Capítulo 15: Eva

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Lunes 4 de septiembre, 23:30 pm.


—Vamos al sofá —le dije a Jase caminando hacia la sala.

Noté que él se frenó en la entrada de la mini sala.

»¿Qué haces?

—Entrar a la sala.

—Esa no. Ven aquí —tiré de su brazo.

—¿Tienes otra sala? —preguntó siguiéndome.

—Esa mini sala la usa mi madre para trabajar.

—¿De qué trabaja?

—Es psicóloga y en sus ratos libres tira las cartas.

—Alguna vez te las ha tira... —se cortó así mismo asombrado—. ¡Guau! ¿Esta es la sala? Pero si es enorme.

—Sí, no sé porqué nos sentamos allá adelante hoy —agregué sentándome en el sofá.

—Mira este sofá, es enorme.

—¿Te sorprendes por el sofá sabiendo que en tu casa hay uno más grande?

—Bueno pero no es mio, lo han comprado Dean y Katy —respondió sentándose a mi lado.

—Con razón les gusta usarlo —dije divertida.

—Nosotros también podríamos usarlo.

Le empujé por el hombro.

—Con el sillón enorme que hay, ¿te tienes que sentar pegado a mi? —pregunté mirándolo de reojo.

—Me gusta estar pegado a ti, que puedo decir.

—¡Trajimos helado! —canturreó mi madre sentándose al lado de Jase— . ¿Jase cual quieres? Hay de vainilla, chocolate, frutilla, menta, dulce de leche.

—¡Dulce de leche! —chillé agarrandolo rápidamente.

—Me pido el de chocolate —habló Jase.

—Yo el de menta —dijo mamá.

—¿Quién en su sano juicio pide el de menta? —pregunté.

—Deberían psicoanalizarla —se burló Jared provocando una risa grupal, bueno... Menos la de Jase—. Y yo me quedo con el de frutilla.

—Ana, Eva me ha contado que tiras las cartas —le habló Jase a mi madre.

—Sí, lo he empezado desde que ella estaba en mi panza. No lo hago de manera oficial, pero de vez en cuando recibo a algunas personas interesadas.

—Qué interesante. A mi nunca me han tirado las cartas.

—¿Te gustaría probar?

—Por supuesto.

Mi madre salió corriendo en busca de las cartas.

—En lo que te has metido... —le dice Jared.

—No te dejará en paz, te hablará toda la noche de eso —agregué señalando con la cuchara.

—Me arriesgaré —expresó super tranquilo comiendo su helado.

Mi madre llegó a la sala, sentándose en el suelo. Puso tres cartas boca abajo en fila, sobre la mesa ratona.

—¿Qué te gustaría saber, Jase? ¿Dinero? ¿Trabajo? ¿Amor...? —preguntó enfocando los ojos en mí, en esa última pregunta.

Él lo consideró un momento.

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