35 | Lo que buscas

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35 | Lo que buscas


Christopher

Al aparcar frente a la casa, el silencio es lo único que me recibe. Las luces están encendidas en el gran salón, pero no hay señales de vida afuera. Me siento agotado después de esa interminable reunión con los generales, y lo único que quiero en este momento es ver a Scarlett y descansar.

—¡Bernie! —llamo al entrar por la puerta, pero no obtengo respuesta. 

El hecho de que no haya nadie me resulta extraño, pero decido no darle más importancia y me dirijo hacia las escaleras. 

Los generales resultaron ser unos inútiles. Todo lo que obtuve de esa reunión es que necesitamos una prueba concreta para actuar. Pero sé leer entre líneas, y lo que Woodside insinuaba es que tendré que tomar las riendas de este asunto por mi cuenta.

Subo las escaleras con pesadez, el cansancio se ha acumulado en cada músculo de mi cuerpo. El pasillo está en penumbra, todas las luces apagadas, lo que añade una sensación de desolación al ambiente. Me dirijo hacia nuestra habitación.

La encuentro parada frente a la puerta, lleva puesta esa pijama que me encanta, un short y ese top con encaje. Me quiere volver loco.

—Hola, amor —la saludo, pero no me responde.

Me acerco a la ventana y observo la pintura que está secándose frente al cristal.

—Está muy hermosa, Scarlett. ¿Me la vendes? —le digo, intentando aliviar la tensión en el ambiente.

Pero ella sigue sin responder, y su silencio se convierte en un peso en el aire. Empiezo a sentir una punzada de preocupación en el fondo de mi estómago.

—Lo siento mucho, el tiempo se me fue volando en la reunión y cuando me di cuenta, ya casi se ocultaba el sol. No pudimos verlo juntos —me disculpo, esperando que al menos eso la haga sonreír. Sin embargo, ella sigue en silencio.

Empiezo a sospechar que algo no está bien.

Me aproximo a ella en silencio, rodeándola con un brazo por la cintura, sin decir una palabra. Puedo sentir su tensión, como si estuviera atrapada en algún tipo de miedo o preocupación. Ella, a su vez, me rodea por el cuello, buscando refugio en mi cercanía.

Con cautela, me inclino hacia ella, mis labios a centímetros de los suyos. Antes de besarla, evalúo cada uno se sus gestos, cada indicio de respuesta en su rostro. Ella no opone resistencia, su cuerpo se relaja levemente en mi abrazo, y tomo eso como una señal.

—Creo que nunca nadie me había gustado tanto como me gustas tú —le confieso con sinceridad, logrando arrancarle una sonrisa.

Me acerco lentamente y nuestros labios se encuentran en un beso tierno.  Nos quedamos así un rato más, besándonos con tranquilidad. 

Luego, siento sus manos deslizarse bajo mi camiseta, acariciando los músculos de mi espalda. El simple contacto hace que la tensión entre nosotros se intensifique, y me doy cuenta de que mantener la compostura no será fácil con ella tan cerca.

Mientras nos seguimos besando, siento cómo ella me empuja suavemente hacia la cama y comienza a quitarme la camisa. Joder, esta mujer realmente me vuelve loco.

Sus dedos se detienen en el lado derecho de mi pecho, justo sobre la cicatriz. Por un instante, solo nos miramos el uno al otro, como si estuviéramos sumidos en un silencio cargado de significado. Ella baja la mirada hacia donde tiene sus dedos, y su expresión cambia.

Corazones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora