44 | Beso bajo el muérdago

1.1K 98 61
                                    

44 | Beso bajo el muérdago


Scarlett

Siento un cosquilleo en el estómago cuando escucho el suave golpeteo en la puerta. 

—¡Yo voy papá! —me apresuro y lo aparto con un suave empujón.

Escucho que mi papá suelta un bufido antes de regresar a la tarea de calentar la chimenea.

Con un latido acelerado, abro la puerta y mi respiración se detiene por un instante al ver a Christopher de pie frente a mí con una sonrisa arrebatadora.  Mi corazón parece detenerse por un momento, y el aliento se me atasca en la garganta. ¿Es que nunca me voy a acostumbrar a lo guapo que es?

Antes de que pueda articular una palabra, Christopher avanza hacia mí y de un momento a otro estoy envuelta en sus brazos. La sensación de mi cuerpo contra el suyo, el aroma a madera y especias que emana de él me hace sentir en las nubes. Nuestros labios se encontraron en un beso suave.

En medio de nuestro beso, siento algo suave y ligero sobre nuestras cabezas. Al separarme un poco, me doy cuenta de que Christopher ha colocado un muérdago justo sobre nosotros. Una risita escapa de mis labios cuando me doy cuenta de la situación.

—¿Un muérdago? —exclamo con una sonrisa divertida—. Eres todo un romántico, ¿eh?

Christopher me devuelve la sonrisa y me da un suave beso en la frente.

—Solo quería asegurarme de que esta noche fuera aún más especial —dice con una chispa traviesa en sus ojos.

—Te extrañé —murmura Christopher contra mis labios, su aliento cálido envía escalofríos por mi espalda.

—Yo también te extrañé —respondo, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza bajo el contacto de nuestros cuerpos. 

Christopher me deja en el suelo después de hacerme girar un poco en el abrazo.

El sonido de la risa de mi padre desde la sala nos hace separarnos. Christopher se dirige hacia él y lo saluda.

—Feliz navidad, Sr. Borgelies —dice con una sonrisa.

Mi padre suelta una risa y lo mira con cariño.

—Christopher, ya deja de llamarme así. Estás en casa, puedes llamarme Nicholas —responde con amabilidad. 

Christopher asiente, un poco avergonzado.

—Lo siento, Nicholas. Es una costumbre que no puedo quitarme —se disculpa.

Nos dirigimos al comedor, donde la mesa está adornada con luces parpadeantes y una deliciosa cena navideña nos espera. La risa y las conversaciones animadas llenaban el aire, mientras mis tíos y primos compartían anécdotas y chistes.

Christopher no aparta la mirada de mí. Aunque me encanta saber que estaba tan interesado en mí, también me inquieta un poco que alguien más lo note.  No debería importarme lo que piensen los demás, pero la sensación de ser observada me hace sentir vulnerable.

Llevo puesto un vestido que me hace sentir increíblemente bien, y parece que a él también le gusta. Cada vez que nuestros ojos se encuentran, puedo ver la admiración en los suyos, lo cual me hace sonreír tímidamente. A pesar de los nervios que siento por su mirada intensa, también me reconforta saber que él me ve de esa manera, como si fuera lo más hermoso que ha visto nunca.

Me estoy volviendo adicta a este hombre. r. Es como si estuviera perdiendo el control sobre mí misma, y me cuesta mantener la compostura. Mis pensamientos están constantemente en él, en su sonrisa, en sus palabras, en sus ojos que me miran con tanto afecto.

Corazones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora