15 | Un promesa es una promesa

3.3K 203 24
                                    

15 | Una promesa es una promesa

Christopher

—No hay moros en la costa —me informa Albert, el guardián de la casa de los Ashford.

—No olvides que mis padres no se pueden enterar de que estoy aquí —le recuerdo con urgencia.

Albert asiente. Conoce la delicada situación que trae mi regreso y está dispuesto a hacer cualquier cosa para protegerme.

—La señora Cristina salió hace media hora a realizar unas compras y su padre está en su oficina en Lornesse —añade, asegurando mi ventana de oportunidad.

—Vale, tengo que llevarme a mi nana un rato. ¿Puedes distraer a mi madre si regresa? —le pido, confiando en su astucia.

—Por supuesto, joven Christopher —responde con una reverencia, anticipando su papel en mi plan.

Camino por los amplios pasillos de la mansión, notando cómo todo ha cambiado desde mi última visita. A diferencia del castillo de mi abuelo, esta es una enorme casa blanca de tres plantas que abarca unas extensas hectáreas de terreno.

Trabajadores van y vienen por todas partes, ocupados en sus quehaceres. Sin embargo, me doy cuenta de que no conozco a la mitad de las personas que ahora trabajan aquí. Han sido incorporadas en los últimos años, seguramente como parte de las expansiones y cambios que mi familia ha llevado a cabo.

Finalmente, llego a la puerta de la cocina, donde mi nana solía reinar con su dulzura y habilidad culinaria. Abro la puerta y me encuentro con el cálido aroma de las especias y el sonido reconfortante de los utensilios chocando contra el metal. Mi nana está allí, ocupada preparando algún delicioso manjar como en los viejos tiempos.

—¡Chris! —exclama con alegría al verme entrar—. ¡Hijo mío, has vuelto!

Corro hacia ella y la abrazo con fuerza, sintiendo una oleada de afecto y gratitud. Mi nana ha sido mi confidente, mi cómplice en innumerables travesuras durante mi infancia. Me preparaba el postre y jugaba conmigo a escondidas de mi padre cuando me quedaba solo en casa.

—Te he echado tanto de menos, Clara —le confieso, sintiendo un nudo en la garganta.

Ella acaricia mi cabello con ternura, transmitiéndome su amor incondicional.

—Y yo a ti, mi querido Christopher.

—Necesito tu ayuda —le digo, sintiéndome nervioso mientras me acerco a ella en la cocina.

Ella me mira con curiosidad, preocupada por mi expresión ansiosa.

—¿Qué sucede? —pregunta con suavidad, colocando una mano sobre mi hombro.

Trago saliva antes de continuar, sabiendo que no puedo ocultarle la verdad.

—Hoy llegará una chica a mi apartamento, y está hecho un desastre. No creo que logre limpiar todo a tiempo, y además no tengo ni idea de qué hacer de comer —confieso, sintiéndome un tanto avergonzado por mi incapacidad.

Clara asiente comprensiva, dispuesta a ayudarme en cualquier cosa que necesite.

—No te preocupes, Christopher. Vamos a poner todo en orden y preparar algo delicioso para tu chica —dice con una sonrisa reconfortante.

Juntos nos dirigimos a mi apartamento, donde nos sumergimos en la tarea de limpiar y organizar cada rincón. Mientras trabajamos, Clara me observa con afecto.

—Nunca te había visto tan entusiasmado por una muchacha, Christopher —comenta con una chispa traviesa en sus ojos.

Me ruborizo ligeramente, intentando restar importancia al asunto.

Corazones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora