Capítulo #154

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Diego Ferrer

Era el primer día en la primaria para Santi, yo también entraba a la universidad, pero preferí llevarlo primero a él, ya que era un momento que no me podía ni me quería perder. Era muy bonito verlo con su uniforme y su mochila de dinosaurios que él mismo escogió.

También había encontrado un trabajo de medio tiempo como asistente de un nutriologo, era por las tardes de 3 a 9. Por las mañanas estudiaría y por las tardes trabajaría. Sé que no me iba a quedar tiempo para nada, ni para estar con Santi ni para pasar tiempo con Alexis, pero justamente por ellos era que tenía qué hacer un esfuerzo. Ya mis fines de semana se los dedicaría a ellos por completo.

—Papá, ¿cómo es la primaria? —me preguntó Santi mientras yo iba manejando.

—Pues es grande, bonita y hay muchos niños, otros de tu edad y otros más grandes —respondí.

—¿Yo seré de los más pequeños?

—Pues sí porque estrarás a primero... ¿Quieres que te cuente un secreto que no lo sabe nadie?

—Sí, ¿cuál?

—Mi primer día en la primaria, lloré.

—¿Por qué?

—Porque mi mamá no me explicó que habían niños más grandes que yo y pues me asusté cuando los vi, corrí al baño y ahí lloré.

Se rio.

—¿Qué tan grandes son los niños?

—Los más grandes tienen entre 9 a 11 años.

—¿Entonces tengo qué ir a llorar al baño cuando los vea?

—No, Santi —reí—. Tú debes ser mejor que yo, debes ser más valiente y más fuerte.

—Está bien, papá, yo soy valiente.

—Lo sé, mi niño, lo sé.

Llegamos a la primaria, estacioné mi auto, me bajé, bajé a Santi, lo tomé de la mano y caminamos a la primaria. Estaba una maestra ahí esperando a los niños que llegaban, ya que los papás no podíamos pasar.

—Quiero que te portes bien, le haces caso en todo a la maestra, estudias mucho y comes el lonche que te hice, eh.

—¿Y tampoco lloro en el baño?

Me reí un poco y me agaché para verlo.

—No, eso tampoco.

Riendo me abrazó.

—Vas a venir por mí cuando salga, ¿verdad?

—Me encantaría, pero sabes que estaré en la universidad.

Se separó de mí.

—¡Por favor, papá! —hizo puchero.

—Bueno, veré qué puedo hacer, pero solo por ser el primer día, los demás días no podré hacerlo.

Aplaudió y se puso feliz.

—Ya entra, si no se te hará tarde y a mí también.

Fue corriendo a la escuela, cuando vi que ya iba a entrar, di la vuelta para irme, pero entonces...

—¡¡Papá!! —era la voz de Santi, así que volteé—. ¡¡Te quiero mucho!!

Sonreí.

—¡¡Yo te quiero el doble!!

Con su manita se despidió de mí y yo también de él. Por último se metió a la escuela y yo me fui.
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Contigo quiero enfrentar al mundo entero (Libro #2)©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora