Capítulo #138

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Diego Ferrer

—¿Así está bien? —me preguntó Sergio, el que le ayudó a Iván a secuestrarme.

—Sí, así mismo —respondí, tirado desde el suelo—. Solo ayúdame a firmar la carta para que sepan que sí soy yo.

Sergio me acercó la hoja, me puso el bolígrafo en mi mano que estaba atada, y, como pude, la firmé.

—Se la tienes qué hacer llegar a Alexis, o Galia, o a Raúl. Estoy seguro que ellos se la entregarán.

—Lo haré —se levantó de la silla—. Mira que me estoy jugando la vida haciendo esto, eh —dobló la hoja—. Yo solo vendo droga, pero Iván está enfermo y es capaz de todo... Hasta le tengo miedo.

—Yo lo sé —lo miré—. Iván abusó de mi novio, trató de hacerle lo mismo a dos de mis mejores amigos y hasta a su propio hermano, le disparó a otro de mis amigos y casi lo mata, secuestró a la novia de su hermano y obligó al ex novio de mi primo a incendiar la casa de los padres de mi novio. Sé de todo lo que Iván es capaz de hacer.

—Yo buscaré la manera de entregar esto, pero no te prometo hacerlo. Debes entender que me da miedo que Iván se entere —guardó la carta en su chamarra.

—Si lo haces, me dices. Es importante para mí.

—¿Por qué?

—Tú solo haz lo posible por entregarla.

No seguimos hablando porque en ese momento entró Iván.

—¿De qué tanto hablas con el invitado, wey? —dijo Iván.

—Nada —se apartó.

—Hablé con Calavera, dijo que quiere el dinero de lo que vendimos, si no ya sabes lo que nos pasa.

—Yo se lo entrego, aquí lo tengo.

—Te traje comida, para que veas que no soy tan malo —me aventó un bolillo.

—Estoy encadenado —le dije.

—Yo te traje comida, wey, ya es tu pedo cómo te la tragas —se sentó en una silla a comer un pollo asado.

Tenía mucha hambre, no había comido nada, se me antojó el pollo solo de olerlo, algo de lo que él se dio cuenta y se soltó a reír.

—Cuando termine te daré los huesos para que los chupes, como el perro que eres —dijo masticando y riendo.

—Iván, iré a dejarle el dinero a Calavera.

—Haz lo que quieras —volteó a verlo—. Pero ya sabes que de esto —me señaló—, ni una sola palabra, ni a él, ni a nadie, si no te puede ir muy mal.

—Me queda claro —asintió.

—Y regresa pronto porque hoy tenemos qué hacer la llamada para pedirle el dinero a la madre de este.

—Sí —se retiró, cerrando la puerta con el candado.

Iván comía aquel pollo sin soltar palabra alguna.

Miraba a todos lados, buscando alguna manera de salir de ahí. Había solo una salida, una puerta de metal que cerraban con candado cada que se iban. Había una ventana, pero cerrada con madera, no dejando entrar ni un rayo de luz. Más arriba de ella había una pequeña rendija, en donde sí entraba un poco de la luz de afuera. Al baño ya había entrado, estaba detrás de una cortina, adentro no había ventanas, solo otra pequeña rendija, muy arriba del inodoro. No había manera alguna de salir de ahí que no fuera por esa única puerta.

—Cuéntame algo, wey, ¿qué tal está Alexis?

No respondí.

—Cuando yo estaba con él estaba delicioso, muy flaquito, pero me encantaba tenerlo. ¿Cómo es el sexo con él ahora que ya no es tan pequeño e inocente como antes?

Contigo quiero enfrentar al mundo entero (Libro #2)©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora