Capítulo 42: Jase

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Domingo 14 de enero, 16:20 pm.

Un bostezo más tarde, Eva abrió la puerta de su edificio y subió a mi coche.

—Hola, holaa —saludé sonriente.

Eva llevaba gafas de sol, unos pantalones grises, zapatillas negras con blanco, una chaqueta a cuadros blancos y azules a juego con una gorra azul. Tenía una mochila colgando del brazo y un café en la mano.

—Es muy temprano para toda esa energía.

Me dió el café mientras ella se ponía el cinturón.

—Eva son las cuatro de la tarde.

—Sigue siendo temprano para alguien que tuvo una fiesta de casamiento —me quitó el café de las manos.

—Los veinte años no llegan solos —bromeé y empecé a conducir.

—Dentro de poco ya estaré como tú —dobló la apuesta haciéndome sonreír.

—¿Cómo está tu novio?

—¿Sigues molestandome con Matt?

—No hablo de Matt.

—¿Entonces? —preguntó dándole un sorbo a su café.

—No lo recuerdas, ¿verdad?

Eva me miró esperando que continuara.

—James y su aburrido beso.

Su expresión neutra cambió a una... Más bien avergonzada.

—Eso no es verdad... ¿¡Quién te lo ha dicho!?

—Daiana y luego seguiste hablando tú.

Su cara era de mayor preocupación.

—No puede ser —reí—. ¿Cuánto has bebido?

—Lo suficiente como para olvidarlo —tomó de un sorbo su café y lo puso en el apoya vasos—. Dime todo lo que hemos dicho.

—Dijiste que no significó nada ese beso... —estoy disfrutando esto—. Que no hubo pasión ni deseo como en mis besos.

No pude verla exactamente por las gafas enormes y la gorra que me tapan su cara preciosa, pero estoy seguro de que se puso roja.

—Y... —empezó a decir, con nerviosismo—. ¿Qué has dicho tú?

—¿Quieres saber qué pienso de que te hayas besado con otro o...?

—Sabes muy bien que no significó nada... Por todo lo que he dicho —evitó mi mirada.

Sonreí. De verdad, hoy es el mejor día de mi vida. Verla toda nerviosa es una de mis cosas favoritas, aunque no sucede muchas veces. Por eso lo aprecio demasiado.

—Eva, cuando te oí decir que mis besos estaban llenos de pasión solo me dieron ganas de besarte en ese instante —hice una mueca—. Cosa que no hice porque, primero, estabas ebria y segundo, Zac y Daiana estaban en el asiento de atrás.

—Ahora no están...

Estacioné el coche frente a una heladería.

—¿Jase, qué...?

Desabroché mi cinturón y uní nuestros labios. Coloqué mi mano entre su cuello y mejilla atrayéndola más hacia mí. Sentir sus labios suaves me recordó todo lo que sentí cuando nos besamos por primera vez, para ella y segunda vez para mí, en mi casa de mis padres. Todos esos sentimientos de amor, deseo y pasión, brotan de mí como si nunca nos hubiéramos alejado. Sentí su mano en mi cabello, es una de las cosas que más echaba de menos. Me pierdo entre sus caricias y sus deliciosos labios. Los besos más épicos de toda mi vida los tuve con Eva García y planeo tener muchos más.

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