Capítulo 32

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AURORA

Habían pasado 3 días desde que me llevaron a la guarida de los renegados.

Después de sacarme del hospital, los atacantes me vendaron los ojos y me condujeron a su escondite.

Sospechaba que estaba en algún lugar cerca de la frontera del pueblo, porque sólo necesitamos un día y medio de caminata para llegar allí.

Una vez que llegamos allí, me llevaron a un viejo y mohoso calabozo, en el que me encerraron.

Desde aquel momento, sólo había visto a uno de los rebeldes, una vez al día, cuando me traía la comida.

Me enteré de que el líder de los renegados se llamaba Klaus. Su padre era Jacques Roulotte.

El infame malhechor que había intentado deponer al difunto Alfa Adalwolf, pero que al final había muerto a manos de Adalwolf.

Había intentado contactar con mi loba, pero era como si Rhea hubiera desaparecido.

Si pudiera llegar a ella, podría contactar con Wolfgang y el resto de la manada, y podría informar de mi paradero, para que pudieran venir a ayudarme.

Me preguntaba si Wolfgang enviaría a alguien a rescatarme.

No me abandonarían, ¿verdad?

Pero habían pasado 3 días y no había sabido nada de ellos. Los renegados no habían recibido ni siquiera una carta respondiendo a sus demandas.

Oí pasos, luego el tintineo de las llaves. La puerta se abrió, dando paso a Klaus.

-Han pasado 3 días, pequeña, y todavía no hay respuesta de tu alfa, o de la manada -gruñó-. Espero que no me hayas mentido para proteger a la verdadera Luna.

Se arrodilló ante mí y sacó una daga de su cintura. La acercó a mi rostro.

Estaba a escasos centímetros de mi mejilla. Podía sentir que mi piel ardía. La hoja debía de estar forjada en plata.

-¿Te has olvidado de la marca en mi cuello? Soy la verdadera Luna -dije. Me agarró por la barbilla.

-Cualquier macho podría marcarte si quisiera. La cuestión es que no creo que tú hayas marcado a tu pareja.

-Si me apetece -una sonrisa siniestra apareció en su rostro mientras se acercaba más-, puedo quitarte esa marca y salirme con la mía.

Vi la lujuria en sus asquerosos ojos.

Intenté apartarlo, pero todavía estaba demasiado débil.

¿Por qué se habían agotado mis fuerzas? ¿Dónde estaba Rhea?

-Ahora que te he visto, no tienes mala pinta, pequeña -dijo.

Me mordisqueó el lóbulo de la oreja, sujetándome con una mano mientras la otra se movía entre mis muslos.

Él pánico se apoderó de mí. Sentí que las lágrimas resbalaban por mis mejillas.

-Por favor, no... -le supliqué-, Si me tocas, Alfa Wolfgang lo sabrá gracias a nuestro vínculo. Y prometiste que no me harías daño.

-Oh, verás...Cuento con que el alfa lo descubra -dijo con una sonrisa.

WOLFGANG

-¿Por qué tardan tanto? Deberíamos haber enviado las tropas hace mucho -le grité a mi gamma.

-Todavía no hemos recibido respuesta de la manada de la Luna Azul. Sin el apoyo de nuestros aliados, podríamos estar en desventaja -respondió Remus.

-Todavía no sabemos cuántos renegados hay en esa guarida -añadió Max, aumentando mi frustración.

Habían pasado días y no habíamos empezado la operación de rescate para salvar a Aurora.

-La manada de la Luna Azul no nos ayudará. He roto mi compromiso con la hija del alfa -gruñí-. ¡Tenemos que hacer algo sin más dilación!

De repente, un dolor me asaltó. Comenzó en mi pecho y luego se extendió por todo mi cuerpo.

-¡Ahhh! -me palpé el torso, doblado por el dolor.

-¿Alfa? ¿Qué pasa? -dijo Remus, acercándose a mí.

-Yo no...¡Ah! -el dolor en mi pecho iba en aumento. Mis rodillas cedieron y caí al suelo.

Entonces lo vi.

Aquel miserable.

Se cernía sobre mí.

Pero no...no era yo.

Era Aurora. Podía oír sus gritos.

-¡Nooo! ¡Por favor! ¡Detente!

Estaba tratando de forzarla. Dañándola. Podía sentir todo lo que le hacía a través de la conexión de apareamiento.

-Wolfgang, ¿qué...? empezó a preguntar Max, arrodillándose a mi lado.

-¡Haz que pare! Por favor -supliqué. Me agarré la cabeza. Era agónico. Las lágrimas brotaban de mis ojos.

Lo último que recuerdo antes de desmayarme fue escuchar la voz suplicante de Aurora.

Wolfgang....

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora