a ella...

Nuevamente probé a contactar con mi loba interior, pero seguía sin estar disponible.

Salí de la habitación con los renegados, sin sabes qué podía esperar.

Oh, Diosa de la Luna. Dame fuerza.


Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora